Aprendiendo a
pensar
En toda discusión y debate sobre la enseñanza y el aprendizaje en nuestras
escuelas se ponen en contraposición dos sistemas de aprendizajes
diferentes. El primero de ellos es el mas común y tradicional y se
fundamenta en la provisión constante de gran cantidad de datos a los
alumnos. De esta manera, los alumnos pueden saber claramente quién
descubrió América, qué aportes hizo Newton a la física pero son totalmente
incapaces de aplicar estos conocimientos a su vida cotidiana pues en
principio no son útiles para la misma y por otro lado no enseñan a pensar.
El segundo de ellos propone justamente el enseñar a pensar mas que hacer
que el alumno acumule datos. Esta estrategia propone que no es tan
importante lo que el alumno sabe sino cómo utiliza lo que sabe para
resolver las dificultades que se le presentan en la vida diaria.
Seguidamente presentamos un breve relato histórico que corresponde a Neils
Bohr que ilustra este hecho. El mismo es relatado por uno de sus
profesores:
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de
ponerle una nota muy baja a un estudiante por la respuesta que había dado
en un problema de física, pese a que éste afirmaba completamente
convencido de que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y
fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: ¿Qué haría usted para determinar la
altura de un edificio con la ayuda de un barómetro?
El estudiante había respondido: "Lleve el barómetro a la azotea del
edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del
edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud
del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la
resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta, correcta
y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el
promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta y así certificar
su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante
tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos
para que me respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la
advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de
física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.
Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas
respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.
Me excusé por interrumpirlo y le rogué que continuara. En el minuto que le
quedaba escribió la siguiente respuesta:
‘Tome el barómetro y tírelo al suelo desde la azotea del edificio. Calcule
el tiempo de caída con un cronómetro.
Después se aplica la fórmula:
Altura = 0,5.g.T2
(Donde g es la aceleración de la gravedad y T es el tiempo que uno acaba
de calcular con el cronómetro)
‘Y así obtenemos la altura del edificio.
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar.
Le dio la nota más alta.”Tras abandonar el despacho, me reencontré con el
estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
‘Bueno’, respondió, ‘hay muchas maneras. Por ejemplo, tomás el barómetro
en un día soleado y medís la altura del barómetro y la longitud de su
sombra.
Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y
aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del
edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? ‘Sí, contestó, éste es un
procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En
este método, tomas el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio
en la planta baja. A medida que vas subiendo las escaleras, vas marcando
la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea.
Multiplicás al final la altura del barómetro por el número de marcas que
hiciste y ya tenés la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que uno quiere es un procedimiento más sofisticado,
puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo.
Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la
gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la
gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la
perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando
una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la
altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atás el barómetro a una cuerda y lo
descolgás desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo podés
calcular la altura midiendo su período de presesión. En fin, concluyo,
existen otras muchas maneras.
Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta
de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo
un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo
regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta
convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un
barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de
altura entre ambos lugares).
“Me dijo que sí, que evidentemente la conocía, pero que durante sus
estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física
en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo
con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue
fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
Prof. Hugo Landolfi
http://www.sabiduria.com/liderazgo/aprendiendo-a-pensar/
Busca más información en nuestro sitio con la potencia
de Google
|
Más artículos de Educación
Mental Recomiéndanos
Home
Artículos
Mensa
Librería
Cursos
Tips Links
Contacto
Suscripción
Presentación
Última modificación de la página:11/09/2006
Copyright: © 2002, 2003, 2004
por
Ment@t
Todos
los derechos reservados acerca de, concepto, diseño,
imágenes y
contenido
mentat@mentat.com.ar
Optimizado para Internet Explorer y área de
pantalla de 800 x 600 píxeles
|