La mente, los estados funcionales globales del cerebro y
las imágenes sensomotoras
Al abordar la mente desde un punto de vista científico, es
necesario considerar algunas pautas básicas. Como este libro no pretende ser una
novela detectivesca, daré algunas definiciones del término mente o "estado
mental", que demarquen los conceptos que vamos a utilizar. Desde mi perspectiva
monista, el cerebro y la mente son eventos inseparables. Igual importancia que
lo anterior tiene entender que la "mente", o el estado mental, constituye tan
sólo uno de los grandes estados funcionales generados por el cerebro. Los
estados mentales conscientes pertenecen a una clase de estados funcionales del
cerebro en los que se generan imágenes cognitivas sensomotoras, incluyendo la
autoconciencia. Al hablar de imágenes sensomotoras, no sólo me refiero a las
visuales, sino a la conjunción o enlace de toda información sensorial capaz de
producir un estado que pueda resultar en una acción. Por ejemplo, imaginemos que
sentimos picazón en la espalda en un sitio que no podemos ver, pero que genera
una "imagen" interna con determinada idealización en el cuerpo y simultáneamente
una actitud de lo que debemos hacer: ¡RASCARNOS! Esto es una imagen sensomotora.
La generación de estas imágenes no constituye un mero reflejo, porque ocurre en
el contexto de lo que el animal está haciendo entretanto. Por razones obvias, a
un perro no se le ocurriría rascarse con una pata mientras la pata opuesta está
en el aire. El contexto es, pues, tan importante como el contenido, en la
generación de imágenes sensomotoras y en la formulación premotora.
Es importante recordar que en el cerebro ocurren otros estados funcionales que,
aunque utilizan el mismo espacio en la masa cerebral que las imágenes
sensomotoras, no generan conciencia. Entre éstos se incluye el estar dormido,
drogado o anestesiado, o sufrir una crisis epiléptica generalizada. En estos
estados cerebrales, la conciencia desaparece y todas las memorias y sentimientos
se funden en la nada y, sin embargo, el cerebro sigue funcionando con los mismos
requisitos normales de oxigeno y nutrientes, aunque no genera ningún tipo de
conciencia, ni siquiera de la propia existencia (autoconciencia). No genera
preocupaciones, esperanzas o temores — es el olvido total. Sin embargo,
considero que el estado cerebral global conocido como soñar es también un estado
cognoscitivo, aunque no lo es con relación a la realidad externa coexistente,
dado que no está modulado por los sentidos (Llinás y Paré, 1991). Tal estado es
generado o a partir de las experiencias pasadas almacenadas en el cerebro, o por
el trabajo intrínseco del mismo cerebro. Otro ejemplo de estado cerebral global
es aquél que se conoce como "sueño lúcido" (La Berge y Rheingold, 1990), durante
el cual la persona es consciente del hecho de que está soñando.
En resumen, el cerebro es algo más que el litro y medio de materia grisácea e
inerte que ocasionalmente se ve como un encurtido en frascos, sobre algún
estante polvoriento de laboratorio. Por el contrario, el cerebro debe
considerarse como una entidad viva que genera una actividad eléctrica definida.
Tal actividad podría describirse como tormentas eléctricas "autocontroladas" o,
si adoptamos el término de uno de los pioneros de la neurociencia, Charles
Sherrington, como un "telar mágico" (1941, p. 225). En el contexto amplio de las
redes neuronales, dicha actividad es la mente.
La mente es codimensional con el cerebro y lo ocupa todo, hasta en sus más
recónditos repliegues. Pero al igual que las tormentas eléctricas, la mente no
representa simultáneamente todas las posibles tormentas, sino sólo aquéllas que
son isomorfas (que coinciden con la representación del mundo externo) con el
estado del mundo que nos rodea tal como lo observamos cuando estamos despiertos.
Al soñar, liberado de la tiranía de los sentidos, el sistema genera tormentas
intrínsecas que crean mundos posibles - quizás - en gran medida como lo hacemos
cuando pensamos.
El cerebro vivo, o sus tormentas eléctricas, son descripciones que representan
aspectos distintos de una misma cosa: el estado funcional de las neuronas. Hoy
en día se emplean metáforas alusivas a la función del sistema nervioso central,
derivadas del mundo de los computadores, tales como que "el cerebro es el
hardware y la mente es el software" (ver la discusión de Block, 1995). Creo que
este uso del lenguaje es completamente inadecuado. Como la mente coincide con
los estados funcionales del cerebro, el hardware y el software se entrelazan en
unidades funcionales, que no son otra cosa que las neuronas. La actividad
neuronal constituye simultáneamente "el comer y lo comido".
Antes de volver a nuestra discusión sobre la mente, pensemos de nuevo en el
pequeño punto de picazón en la espalda, en particular en el momento en el cual
se genera la imagen sensomotora — antes de efectuar el evento motor de rascarse.
¿Puede el lector reconocer el sentido de lo futuro, inherente a las imágenes
sensomotoras, el impulso hacia la acción por realizarse? Se trata de un punto de
gran importancia que constituye uno de los pilares ancestralmente fundamentales
de la mente. En los albores de la evolución biológica encontramos ya este
impulso, esta fuerza directriz, esta intencionalidad que desemboca en las
imágenes sensomotoras y, en última instancia, en la mente y en el yo. Mas aún,
el titulo del libro habla de "el mito del yo". Para mi tal mito es la existencia
de un yo separable de la función cerebral. Si dijéramos "el cerebro nos engaña"
la implicación sería que mi cerebro y yo somos cosas diferentes. La tesis
central de este libro es que el yo es un estado funcional del cerebro y nada más
ni nada menos.
Continuemos la discusión con un poco más de precisión. Propongo que el estado
mental, represente o no (como en los sueños o en lo imaginario) la realidad
externa, ha evolucionado como un instrumento que implementa las interacciones
predictivas y/o intencionales entre un organismo vivo y su medio ambiente. Para
que tales transacciones tengan éxito, se requiere un instrumento "precableado",
genéticamente transmitido, que genere imágenes internas del mundo externo, que
puedan compararse con la información que éste nos proporciona a través de los
sentidos. Además, estas imágenes internas deben cambiar continuamente, a la
misma velocidad con que cambia la información sensorial proveniente del mundo
externo, y todo esto debe realizarse en tiempo real. Por percepción se enriende
la validación de las imágenes sensomotoras generadas internamente por medio de
la información sensorial, que se procesa en tiempo real y que llega desde el
entorno que rodea al animal. La base de la predicción —que es la expectativa de
eventos por venir— es la percepción. La predicción, función tan radicalmente
diferente del reflejo, constituye la verdadera entraña de la función cerebral.
Rodolfo Llinás, El cerebro y el mito del yo
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Última modificación de la página:16/06/2011
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