Agitar, Cogitar,
Vegetar
Una tarde en que realizábamos una sesión de terapia de
grupo, una paciente, Mary, estaba divagando sobre lo que hacer. Tenía
miedo de que su siguiente novio le pidiera que se casara con él. En
realidad, el problema era peor de lo que parecía: todavía no había roto
con su novio actual.
Dejamos que divagara sobre lo malo que sería el matrimonio con el nuevo
novio. Cuando hubo terminado, uno de los otros pacientes del grupo, que no
había prestado atención, preguntó:
- Mary, ¿cuándo te has casado? ¿Me he perdido algo?.- Mary respondió:
- Aún no me lo ha pedido.
Otro paciente, molesto por la constante inquietud que la mujer aportaba
al grupo, dijo:
- Mary, dile el nombre de tu nuevo novio.
- Todavía no lo conozco – respondió ella.
Aquella respuesta provocó risas y proporcionó un momento de alivio al
grupo. Sin embargo, para mi paciente la «fantasía real» de conocer y
enamorarse de otro hombre que la maltratara constituía una certeza.
Necesitó varios meses para interrumpir ese patrón de comportamiento
«buscador de terror»...
...Se trata de un patrón de comportamiento muy común: primero, agitarse
por la inquietud; luego cogitar, es decir, pensar en ello hasta que la
inquietud se convierte en miedo; y finalmente vegetar, es decir, quedar
paralizados por el terror.
Robert Frost afirmó: «La razón de que la preocupación mate a más gente que
el trabajo es que hay más gente que se preocupa que gente que trabaja».
Cuando uno tiene miedo no es productivo en el trabajo. Esto resulta
especialmente cierto cuando los temores son infundados. Puedo disparar a
un tigre al que veo, pero no puedo disparar a uno al que no veo. Con
frecuencia, los miedos que imagino son más grandes que la realidad a la
que he de enfrentarme.
Prácticamente cualquier cosa puede estimular la inquietud. La capacidad de
preocuparse se vincula con nuestro miedo a la aniquilación. Por
naturaleza, necesitamos tener miedo a los peligros que amenazan nuestra
existencia. De ahí que poseamos un mecanismo de «lucha o huida» programado
en nuestro organismo. Tenemos un mecanismo de defensa que nos permite huir
del peligro y que nos alerta automáticamente cuando se percibe el peligro.
El problema está en que algunos de nosotros no sabemos desconectarlo. Dado
que la naturaleza ha hecho que sea más difícil relajarse que alterarse,
resulta más fácil aprender a preocuparse que a tener confianza.
Ciertamente, es más fácil sentir miedo, o pavor, que tener fe y esperanza.
L. A. Tartaglia
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Última modificación de la página:08/04/2013
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