El líder, ¿Para qué?
El verdadero líder es congruente y consistente, lo
que piensa, lo dice y lo hace, y está profundamente convencido de su
misión y de su vocación de servicio.
Concepto generalizado
Para muchas personas, el concepto del líder está fuertemente
vinculado con la significación del verbo inglés "to lead" cuya
traducción es "llevar, conducir, tener el mando, guiar".
Por tanto, el líder es la persona con habilidades y carismas que
sabe conducir a los demás, que tiene capacidad de arrastre. Es
decir, esta extendida significación está basada sólo en lo
fenoménico, lo que aparece y se manifiesta a los sentidos de quienes
observan el desempeño del líder, pero sin tomar en cuenta el
propósito que lo anima ni el fin que lo motiva.
Así, sin entrar en más análisis, se considera a un líder como el que
tiene el poder de convencer a otros y hacer que lo sigan. No importa
mucho cómo logra "convencer" a sus seguidores, sino el solo hecho de
contar con lo que se llama "el arrastre".
Con este limitado enfoque, muchos admiran a gentes que han logrado
escalar posiciones y llegar a metas y no han tenido escrúpulos de
manipular y usar a sus seguidores para fines protagónicos, para
hacer prevalecer ideologías destructivas, para satisfacer intereses
económicos de grupos o para escalar posiciones políticas.
Así, pues, los que sólo consideran el liderazgo en su aspecto
exterior y fenoménico como la capacidad de tener seguidores, son los
que, sin hacer distinción alguna ponen en la lista de líderes, a
Moisés, Nabucodonosor, San Francisco de Asís, Hitler, Jesús de
Nazareth, Stalin, Ghandi, Napoleón y Martin Luther King, entre otros
muchos.
El líder Maquiavélico
Dentro de la literatura sobre el liderazgo, se ha hecho tristemente
famoso el escritor y diplomático florentino Nicolás Maquiavelo,
quien en su obra "El Príncipe", proporciona una serie de consejos
para el líder político de éxito, entendiendo éxito como la habilidad
de conquistar el poder y conservarlo, ya que según el autor, "la
única vergüenza del príncipe es perder el poder".
Para Maquiavelo, el poder no es precisamente un medio de servicio a
la comunidad sino un fin en sí mismo, de tal modo que todo lo demás
resulta medio o instrumento, incluso las mismas personas humanas.
Afirma en uno de sus discursos: "Cuando se trata de salvar a la
Patria hay que olvidarse de la justicia y de la injusticia, de la
piedad o de la crueldad, de la alabanza o del oprobio y dejando toda
consideración ulterior, es necesario salvar a la Patria, con gloria
o ignominia". Es conveniente no confundirse, porque al hablar de
patria podríamos pensar en algo noble en esta afirmación, pero, en
verdad, para el autor la patria es la razón de estado, la
conveniencia del príncipe, del soberano que representa y personifica
a la Patria.
Maquiavelo tenía un concepto pesimista de la gente y por eso
recomendaba al príncipe que es mejor ser temido que amado, por lo
que la acción del líder no se debe basar en el amor sino en la
capacidad de hacerse obedecer por la intimidación y la amenaza de
castigos y represalias.
En la práctica ha habido y hay líderes por todas partes que,
conociendo o no a Maquiavelo, en la práctica siguen y aplican sus
consejos. Para ellos, basta ser carismático por naturaleza o
aprender las habilidades y mañas para saber manipular. Para este
tipo de líderes la gente no es importante, lo importante son sus
intereses particulares y no ve a los demás como personas sino como
medios o recursos, a los que amorfamente trata como masas. Se trata
de seducir, conmover e impresionar, no tiene por que ocuparse de
pensar en la moralidad de su actuación como líder, porque lo bueno y
lo malo son indiferentes para él. Sólo le interesa el poder para
dominar y usar a la gente.
No hay liderazgo sin autoridad
Tanto en las relaciones políticas como en las administrativas, es
cada vez más aceptado el hecho de que la efectividad del liderazgo
requiere más autoridad que poder. El poder implica fuerza para
imponerse, carácter coactivo, ya que con él se obtiene que los demás
hagan algo, aunque no sea de manera voluntaria. La autoridad, en
cambio, es la habilidad de lograr que otros actúen libremente pero
por la influencia personal del líder.
El liderazgo, por tanto, debe basarse más en la autoridad y contar
con la participación entusiasta y convencida de la gente. Rasgo
fundamental de este tipo de liderazgo es que la autoridad se concibe
y se practica siempre como un servicio que atiende las legítimas
necesidades de los seguidores para su crecimiento y desarrollo como
personas humanas.
Etimológicamante, autoridad quiere decir dejar crecer, permitir que
los demás se desarrollen. Agregaríamos promover el crecimiento, a
grado tal que un buen líder genera más líderes, todos ellos con
espíritu de servicio y vocación para el bien común.
Para qué el líder
Para la libertad, la responsabilidad y el compromiso. Para toda
causa cuyo fin sea el respeto a la dignidad del ser humano, el
desarrollo pleno de sus potencialidades, el fomento de la
solidaridad, de la justicia y de la paz.
Basta ya de falsos líderes que medran con la ignorancia y la
pobreza, que manipulan, engañan, mediatizan y corrompen. Ya estamos
hartos de liderzuelos que con la boca dicen maravillas y con sus
actos desmienten sus palabras, Ghandi solía decir: "¡Ay de aquél
cuyas palabras sean más grandes que sus obras!".
El verdadero líder es congruente y consistente, lo que piensa, lo
dice y lo hace, y está tan profundamente convencido de su misión y
de su vocación de servicio, que pone toda su voluntad y su esfuerzo
en la tarea de dirigir, alentar e inspirar a su seguidores. No es
acomodaticio ni "pragmático", aunque sí tiene el talento de saber
aprovechar las oportunidades y tener la flexibilidad necesaria para
modificar estrategias, cuidando en todo momento de ser fiel a los
principios y valores que ennoblecen y dan sentido a su misión.
El verdadero líder, en fin, es un agente transformador, es una
fuerza de progreso y mejoramiento, es un educador que ayuda a formar
a más educadores que vayan abriendo mentes y convirtiendo corazones
para continuar y acelerar la infatigable tarea de ir cambiando a los
hombres, las organizaciones y las instituciones sociales, a fin de
realizar los valores personales y sociales de paz, justicia,
solidaridad, bienestar y bien ser. Su punto de partida y su punto de
llegada y la brújula que lo guía en todo momento en el ejercicio de
su liderazgo es la convicción profunda en la dignidad de la persona
humana y la voluntad enérgica de luchar por su promoción y
desarrollo.
Victor M. Arjona Barbosa
Fuente:
http://www.bumeran.com.ve/
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