Lectura y alpinismo  

 

Que la educación formal tradicional sea preponderantemente lingüística no significa que en tal línea esté perfectamente evolucionada. De hecho, nos parece que la lectura y la comunicación oral están en franco deterioro.

Es indudable que estamos permanentemente sometidos a la influencia externa. Y tampoco es una novedad que los cambios en lo externo producen efectos neurofisiológicos. Es algo elemental. Ahora bien, si encaramos un proceso de aprendizaje, consideramos poco productivo enfocarnos solamente en el aspecto externo, confiando únicamente en la influencia que ejerce en nuestro psiquismo el ambiente enriquecido; y esto incluiría cualquier clase de condición externa, desde la decoración de una sala hasta los textos mejorados.

Uno puede seguir la consigna de William James: haz como si y estarás experimentando un cambio interno en tal dirección. Pero, ¿Cuán profundo se puede ir en esta senda? No nos cuestionamos nada, no desarrollamos ninguna habilidad y, de hecho, continuamos siendo tan negligentes como siempre. Caníbal con tecnología, ¿no sigue siendo caníbal? Comenzamos por un simulacro, y si obtenemos ciertos resultados deseables asumimos la impostura como a la panacea.

Pero si únicamente cambiamos por la influencia externa o superficial nos volvemos dependientes de la estabilidad de las condiciones externas; las que pocas veces controlamos. Por ejemplo: si la educación formal fomenta que los estudiantes aprendan contenidos mediante textos generosísimos en ayudas entonces tenemos que, a cambio de ayudarles a aprender los contenidos estamos descuidando el proceso elemental: el trabajo intelectual de la lectura, tal cual la civilización humana practicó durante siglos. ¿Cómo podría leer bien quien sólo entiende un texto si se le ayuda a entenderlo?

Veámoslo de otra manera ¿Qué recepción tiene un docente que da clases con los mismos recursos didácticos que podemos hallar plasmados en un texto de hace 50 años atrás? Lo que habitualmente se dice es: “Es anticuado. No es ágil, no sabe interesarme. Prefiero quedarme en casa leyendo el texto.” El problema con esto es que si no toleramos el proceso didáctico del profesor ¿con qué garantías contamos de que podremos tolerarlo en un texto? Verdaderamente con ninguna. Si únicamente podemos leer textos ágiles y repletos de ayudas, que nos atrapen, entonces estamos fregados con los libros escritos a la vieja usanza (la mayoría).

La educación formal no debiera ser unilateralmente lingüística ni tampoco debiéramos asumir que en esa línea está suficientemente desarrollada. Los estudiantes necesitan leer mejor, mucho antes de que se les ayude a aprender los contenidos. Y no tenemos cubierta esa necesidad con una asignatura ni está incorporada en las materias, al menos no con éxito.

La lectura verdadera tiene como condición esencial el interés activo, la autodisciplina de la lectura se desarrolla conscientemente. Cuando se lee de verdad se sabe cómo aprender; y cuando sólo se aprende con textos de fácil lectura muy probablemente es porque no se sabe leer bien.

La lectura verdadera tiene la misma dificultad que el alpinismo, hay que escalar y superar los desafíos; de nada sirve practicar alpinismo en un terreno totalmente llano: ante una verdadera montaña que deseemos escalar descubriremos que no tenemos suficiente destreza desarrollada. Es posible que una exageración de montañismo real termine apabullando, pero no es difícil planificar una graduación.

Los resultados que obtenemos responden a los intereses que priorizamos. Las consecuencias colaterales también. Y lo urgente puede imponerse a lo importante hasta que lo importante se encuentre en serio peligro; la historia y la actualidad brindan ejemplos que ni se necesitan nombrar.

La verdadera lectura es más importante que los contenidos, pero la asimilación de los contenidos responde a una urgencia universal y permanente: adquirir conocimientos. Pareciera que sólo podemos encarar una cosa u otra, o habilidad o conocimientos, pero no a ambas. Pues bien, consideramos que eso es totalmente falso.

Si los intereses aplicados derivan en los resultados y consecuencias que obtenemos, no estaría errado analizar los intereses para acomodarlos en una perspectiva más responsable. Con más énfasis en practicar la propia habilidad para escalar textos y alcanzar conocimientos difícilmente perdamos de vista lo urgente: estaremos a la altura de las necesidades, tanto de conocer como de saber cómo hacerlo.

Patricio Jorge Vargas Gil
 

 

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Última modificación de la página:17/12/2007

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