El “calentamiento global” de la mente     

La tecnología que nos afecta y la cultura que la sustenta

 

En relación al rendimiento mental, nos convence la idea de que la cultura moldea la cognición. Quizás haya que atender mejor a este moldeado, en todos sus efectos, en vez de sólo acomodarnos cada vez mejor a ello.

 

Un planteo, a riesgo de parecer alarmista y retrógrado, postula cierto nivel de retroceso cognitivo causado por el efecto derivado del uso de tecnologías digitales e incluso de la cultura imperante. En esta línea, quedarse mirando este proceso cultural, como espectadores no afectados, es una ilusión. Nos afectaría; y nos afectaría negativamente. Tanto a quienes tenemos hoy día más de 35 años como a quienes sean naturales nativos digitales.

 

Todos observamos señales que no nos gustan. No es ciencia, hay que admitirlo. De todas maneras, queda fuera de lugar cualquier planteo que dé por sentado que las capacidades cognitivas de las nuevas generaciones han mejorado; es algo que las investigaciones no avalan. Al menos, en las investigaciones en neurociencias, psicología cognitiva, y en los censos programados.

 

En tanto, veamos algunas ideas derivadas de nuestra propia experiencia.

 

Para un nativo digital (alguien que nació a mediados de los 80´s) los videojuegos, el e-mail, internet, los teléfonos celulares y la mensajería instantánea, son parte integral de su vida. Lee de otra manera, tiene otros valores y, si se quiere, otras capacidades. Hay bastante certeza en esto.

 

Hace 80 o 100 años atrás, los lectores y estudiantes promedio, muy probablemente hayan sido más eficientes como lectores y mucho más capaces de concentrarse en una lectura. La lectura significaba un esfuerzo gimnástico que, bien hecha, aportaba claramente muchos beneficios. En tales épocas, entre las cosas rescatables, se asumían como valores respetables a la autodisciplina, el autodominio. De no existir tal combinación las obras cumbre del pensamiento humano hubieran tenido pocos escaladores.

 

Hace un tiempo comentábamos la imposibilidad de adoptar un programa de lecturas como el sugerido por Mortimer Adler hace varias décadas. Los libros que proponía leer Adler ya se consideran textos “clásicos”, aunque, popularmente y en la actualidad, sólo se les vean como textos pesados y difíciles de digerir. Si adaptáramos tal programa a la visión más optimista sobre los nativos digitales, las ideas que contienen tales clásicos seleccionados tendrían que replantearse de manera que los nativos digitales las puedan digerir: formato historieta, lúdico, audiovisual, con gráficos y dibujos, etcétera; “marcadores cognitivos” que llamen la atención sobre lo esencial y durante el tiempo mínimo suficiente. Lo que es peor, con contenidos predigeridos hasta hacerlos papilla. En esta visión optimista sobre los nativos digitales se asume que sólo así pueden aprender y/o sólo así quieren aprender y que lo que corresponde hacer es adaptar la educación a este nuevo estilo.

 

En estrecha relación, hay numerosos estudios que señalan que el estudiante universitario promedio - del primer mundo y de todos los mundos posibles - tiene problemas para procesar adecuadamente textos expositivos de 400 palabras. Causa estupor la distancia que existe entre los datos derivados de estas investigaciones y la formación lectora proyectada en el programa propuesto en 1940 por Mortimer Adler, comentado más arriba.

 

Creemos que no es difícil señalar el efecto cultural sobre las habilidades cognitivas, aún sin precisar demasiado acerca de cómo ocurre. Una cultura basada en lo visual parece a tono con las capacidades naturales: neurobiológicamente, somos más visuales que otra cosa, nuestro cerebro dedica más neuronas al procesamiento visual que al procesamiento de otro sentido. No obstante, ¿cómo podría decirse que estamos avanzando, generación tras generación, hacia un desempeño natural mucho mejor? Todavía tenemos que leer libros, y los nativos digitales no los leen bien, y hasta es posible que lean cada vez peor.

 

Por poner un ejemplo: en Internet, se lee, pero se quiere leer poco. Un texto que tenga una extensión equivalente a 2 páginas parece una enormidad. Y si tal texto se halla colocado en un foro, no faltarán numerosos comentarios como “Uff, me cansé”, “Después lo leo”, “Me dormí”, “Demasiado largo”, etcétera.

 

Otro caso, bastante relacionado: el chat. Al tener que desarrollar una idea o respuesta utilizando un chat, para muchos inmigrantes digitales (nacidos antes de la era digital) es muy poco lo que podemos escribir sin correr el riesgo de abrumar al otro, si se trata de un nativo digital. Vemos azorados que en la conversación nuestros interlocutores frecuentemente se pierden, se olvidan, se confunden… Y sin embargo, se supone que están mejor adaptados a eso. Entonces, ¿podemos asumir un ascenso de nuestra especie si no hay evidencias contundentes de que lidiamos cada vez mejor con la información?

 

Por otra parte, los nativos digitales están en un entorno evolutivo permanente – la tecnología – pero, a su vez, todo esto ocurre dentro de un contexto cultural, que por mucho que demos vueltas, es preocupante.

 

Quienes somos de otra generación – los supuestos inmigrantes digitales – no somos dinosaurios ni ultraconservadores. Y la familiaridad con la tecnología no puede utilizarse como equivalente a un test. Y de hecho, hasta es posible que utilicemos a la tecnología de manera más útil. Como sea, únicamente los tests son los que demuestran el estado de las capacidades cognitivas.

 

La evolución o cambio, especialmente en este caso, debiera ser positiva. Creemos que no es un cambio positivo sólo por manifestar meros cambios en los modos y estilos de procesamiento mental; y que ha de tener un signo, un valor humano. Si es positiva, implica mejora. Si no hay pruebas de ello, propagar el meme de un cliché optimista nos parece prematuro.

 

En definitiva, el destino de los asuntos humanos, en poco tiempo más, quedará completamente en las manos y las posibilidades de los nativos digitales. Mientras tanto, remontar la pendiente y hallar el horizonte, nos parece algo más indicado para la cultura general en la que vivimos que sólo para proyectar la educación del futuro.

 

Patricio J. Vargas


 

 

 

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