Artículo extraído de Solohijos.com
¿Qué puede aprender,
si acaba de nacer?
Acaba de nacer y ya es capaz de aprender los rudimentos del lenguaje
afectivo y de las emociones. Con su llanto nos levanta como un rayo para
ver qué le sucede, con su sonrisa nos conmueve el alma provocando nuestro
más profundo abrazo, con sus balbuceos nos lleva a diálogos ininteligibles
llenos de ta-ta-tas y gu-gu-gus. Nuestro bebé es un maestro en provocar
respuestas y nosotros podemos estar atentos y dispuestos a escuchar y
responder en cada momento de modo que aprenda cómo "conversar" con las
emociones y cuál es el lenguaje del afecto y del cariño. Porque nuestra
empatía hacia el bebé es el espejo emocional en el que él aprenderá a
mirarse. Ese será el modelo que incorporará a su personalidad. Esa será,
de algún modo, la manera en que "aprenderá a hablar" el lenguaje de las
emociones.
La familia es el primer modelo de afecto y cariño que el bebé tiene. En
ella encontrará reflejadas las conductas que más satisfacción y seguridad
le proporcionan: las respuestas a sus demandas y necesidades, las
demostraciones de cariño, los juegos, las caricias... Siendo el de las
emociones un lenguaje, debe ser aprendido en los primeros años de vida y,
preferentemente, en el seno de la familia. Los lenguajes que se aprenden
en la primera infancia son hablados con el acento adecuado y con mayor
fluidez y claridad.
El bebé, aunque extremadamente dependiente es altamente competente y está
excelentemente dotado para el aprendizaje emocional. Su gran necesidad de
afecto le lleva a recibir y responder a la conducta afectiva que predomina
en quienes conforman su entorno. Ese será el modelo que incorporará a su
personalidad. Esa será, de algún modo, la manera en que "aprenderá a
hablar" el lenguaje de las emociones. Conviene que revisemos la calidad y
la cantidad de nuestras respuestas emocionales y afectivas ante nuestro
bebé: ¿le atendemos siempre que lo necesita?, ¿estamos a su lado
explicándole los sucesos que le acontecen?, ¿respetamos su descanso y sus
tiempos de observación y descubrimiento?, ¿provocamos su risa y respetamos
sus llantos diciéndole que le queremos y que queremos ayudarle?
Para que un lenguaje sea comprendido debe ser primero oído. En este caso,
la empatía es la escucha emocional. Es el "oído del corazón". La empatía
es la capacidad para sintonizar emocionalmente con los demás y esta
capacidad, imprescindible para el buen desarrollo socio-emocional del
niño, debe ser adquirida por el bebé ya en sus primeros meses de vida.
Nuestra empatía hacia el bebé es el espejo emocional en el que él
aprenderá a mirarse y aprenderá a su vez cómo mostrarse empático.
Cuando nuestro bebé recién nacido llora reclamando atención y nuestra
respuesta es adecuada y oportuna, está recibiendo un mensaje vital: "eres
importante para mi y comprendo lo que te pasa". Con nuestra actitud, le
demostramos el amor que sentimos por él a la vez que le proporcionamos una
sensación de seguridad y de goce que ayudará a su mejor desarrollo y
crecimiento. En cambio, cuando reiteradamente obviamos los llantos de un
bebé, le estamos dando un mensaje contrario: "no me interesas lo
suficiente como para responderte o no comprendo lo que te sucede".
El primer año de vida de nuestro hijo está lleno de oportunidades en las
que el aprendizaje emocional es la base:
Cuando le amamantamos y mira nuestro rostro ¿está sonriente y comunicativo
o preocupado y silencioso?
Cuando le cambiamos o bañamos y nuestras manos tocan su delicado cuerpo,
¿lo hacemos despacio y con ternura, queriendo estimular el tacto a través
de su piel o apurados y fríos porque mil cosas nos esperan para ser
terminadas?
Cuando paseamos con él ¿le hablamos y explicamos las cosas que vamos
viendo o nos molestamos por tener que hacer cada día lo mismo?
Cuando está despierto ¿jugamos con él disfrutando del hecho de estar
juntos, enseñándole los juguetes, las texturas,
los colores, acompañándolo todo con mil sonrisas y mil palabras o le
dejamos en su cuna o en el parque con fríos objetos y una enorme soledad?
Nuestra presencia activa y constante interpreta para nuestro hijo el mundo
que le rodea, no sólo el mundo material de los objetos y las acciones,
también el mundo afectivo, lleno de códigos y requisitos, imprescindibles
todos ellos para una óptima adaptación al ambiente y a la cultura en la
que vivimos.
A continuación se exponen una serie de pautas que ayudarán a nuestro bebé
en su desarrollo emocional:
Acercarnos a él, hablándole de lo mucho que le queremos, de lo bien que
nos sentimos a su lado o de lo agradable que es cuidarle.
Despedirnos de él cuando nos vayamos dejándolo con otra persona y
saludarlo efusivamente cuando regresemos de modo que pueda comprender que
aunque nos vayamos, siempre regresamos.
Tenerlo en brazos a menudo demostrándole el cariño que sentimos por él.
Aprovechemos estos momentos para hablar de los propios sentimientos así
como de los de nuestro hijo. Aunque él no pueda expresarse mucho,
aprenderá que estamos dispuestos a escucharle y que los sentimientos
también se pueden expresar con palabras.
Jugar con él a poner caras graciosas, a hacer muecas divertidas animándole
a que nos imite. Jugar juntos a este juego frente a un espejo.
Hablarle de lo que sienten los otros niños en los momentos en que estamos
en grupo y hay otros niños cerca.
Permitir que el niño investigue, descubra, se equivoque y deba volver a
empezar. Así adquirirá la satisfacción de lograr cosas por sí mismo
Respetar los momentos en los que está solo jugando con un objeto y su
actitud refleja una gran concentración. Estos momentos son fundamentales
en el aprendizaje de los bebés. En ellos, su mente está actuando como una
esponja que absorbe todas y cada una de las características apreciadas a
la vez que le permite ampliar un tiempo de atención mantenida que deberá
ser cada vez un poco más largo.
Respetar la individualidad. Cada bebé es diferente y caer en las
comparaciones, ya sea entre hermanos o entre hijos de amigos, sólo traerá
frustración e inseguridad.
Ampliar el vínculo amoroso del bebé con sus padres. Mediante el juego, las
risas, las cosquillas, los paseos. Debemos dedicar tiempo, mucho tiempo a
nuestro bebé. Los padres somos las personas de referencia en las cuales
nuestro hijo aprende a mirarse. Procuremos que el tiempo que pase con
terceros sea el menor posible. Y cuidemos también muy bien quiénes son
esos terceros y cuál es su calidad emocional y afectiva.
Veamos el llanto como un lenguaje. Los bebés no lloran para amargarnos el
día, lloran porque no pueden hablar y contarnos lo que les sucede.
Festejemos la sonrisa de nuestro hijo. Comuniquemos la alegría de estar
juntos, de vivir y compartir días llenos de experiencias, no dejándonos
llevar por los problemas o las inseguridades. El buen humor y la alegría
nos ayudarán muchísimo en la crianza de nuestros hijos.
Dar a los hermanos espacio para el cuidado y la estimulación del pequeño.
Nadie puede hacer reír tanto a un bebé como su hermano.
No escatimes los elogios y alabanzas. Celebremos los errores como un
camino hacia el perfeccionamiento. Mantengámonos cerca cuando nuestro bebé
fracase y elogiémosle cuando triunfe. Estaremos construyendo así una buena
imagen de sí mismo a la vez que le mostramos que el problema no es
equivocarse, el problema es no querer volver a intentarlo.
Autora: Carmen Herrera García,
Profesora de Educación Infantil y Primaria
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Última modificación de la página:14/11/2007
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