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  El cuerpo inconsciente   

 

Usted puede darse la orden de ponerse de pie y realizar la acción, pero normalmente no puede ordenarse salivar, ni que su corazón lata más deprisa ni activar su sistema inmunológico de la misma manera. Estas últimas funciones forman parte de lo que se conoce como sistema nervioso autónomo y por regla general se consideran inconscientes. Esto sólo significa que no podemos influir en ellas mediante las palabras. Las imágenes son otra cuestión.

Trate de decirse: «Quiero salivar». ¿Funciona? Ahora pruebe con una imagen: imagínese un enorme limón muy jugoso y ácido; usted sorbe el ácido zumo que le llega a todos los rincones de la boca, y la cara se le arruga. ¿Hay saliva?

¿Y qué tal si desea relajarse? Decirse a sí mismo: «Debo relajarme», suele tener el efecto contrario al deseado en los latidos del corazón, el ritmo metabólico y la presión arterial, mientras usted aprieta los dientes e intenta relajarse. Pero imagínese sentado tranquilamente en la ribera soleada de un río de agua clara, en la que se zambulle a dar unas cuantas brazadas antes de tumbarse al sol y dejar que el calor penetre en su cuerpo húmedo. Si se ha imaginado esto con nitidez, habrá hecho maravillas con todos sus indicadores fisiológicos de estrés. El sistema nervioso autónomo no suele hacer mucho caso de las instrucciones verbales, pero le gustan las imágenes.

En la curación de enfermedades, las imágenes se pueden usar para recibir mensajes del cuerpo sobre qué es lo que va mal; además, se pueden crear imágenes que transformen el funcionamiento del sistema nervioso autónomo. Se ha comprobado que las imágenes de los pacientes de cáncer, por ejemplo, permiten a los médicos predecir el ritmo de crecimiento de los tumores y efectuar un pronóstico; los médicos también han descubierto que ayudar a los pacientes a cambiar sus imágenes es una forma más o menos directa de estimular la capacidad natural del cuerpo para curarse a sí mismo.

No sólo el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, sino incluso nuestra postura y forma de caminar son una expresión de nuestras imágenes inconscientes y, por lo común, no están bajo nuestro control consciente debido a su carácter del todo habitual. Seguramente se habrá fijado en que si observa la postura o el movimiento de otra persona, con frecuencia puede adivinar con bastante acierto qué imagen tiene de sí misma. Y, como en el caso del sistema nervioso autónomo, si cambiamos nuestras imágenes interiores, el cuerpo tiende a hacer lo mismo.

D. Glouberman

 

 

 

 

 

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