Técnicas de estudio, concentración, memoria, comprensión, y desarrollo de habilidades mentales

   Para superar las deficiencias de la educación  

 

Su educación formal o académica no estaba proyectada precisamente para ayudarle a usted a convertirse en una persona Sin Límites. En realidad, salvo que fuera usted muy afortunado, le habrán educado cuidadosamente para ser exactamente lo contrario: un autoritario. La educación debería haberse centrado sobre todo en una auténtica formación intelectual, en potenciar su capacidad para formularse problemas que le fascinaban y hallar o deducir las soluciones mejores. Pero los métodos a los que estuvo usted sometido fueron, en general, los medios menos eficaces para ayudar a alguien a aprender algo. Le obligaron a aprender de memoria listas de datos para poder soltarlos luego en los exámenes, aunque usted no entendiese qué podían significar aquellos datos para su vida o para las vidas de los otros. El resultado fue que, en cuanto terminaron los exámenes, usted olvidó aquellos datos y pasó a aprenderse los siguientes, que carecían igualmente de sentido. (¿Cree usted que podría aprobar hoy un examen de álgebra? ¿O un examen de historia universal?) Su educación no seguía las vías que seguía su curiosidad infantil e innata. Si lo hubiese hecho (si le hubiesen puesto en contacto con la historia de su país o con el sistema circulatorio de la rana y le hubieran dejado luego formular sus propias preguntas al respecto, por ejemplo) recordaría naturalmente todo lo que aprendió hasta hoy.

Pero la triste verdad es que la mayor parte de nuestra educación académica se dedicó a enseñarnos a complacer a profesores y directores. Muy pocas veces, ninguna quizá, le habrán impulsado a pensar por sí mismo, a escribir de modo original y creador, a dibujar con libertad, a abordar problemas desde su propia perspectiva personal. Le impusieron un programa, le enseñaron que sobre todo debía adaptarse a las reglas de ese programa... porque si no le "expulsarían" como alborotador incorregible. Le enseñaron que la sumisión producía a la larga más gratificación que la originalidad, que complacer al profesor era el medio más seguro de tener éxito en la escuela y en la vida. Le regañaron por pensar por su cuenta, por ser distinto o por desafiar a la autoridad. Le enseñaron a adaptarse al sistema, más que a crear un sistema propio o a preguntar por qué el sistema no podía cambiar sólo un poco para satisfacer mejor las necesidades de los individuos. Fueron forzándole cuidadosamente a ser un buen chico. Le privaron de su capacidad natural y espontánea de "maravillarse ante el mundo" con preocupaciones por un posible fracaso en su propósito de ingresar en la universidad, y con otras conductas de zona errónea. Aprendió usted que obtener buenas notas era más importante que comprender de verdad un principio pedagógico. Su búsqueda de aprobación superando exámenes, obteniendo determinadas notas, ganándose la aceptación de los profesores y de otras personas ajenas a usted, quizá se convirtieron en las "fuerzas motrices" de su vida estudiantil. Pero, como la vaciedad de todo esto hizo que el niño que hay en su interior se opusiese con todo vigor a la educación formal, como sabía usted en el fondo que muchos de sus profesores eran farsantes, que en realidad usted no les gustaba y que no le aceptaban tal como era, que no se entregaban del todo a su trabajo, el estar sentados en un aula y el que le tratasen "exactamente igual que a cualquier otro" le pareció una experiencia degradante.

De niño, sabía usted que en cuanto había dominado la división por más de un número, era una pérdida de tiempo seguir allí sentado y esperar que el profesor se decidiera a pasar a explicar otra cosa para toda la clase. Se daba cuenta de que algunas cosas le resultaban más fáciles que a los demás, y que esperar que todos tuvieran la misma facilidad para dominar un tema sólo porque recibían las mismas lecciones era ridículo. En algunas cuestiones iba usted "por delante" de sus compañeros de clase y en otras iba usted "por detrás", pero siempre le trataban como "uno más de la clase", uno de aquellos "aprendices de persona", a los que los profesores consideraban todos iguales en vez de considerarles individuos con deseos, capacidades e instintos especiales y propios. Usted sabía que la competencia artificial que les había impuesto el sistema educativo a usted y a sus condiscípulos no era más que una inmensa indignidad que esgrimían los profesores para mantenerles a raya. Todos ustedes sabían lo mal que se sentían cuando se exhibían o se leían en voz alta las notas y algunos tenían suspenso en una asignatura sólo porque no estaban tan predispuestos hacia esa asignatura en ese momento como otros, o no estaban tan interesados. Quizá se haya preguntado usted por qué, pese al hecho de que el estudiante suspenso podía aprender la materia suspendida de unos cuantos meses, ya que no todo el mundo aprende a la misma velocidad, el suspenso había de quedar con él para siempre.
Le molestaban aquellas comparaciones rígidas y aquel espíritu de competencia implacable de su educación académica. Usted sabía perfectamente que tanto usted como todos sus amigos eran individuos, y que cualquier persona o sistema razonable le trataría a usted como a tal, en vez de tratarles a todos como soldados destinados a alinearse en uniformes hileras autoritarias, sin permitir a nadie el menor individualismo. Pero probablemente siguiera usted sometido a todo esto porque "el sistema" parecía ser la única vía. En consecuencia, es muy posible que le enseñaran a usted a odiar la educación y los estudios, y que se haya convertido en un anti-intelectual autoritario.

El niño que hay en usted sabía bastante más que eso, y sigue sabiéndolo. Superar las influencias dañinas de su educación formal significa reavivar su curiosidad natural infantil frente al mundo y seguirla adonde le conduzca. Significa aceptar que ya no tiene usted por qué competir con otros para sacar mejores notas, que tiene libertad absoluta para descubrir más sobre lo que desea saber su curiosidad infantil (sea la historia dé la Revolución rusa o de la Guerra de Independencia norteamericana, o aprender a arreglar el coche) sin que tenga que haber alguien (sobre todo el adulto autoritario que lleva usted dentro) atisbando por encima de su hombro y regulando sus actividades de formación personal y de aprendizaje.

Si quiere superar su educación formal y convertirse en un individuo Sin Límites, procure recordar a esos escasos y magníficos profesores de profunda vocación que tuvo en la escuela y que se interesaban realmente por usted y querían mejorar su vida, que se consagraron a satisfacer la curiosidad infantil y natural que usted sentía. Olvide que esos profesores fueron una pequeña minoría, y que se les calificaba, igual que a usted, de alborotadores o detractores del sistema, cuando intentaban responder a las necesidades de los estudiantes individuales en sus enseñanzas y en sus tareas de clase. Recuerde sólo cómo le ayudaban aquellos profesores especiales, y recuerde también que ahora tiene usted libertad absoluta para seguir sus ideales y modelos de lo que puede ser la educación si quiere.

Yo, que he sido profesor y funcionario de la enseñanza durante varios años, he tenido relación con miles de educadores de todo tipo. Los profesores capaces de llegar a casi todos sus estudiantes y de estimular su curiosidad intelectual natural, los más profesionales en el cumplimiento de su deber y los más populares entre los estudiantes eran, sin excepción, los que manifestaban menos rasgos autoritarios. Solían ser sobre todo los que menos dicotomizaban sus clases según pautas "convencionales". Nunca supe que ninguno de estos profesores de gran nivel pedagógico clasificase a los estudiantes en buenos y malos, inteligentes y tontos, maduros e inmaduros, problemáticos y bien adaptados, o cualquier otro tipo de clasificación ideada por conveniencia de los profesores. Estos educadores superiores eran algo excepcional, y he conocido a muy pocos, desde luego, pero existían, y todo estudiante que haya estado un tiempo dentro del sistema educativo de nuestro país, tiene que haber tenido unos cuantos profesores más o menos parecidos a éstos. Eran los que nunca favorecían a ningún grupo de estudiantes frente a otro. Estos profesores Sin Límites parecían más bien abiertos a todos los estudiantes, fuese cual fuese su nivel de desarrollo. Los estudiantes de élite y los que estaban continuamente oponiéndose al sistema consideraban a estos profesores favorables a su causa. Los estudiantes con problemas de asistencia les consideraban sus defensores. Lo mismo los que sacaban sobresalientes y matrículas. Los miembros del consejo estudiantil charlaban con ellos después de clase y también lo hacían los alumnos más revoltosos. En otras palabras, estos profesores destacados parecían tener la cualidad infantil de estar abiertos a todo. En consecuencia, todos los estudiantes, independientemente de sus aficiones, sus ideas o sus tendencias, seguían a esos profesores y les consideraban amigos especiales.

El don infantil de estar abierto a diferentes puntos de vista, de mostrarse tolerante con las diferencias de otros, adultos o niños, y negarse a clasificar a la gente en categorías, significaba, claro está, que estos profesores excepcionales habían superado el pensamiento dicotómico y autoritario y enfocaban básicamente el mundo de un modo abierto y holístico.

Puede que haya pasado usted por un sistema educativo "normal" sin grandes problemas, pero aun en el caso de que tuviera usted mucho "éxito", apuesto a que jamás creyó realmente en él; a que solía usted sentirse aburrido y asustado por la posibilidad de ser un "revoltoso" al que jamás escuchaba y sometía y reprimía diariamente un sistema que premiaba la conformidad y castigaba el individualismo. Aun en ese caso, fuera de su experiencia escolar, tiene que haber adquirido usted alguna idea del gozo que significa aprender y pensar por uno mismo, probablemente debido a alguno de los pocos profesores Sin Límites que le tocaron. De ellos debe haber aprendido, si lo piensa con detenimiento, que convertirse en una persona Sin Límites supone superar gran parte de su educación formal y enfocar sinceramente lo que realmente le importa en la vida. Significa aceptar que las escuelas no están sencillamente organizadas para enseñar a los niños a ser todo lo plenamente humanos que puedan llegar a ser. Significa reconocer que en el sistema escolar ideal no deberían existir notas, ni niveles mínimos ni engaños. ¿Cómo iba usted a engañar si aprendiese para sí mismo en vez de aprender para competir con otros? ¿Cómo iba usted a hacer trampas si su objetivo fuese llegar a ser lo más culto y sano posible? Nadie que pudiera ayudarle a usted a aprender, nada que pudiera hacer usted para convertirse en una persona más culta, podría hacerle a usted un "mentiroso". Las notas, los exámenes, los niveles mínimos y otras medidas externas de "éxito" no tendrían sentido en un sistema de orientación humanística en el que los individuos se interesasen por aprender a ser felices, espontáneos y originales y a desarrollar plenamente su vida. El trabajo de curso en un colegio ideal estaría destinado a enseñar a los alumnos a pensar por sí mismos, a no temer el fracaso, a llegar a ser capaces de hacer cualquier cosa, en vez de especializarse rígidamente en hacer una u otra, a no hundirse en la neurosis; en suma, a ser un ser humano feliz. Las escuelas ideales considerarían como misión primordial la educación integral del niño. Los profesores impulsarían a los niños a convertirse en todo lo que pudiesen convertirse, en vez de obligarles a ser reprimidos, conformistas o "adultos" en su carácter.

Las escuelas no tienen por qué ser lugares permisivos con actitudes o ambientes completamente liberales, sino que deben convertirse en lugares de interés y de trabajo, con profesores que comprendan que enseñar a los individuos a estimarse a sí mismos, a considerar positiva su curiosidad natural y a controlar sus propias vidas, debe merecer la misma atención por lo menos que la geometría, la gramática o cualquier otra asignatura que la tradición emplaza exclusivamente en el sector intelectual o académico de la educación.

"iPero -quizá se diga usted- no hay ningún colegio ideal como ese del que habla usted en ninguna parte del mundo, y probablemente no lo haya nunca. Esos profesores Sin Límites... recuerdo algunos que eran así, pero eso fue hace mucho tiempo."

Alto. Ese colegio ideal del que hablo está en su propia cabeza. Ahora es usted plenamente humano. Ha llegado a este mundo como una persona completa, sea quien sea y tenga la edad que tenga. Esté usted aún en algún tipo de escuela o no lo esté, puede empezar a superar hoy los efectos destructivos de su educación formal, admitiendo que no le servirá de nada sentarse ahora a lamentar lo que le hizo "el sistema" cuando era niño. Lo que puede hacer ahora es no seguir dejando que esas antiguas experiencias negativas le aplasten, superar los efectos acumulativos empezando hoy y recordar a esos escasos profesores Sin Límites y recordando el tipo de educación que ellos propiciaban. No olvide que aún hay en su interior un niño que sobrevivió a esas terribles presiones, a esas tácticas abusivas y a las represiones artificiales que le impuso aquel sistema. Y como ese niño superviviente tiene conciencia ya de los elementos negativos además de tenerla de los beneficios, en lo que respecta a la educación escolar, combatirá con más fuerza que nunca esos elementos negativos e insistirá en que quiere aprender, pero sólo dejándose guiar por su propia curiosidad natural y por su voluntad y su conveniencia. El niño sabe que usted no puede alterar el pasado, sólo puede decidir no continuar reprimiéndose a sí mismo tal como le enseñaron a hacer en otros tiempos. Si se esfuerza por volver a ser aquel niño, sólo que esta vez dejándole actuar desde la fuerza y no desde la debilidad, ello le enseñará a encauzar sus emociones, a pensar por sí mismo, a formular y responder preguntas que son importantes para usted o que le fascinan, de modo que pueda vivir eficazmente en cualquier situación, y pensar y sentir de modo positivo en su vida. Podrá usted entonces vivir el resto de su vida como un individuo verdaderamente cultivado y feliz.

Wayne Dyer

 

 

 

 

 

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