La Voluntad Persistente  

 

Una de las características de la Voluntad positiva es la cualidad de la persistencia, esa cualidad que se manifiesta en la decisión, firmeza y constancia en plantear y perseguir el designio, proyecto o curso comenzado y emprendido; perseverancia frente a los obstáculos y desalientos; determinación y decisión frente a la oposición o la intriga. Estabilidad; decisión; perseverancia; fijeza de propósito; tenacidad; estos son los términos aplicados a la Voluntad persistente. La Persistencia combina las cualidades de Continuidad y firmeza. La voluntad hostiga de cerca la labor; se aferra allí firmemente y se mantiene hasta la obtención del triunfo.

El éxito depende muchas veces de la capacidad para obtenerlo. Más de un hombre ha sostenido una valerosa lucha; pero, falto de Persistencia, ha cejado en sus esfuerzos antes de efectuarse el cambio de cosas, y ha caído derrotado, no por sus rivales ni por las circunstancias, sino por sí mismo.

El individuo persistente tiene por lema: “Cuando se introduzca uno en un lugar tenebroso, y todo parezca ir contra él, hasta el punto de hacerle pensar que no puede permanecer allí, guárdese bien de hacerlo, pues es precisamente el lugar y tiempo en que las cosas van a variar.”

Un antiguo proverbio dice: “El éxito estriba en sufrir un momento más.”
G. Kennan escribe: “En este mundo, el espíritu humano, con su fuerza dominadora, la Voluntad, puede y debiera ser superior a todas las sensaciones corporales y a todos los accidentes circundantes. Debemos no tan solamente sentir, sino enseñar, por nuestra literatura, que en la batalla de la vida es una noble cosa, y una heroica cosa, morir luchando.”

Debiera haber añadido que la muerte no sigue necesariamente a semejantes luchas; por una de las extrañas paradojas de la vida, el que se decide a morir por una causa digna, con frecuencia vence en su lugar a la vida. La Voluntad de morir antes que rendirse proporciona con frecuencia el triunfo. El destino es hembra; manténgase con ella una actitud propia y su ceño se convertirá en sonrisa; esto conduce a librarse de sus inoportunidades.

Como escribió D’Alembert en cierta ocasión: “¡Adelante, señor, adelante! Las dificultades con que usted tropiece se resolverán a medida que usted avance. Prosiga usted y brillará la luz y alumbrará su camino con creciente claridad.”

La historia nos ofrece numerosos ejemplos de hombres que persisten y obtienen una victoria de una aparente derrota. La persistente aplicación es una de las cualidades características de todos los hombres que han sobresalido. Carlyle la poseía. Terminó su gran obra La Revolución Francesa después de muchos años de ardua labor y cuidadosas investigaciones. Poco tiempo antes de dada a la imprenta, dejó el manuscrito sobre una mesa. Cayó al suelo, y la doméstica lo echo al fuego creyendo que se trataba de papeles inútiles. Aquel hombre no se dejó influir por el desaliento; al contrario, empezó de nuevo su tarea y volvió a escribir el libro, que es hoy un monumento erigido a su genio... y a su persistencia. Andubon, el gran naturalista, experimentó algo parecido. Después de haber pasado varios años en los bosques, dibujando e iluminando más de doscientas láminas de aves raras, las hormigas destruyeron su obra en una noche. A este propósito escribió lo siguiente: “Una punzante llama atravesó mi cerebro como una flecha de fuego, y durante varias semanas yací postrado en el lecho presa de fiebre. Por fin las fuerzas física y moral despertaron en mí. Tomé de nuevo mi escopeta, mi mochila, mi álbum y mis lápices, y penetré otra vez en la profundidad de las selvas.” El resultado de su persistente Voluntad fue lo que le capacitó para dar a luz su hermoso trabajo sobre las aves, cuyos ejemplares hoy valen millares de pesetas.

Napoleón, en cierta ocasión, mientras estaba en París esperando un empleo en el ejército, se vio tan agobiado por la desesperación y la pobreza que se encaminó al río para precipitarse en él, sintiéndose fracasado. Sin embargo, su Voluntad manifestó que conservaba un fondo de reserva, y retrocedió lleno de un nuevo deseo, un deseo de Vida y de Conquista. Pocos días después tenia su nombramiento; el mundo sabe el resto de su historia.

Casi todos los grandes escritores, pintores y músicos han adquirido la celebridad tan solamente merced al poder de la Voluntad Persistente. La relación de las privaciones y luchas de algunos de los grandes hombres en todas las esferas, es una continua enumeración de la Voluntad Persistente en lucha contra la aparente decepción. Como dijo una vez H. Ward Beecher: “Es la derrota la que convierte los huesos en roca y los músculos en granito y hace invencibles a los hombres, y forma esas heroicas naturalezas, que están en ascendencia en el mundo. No se tema, pues, a la derrota. Jamás se está tan cerca de la victoria como cuando uno es derrotado por una buena causa.”

Según afirma el Dr. Cuyler: “Es asombroso el número de hombres a quienes falta el poder de perseverar hasta conseguir un fin. Pueden tener un súbito arranque; pero no tienen constancia para mantenerlo. Se desaniman con facilidad; proceden en tanto que todo va suavemente pero si encuentran fricción, pierden el ánimo. Dependen de más fuertes personalidades por su espíritu y fuerza. Carecen de independencia y de originalidad. Tan sólo se atreven a hacer lo que otros hacen. No se apartan osadamente de las masas para obrar impávidamente.”

Disraeli, después lord Beaconsfield y primer ministro de Inglaterra, manifestó desde un principio su voluntad persistente. Era judío, y tuvo que luchar en los primeros tiempos contra el prejuicio de que es victima su raza, a más de la usual oposición que encuentra todo joven que aspira a brillar. Su primer discurso en el parlamento fue un fracaso; vióse interrumpido varias veces con toses y siseos y tuvo que sentarse. Pero antes hubo de encararse con sus interruptores y exclamó con acento amargo y retador: “Ustedes pueden imponerme silencio ahora y negarse a escucharme; pero vendrá un día en que les obligaré a oírme, y escucharán ustedes religiosamente lo que tenga que decirles.”

Y así fue, ya que después gobernó a los mismos que le siseaban, y entonces se inclinaron ante su voluntad.

Balzac, luchando con la miseria, escribió cuarenta novelas antes de adquirir un nombre. Sus amigos le ostigaban diciéndole que en literatura el hombre debe ser un mendigo o un rey. “Muy bien -replicó él-; yo quiero ser un rey”. Balzac está hoy a la cabeza de los escritores franceses.

Su compatriota y colega Zola, sostuvo también una ruda lucha contra la pobreza y la indiferencia del público. Vivía en una buhardilla y con frecuencia carecía del necesario alimento para sostener la salud y la fuerza. Hablando de ese período de su vida dice: “Con frecuencia soportaba el hambre por tanto tiempo que creía perecer de inanición. Apenas si comía algún plato caliente de un mes a otro, y, durante dos días, me mantuve con tres manzanas. Fuego, aun en las noches más frías, era un lujo sólo para soñarlo, y me conceptuaba el hombre más afortunado de París cuando podía agenciarme una bujía, a la luz de la cual pudiera estudiar por la noche. Emerson una vez se vio privado de la lectura del segundo tomo de una obra que le interesaba por carecer de cinco centavos, precio del alquiler en la librería ambulante. Pero pasó Emerson por varios trances como éste, y le ocurrieron muchos, que fijaron en su mente el valor de la persistencia; y años después escribía: “No conozco cetro e insignia de una mente soberana que sean tan incuestionables como la tenacidad de propósito, que, a través de todos los cambios de compañía, de partido o de fortuna, jamás cambia, no se doblega por flaqueza de corazón ni pérdida de esperanza, sino que combate toda oposición y arriba al puerto.”

John Hunter, el famoso anatomista, no supo leer y escribir hasta después de su mayor edad; y a pesar de esta dificultad, persistió, educose a sí mismo, y luchó hasta graduarse en su facultad, ya en edad madura. Stephenson, el gran ingeniero, aprendió a leer y escribir en las mismas condiciones. Diew era un joven ignorante y se vio obligado a educarse por sí mismo; pero, como él decía: “Era aquél un sendero lleno de abrojos; mas yo determiné, como quiera que fuese, penetrar en él, y en consecuencia, empecé a cruzarlo.”

“Genio es paciencia –ha dicho sir H. Davy-; lo que soy lo debo a mi Persistencia.”
Más de un grande hombre ha alcanzado el codiciado premio ya en su edad madura o en la vejez. Los débiles se salen de la raza; sólo los persistentes permanecen en ella. J. Hunter ha dicho: “¿Es uno a quien las dificultades descorazonan, que se doblega a los impulsos del huracán? Ese hará muy poca cosa. ¿Es uno que quiere vencer? Los hombres de este temple jamás fracasan.”

Fothergill cuenta la siguiente historia de un hombre vencedor: “La historia de Ricardo Arkwrigt, el tejedor de algodón, es de las más instructivas. Jamás fue a la escuela y era aprendiz de un barbero y confeccionador de postizos. El uso de algunos de éstos pasó de moda, y 1a navaja, por sí sola no bastaba para la vida. Pero Arkwrigt, mientras rapaba barbas, acariciaba el invento de una máquina de hilar, y postergándolo para mejor ocasión volvió su atención al cosido de la ropa. Por fin pudo adquirir la patente del invento, perfeccionándolo después, para encontrarse con la más viva oposición como inventor de una máquina de coser. Después los industriales le declararon la guerra y no quisieron comprarle sus máquinas; pero aprovechándose de su invento y rehusando pagarle sus derechos. Persevera Arkwrigt a pesar de todo, y venció toda combinación tramada en contra suya. A los cincuenta años estudió la gramática inglesa para expresarse con más corrección; llegó a ser magistrado del Derbyshire, y fue ennoblecido antes de morir. Nada podía detenerle; pero las dificultades que tuvo que vencer, hubiesen sido demasiado numerosas para un hombre de voluntad menos resuelta.”

“Está emperrado en eso”, como dicen las gentes del Yorkshire. Esta determinante, persistente e insuperable decisión es la que vence en más de una dura batalla. Se ha dicho de un famoso general que “era un loco que jamás se creía mal colocado”, y obrando en consecuencia, se mantenía impertérrito y seguro, obteniendo el triunfo la mayor parte de las veces. Y el triunfo definitivo es el que vale. Mil fracasos se perdonan y olvidan al que vence en la última y decisiva lucha.

Léase la obra titulada Hombres y mujeres que han hecho bien y se verá cómo han llegado a su objeto frente a mil dificultades y luego de muchas aparentes derrotas. Recórrase la lista: Cyrus Field, Thomas A. Edison, Richard Burton, F. B. Mossa, Frances Villard y otros muchos. En cada caso encontraremos la marcada significación de la Voluntad Persistente. La Persistencia es una de las esenciales cualidades de la Voluntad Positiva. Sin Persistencia, puede uno poseer todas las virtudes y todos los talentos; será siempre, y es necesario que lo sea, un hombre fracasado, un mero islote en el archipiélago de la Vida.

W. W. Atkinson, El poder de la voluntad (1922)

 


 

 

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