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¿Se están utilizando ya armas psicotrónicas?
Afectan básicamente al cerebro, no dejan huella y por tanto no se puede acusar a quienes las usan de los daños que producen pero son numerosas las patentes y las investigaciones secretas que están aflorando a la luz revelando una lamentable realidad que muy poca gente conoce: las llamadas armas psicotrónicas son una realidad. De hecho más de 400 personas de medio mundo se han agrupado en una asociación que asegura aglutinar a víctimas de esos dispositivos, aparatos que pueden llevar incluso a la muerte a quienes son blanco de ellos y que algunos quieren utilizar discretamente para deshacerse de personas incómodas para los grupos de poder.
La existencia de armas psicotrónicas nos devuelve a lo más oscuro de las investigaciones acerca del cerebro y de los efectos de las radiaciones sobre seres humanos, a experimentos llevados a cabo con enfermos psiquiátricos, con reclusos e incluso con meditadores en prestigiosas instituciones estadounidenses como el Instituto Tecnológico de Massachussets o la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford (California). En ambas se confirmaría –tras infinitas pruebas- el fundamento cuántico de que el ser humano es un organismo electromagnético cuyo funcionamiento se puede alterar mediante señales de ondas a frecuencias determinadas. Esto es fácil de entender para quien, por ejemplo, haya utilizado dispositivos como el Quantum-SCIO que si bien envían frecuencias armonizadoras tienen también un uso del “lado oscuro” desconocido para la mayoría. Y es que según Louise Doswald-Beck -abogada especialista en Derecho Internacional y miembro de la División Jurídica del Comité Internacional de la Cruz Roja- y Gerald Cauderay -asesor industrial y científico de la embajada suiza en Moscú (Rusia) y que en el citado comité se encarga de asuntos relacionados con el señalamiento y la identificación de las unidades y los medios de transporte médico protegidos- “pequeñas dosis de energía electromagnética pueden alterar el funcionamiento de las células” (así puede leerse en un informe sobre nuevas armas publicado por ellos en el Boletín de la Cruz Roja del 1 de noviembre de 1990). Conocido este dato no le extrañará a nadie saber que quienes anticiparon el peligro potencial del uso de armas de ondas fueran precisamente físicos; y más concretamente los físicos atómicos abanderados de la mecánica cuántica, por entonces de los pocos en disposición de comprender las inabarcables implicaciones que tiene saber que el ser humano es un ente electromagnético y sus emociones, pensamientos y pasiones pueden “traducirse” a frecuencias y potencias, es decir, cuantificarlas, “parametrizarlas”. De ahí que los servicios secretos de algunos gobiernos interesados en saber si ese conocimiento podía ser utilizado civil y militarmente pusieran a trabajar en ello a neurólogos, psiquiatras y psicólogos.
La doctora Elisabeth Rauscher -física nuclear que dirigía el Laboratorio de Investigación Tecnológico de San Leandro en California (Estados Unidos)- es una de las que por ejemplo llevó a cabo concienzudas investigaciones sobre las posibilidades de las ondas ELF (siglas en inglés de extremadamente baja frecuencia) y consiguió encontrar frecuencias específicas que permiten inducir a distancia en alguien tanto náuseas como un estado de euforia. Fueron tales sus hallazgos que llegó a afirmar: "Si se me dieran suficientes fondos, en tres meses sería capaz de modificar el comportamiento del 80% de los habitantes de esta ciudad sin que lo sepan. Podría hacer que fueran felices o -al menos que se creyeran felices- o hacerlos agresivos". Quizás al lector le parezca una afirmación enormemente pretenciosa pero ya en diciembre de 1965 el doctor David Krech -de la Universidad de Berkeley en California (Estados Unidos)- había afirmado en un artículo publicado en The New York Times que “los investigadores deben plantearse ya la posibilidad de que sus estudios les lleven a conseguir controlar las mentes de los seres humanos. Creo que no me paso de melodramático: las posibilidades futuras de tomar el control de una mente conllevan mucho más peligro que las capacidades que puedan llegar a tener los físicos nucleares”.
Que fue escuchado es obvio: pocos años después inconfesables investigaciones dieron lugar a lo que dio en llamarse armas no letales. Apenas veinte años después de ese artículo de Krech, en 1984, el capitán Paul Tyler -médico de la marina norteamericana responsable de la investigación sobre los efectos de las radiaciones en humanos- reconocía en el Centro Universitario para la Doctrina Aeroespacial sito en Alabama (EEUU) que "se podían alcanzar efectos biológicos precisos con la ayuda de ondas electromagnéticas”. Es más, Tyler dijo que habían identificado ya esas ondas pero que para poder usarlas de forma operativa tenían que solucionar el problema de cómo transmitirlas con la potencia suficiente (por supuesto ondas ELF).
Añadiremos que la División de Armas Avanzadas de Estados Unidos fue adscrita a una agencia ultrasecreta, DARPA, que por cierto tiene sus instalaciones en el estado de Virginia, muy cerca de la universidad en la que un estudiante coreano llamado Cho Seung-hui llevó a cabo en abril del 2007 una inexplicable matanza. Asimismo se sabe que también se investigó con las microondas en el Centro Militar de Investigación Walter Reed de Washington (Estados Unidos) dentro del llamado Proyecto Pandora. Pues bien, el director del DARPA durante el Proyecto Pandora fue Richard Cesaro -personaje que trabajó cuarenta años en ese campo para la Marina y la NSA, agencia especializada en telecomunicaciones y espionaje- y terminó haciendo público sus objetivos: “Para conseguir un salto tecnológico en el campo militar hay que ir más allá de las bombas y llegar a controlar las mentes de los enemigos”, afirmaría. Añadiendo: “La posibilidad de ejercer cierto grado de control sobre el comportamiento humano mediante microondas de baja intensidad es, a la luz de nuestras investigaciones, algo razonable”. Por lo que instó a continuar las investigaciones. Obviamente el hecho de que estemos hablando de proyectos ultrasecretos hace que las investigaciones puedan en realidad estar más avanzadas de lo confesado. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de las evidencias que hoy se tienen del desarrollo logrado proceden casi exclusivamente del antiguo bloque comunista ya que cuando cayó ese régimen muchos archivos secretos salieron a la luz.
ATAQUES CON ONDAS Ahora bien, no son sólo las posibilidades de las ELF (ondas de extremadamente baja frecuencia) las que se han investigado. También se han estudiado las EHF (siglas en inglés de las ondas de extremadamente alta frecuencia) porque tienen una característica importante: operan en línea recta y pueden dirigirse hacia objetivos muy concretos en lugar de hacerlo sobre zonas más amplias. El investigador Joe Vials publicaría en New Dawn Magazine un artículo en que explicaría que las microondas pueden dirigirse hacia un blanco concreto gracias a un sistema llamado Magnetrón merced al cual los electrones que se producen por calentamiento en un tubo catódico pueden ser dirigidos luego hacia un punto determinado combinando un campo eléctrico y uno magnético. Solo sabemos que se trata de un cilindro hueco cuyo exterior se rodea con emisoras de bario y de óxido de estroncio y que dispuesto concéntricamente en torno a él hay un amplio cilindro de corriente anódica que contiene un gran número de cavidades de resonancia sobre la superficie. El caso es que cuando se pone en macha el Magnetrón produce una corriente eléctrica radiante entre el ánodo y el cátodo mientras el campo magnético es estimulado por el cátodo. El dispositivo se sella en un espacio al vacío. Y auque su potencia está limitada por el tamaño del Magnetrón utilizado las investigaciones ponen de manifiesto que el más potente puede producir una corriente de microondas de más de ¡diez millones de vatios por pulsación! Y que el rayo de microondas que emite puede concentrarse de la misma forma que una lente fotográfica; puede hacerlo pues incluso sobre un punto infinitesimal.
Agregaremos que el primer ataque confirmado con armas psicotrónicas tuvo lugar en 1953 y lo perpetraron los soviéticos atacando con ondas electromagnéticas de baja frecuencia la embajada norteamericana en Moscú (Rusia). Poco antes el Gobierno ruso, en plena guerra fría, se había reunido con el norteamericano para intentar parar la carrera armamentística en lo que a las armas electromagnéticas se refiere pero su ofrecimiento fue rechazado así que éstos decidieron atacar la delegación estadounidense con ellas. ¿El resultado? Varios empleados enfermaron gravemente, muriendo algunos de ellos. Incluido el embajador, Walter Stoessel, cuyos ojos enrojecieron llamativamente y murió a causa de cáncer, concretamente de un linfoma. Como es obvio, las autoridades norteamericanas dijeron ignorar ese ataque durante años pero existe la fundada sospecha de que lo permitieron para investigar los efectos de esas radiaciones. La prueba está en que Henry Kissinger escribió un informe secreto en los años setenta en el que se ofreció una indemnización a los empleados que lo sufrieron.
Años más tarde, en 1976, el Comité del Senado de Derechos Constitucionales publicaría un escrito titulado Estudios de armas de microondas de los soviéticos incluido en el apartado Tecnologías para el control-vigilancia que a su vez citaba lo publicado en Federal Times el 13 de diciembre de ese mismo año. Pues bien, en la página 1.280 se puede leer que “la oficina de inteligencia del Ministerio de Defensa ha publicado un estudio sobre los avances de los soviéticos en el-ámbito de las armas de microondas. Las microondas se usan en el radar, en la televisión y en los hornos microondas. Pueden causar desorientación e infartos en seres humanos. Otro efecto biológico que puede lograrse es crear voces. Es posible transmitir sonidos y palabras para que se escuchen intracranealmente mediante la modulación de señales a una densidad media muy baja. Los avances logrados por los comunistas pueden llevarles a desarrollar un sistema que les permita incidir en el comportamiento del personal de la embajada”.
Tres años después de la publicación de este escrito, en el marco de una conferencia que se dictó en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU), los soviéticos darían su visión sobre las microondas e, incluso, proporcionarían una lista de armas de destrucción basadas en ellas describiendo su funcionamiento: “Las armas electromagnéticas –reconocerían públicamente- operan en cierto rango de radiofrecuencias y pueden causar daños en los organismos humanos”. Más tarde se sabría -a través del editorial de Pravda del 27 enero de 1986, como recoge un documental de la BBC- que “los soviéticos habían desarrollado rayos, microondas, infrasonidos y armas genéticas que, en términos de su capacidad destructiva, podían no ser inferiores a las existentes en la actualidad”.
El tiempo confirmaría que todo lo dicho era verdad pues tras la caída del régimen soviético aparecieron hasta 44 publicaciones sobre este tipo de armas. En Estados Unidos los avances en este campo se justificaron hasta entonces por la necesidad de contrarrestar los descubrimientos soviéticos pero tras la caída de la URSS tales armas no dejaron de investigarse; sólo se modificó la justificación. Ahora eran necesarias para controlar a los “enemigos internos”. En otras palabras, decidieron usarse -aprovechando que no dejan huella y por tanto no se puede culpar a nadie de sus efectos- contra “las personas que pusieran en peligro la Seguridad Nacional”. Y parece que son muchas y en todo el mundo. Salvo que se esté utilizando de cobayas a miles de personas en todo el mundo simplemente para perfeccionarlas. Porque, insistimos, no dejan huella. Bueno, quizás el extraño aumento de personas “psicóticas” que cada vez en mayor número tienen que atender los psiquiatras sin que éstos sepan la realidad de las causas de tales “patologías”.
Sólo que muchas de las víctimas sí lo saben. Parte, de hecho, ha llegado a conocerse y hoy se agrupa en la Federación Mundial de Víctimas de Armas de Control Mental. Alfredo Nieto, informático español, es uno de ellos. “En general somos personas que por una u otra razón molestamos en el grupo social en el que estamos. Me consta que hay una red global secreta basada en nanomáquinas que espía el comportamiento de mucha gente y puede influir en sus emociones. Con seguimientos que implican a veces la participación de helicópteros”.
Los miembros de esta organización están de hecho convencidos de que tales armas explican la aparición inexplicable desde hace años de enfermedades fulminantes en muchas personas sanas –inducen sobre todo cáncer al poder alterar gravemente las células-, incluidos conocidos disidentes.
Louis Slesin, director de la revista Microwave (Microonda), sabe que todo ello es posible: “Dado que el cuerpo humano es básicamente un organismo electromagnético -explica- los aparatos que causen interrupción en sus impulsos eléctricos pueden afectar su conducta y su salud. Pero esos programas son tan secretos que los militares no hablan de nada concerniente a ello”.
El catedrático de Filología francés Rudy Andria está convencido por ejemplo de haber sido víctima de esas armas tras tener problemas físicos cuyas causas los médicos no fueron capaces de detectar. “Al principio no sabía por qué sufría dolor de cabeza, vértigos, diarrea, sensación de calor intenso dentro del cuerpo, alternancia de sensaciones de calor y frío, privación de sueño, dolores musculares, calambres en las piernas... pero luego descubrí que hay personas con los mismos síntomas que yo. Somos víctimas de lo que podríamos llamar crímenes electromagnéticos. El problema es que ningún médico quiere informarse. Todos optar por considerarlo un mero problema psiquiátrico”.
Bueno, pues según la mencionada federación de víctimas serían ya entre 100.000 y medio millón de personas en el mundo las que habrían sufrido o sufren agresiones con armas psicotrónicas. Solo que, ¿cómo va eso a ser posible? Según ellos porque tales armas están dirigidas desde satélites cuando no instaladas en ellos. Una afirmación que apoyaría el hecho de que hoy día hay centenares de satélites en funcionamiento que mueven billones de dólares en contratos con compañías privadas. Siendo la principal entidad que los gestiona la National Reconnaissance Office (NRO), una institución que fue secreta hasta 1992 y en la que desembocarían todos los programas negros de investigación; es decir, aquellos que escapan al control judicial y parlamentario de los estados. Y es que como dijo hace tiempo un científico ruso “quien controla el espacio electromagnético controla el mundo”. De ahí la carrera espacial.
TECNOLOGÍAS DIRECCIONABLES Suponemos que el lector se preguntará a estas alturas cómo es posible que las armas psicotrónicas dañen a unas personas y no a las que están al lado. Y la respuesta, como ya adelantamos, es que las modernas armas de este tipo son direccionables, siendo hoy su grado de precisión extraordinario. Algo que lleva a la persona atacada a una agobiante sensación de aislamiento pues las personas de su entorno no le creen cuando cuenta lo que le está pasando.
Es más, se sabe que los investigadores al servicio de estos programas ultrasecretos han avanzado mucho en el ámbito del sonido, que no deja de ser otra onda pero potencialmente inaudible cuando se emite en una frecuencia inferior a la que capta el ser humano. De hecho en la declaración leída en la ONU en 1979 a la que aludimos antes los soviéticos hacían especial hincapié en los sonidos no detectables por el ser humano afirmando que “la variación de sonidos infrasónicos puede ocasionar daños en el sistema nervioso y el cerebro”.
Claro que en este terreno los norteamericanos no se quedaron atrás y de hecho desarrollaron un sonido por encima del grado de frecuencia audible por nuestro oído. Por si lo duda: “El sonido hipersónico se usa -cuenta el US Lab Test en un artículo titulado Sonido hipersónico para uso no letal- para incapacitar a los enemigos. Y es direccionable. Causa desorientación, dolor y náuseas”. Para obtenerlo el Ejército norteamericano trabajó con la patente de un inventor alemán llamado Hans Raida que combinaba alta potencia y baja frecuencia con un potente haz de sonido. Tecnología por cierto –según se afirma en círculos diplomáticos- que actualmente estaría utilizando Israel contra las guerrillas urbanas de Hamás y Hezbolá. Cabe añadir que son muchos los investigadores que han comprobado ya que cuando las neuronas reciben unas dosis de electricidad determinadas sus propiedades eléctricas cambian en la misma forma en la que actúa la memoria. “Uno de los experimentos –cuenta el investigador George Seffens en Defense News al hablar de las nuevas tácticas de guerra urbana- incluye el uso de sonidos que mutan a altos decibelios mientras se amplían los sonidos en las más típicos rangos de la voz o de la transmisión de radio”.
VOCES EN EL CEREBRO Otro paso más lo supone la posibilidad de crear “voces” en el cerebro. En este sentido Thomas Jensen -del Rush Presbyterian St. Luke’s Medical Center (Missouri, Estados Unidos)- comprobaría que “milésimas de segundo antes de pronunciar una palabra el cerebro emite unas ondas determinadas para esa palabra. Y esas ondas son exactamente las mismas de una persona a otra”. Este dato hizo que Richad Clark -de la Universidad Flinders de Australia del Sur- propusiera el uso de redes neuronales de ordenadores para “reconocer los patrones de aprendizaje de conceptos en los campos eléctricos de la mente. “La CIA –afirma Gary Selden en su artículo Máquinas que leen mentes- ha estudiado sin duda los campos eléctricos u ondas que la mente emite después de haber aprendido algo. Con monitores remotos sería el sueño del espionaje”. Edward Hoffman -subdirector del Instituto Psiquiátrico de Yale (Connecticut, Estados Unidos)- sostiene por su parte que se pueden destruir las voces que “oyen” los esquizofrénicos mediante simples pulsos magnéticos. Y un grupo de neurocientíficos del Caltech (Instituto Tecnológico de California, Estados Unidos) afirma que las intenciones pueden ser leídas directamente midiendo la actividad eléctrica en el córtex parietal. Para comprobarlo en una de sus investigaciones insertaron cables en esa zona de la cabeza a un grupo de monos y grabaron la actividad eléctrica neuronal que aparecía poco antes de que éstos tocaran el cursor para recibir la recompensa. Seguidamente cambiaron las recompensas y las grabaron de nuevo. De esa manera pudieron anticipar qué recompensa iban a elegir: bastaba ver la actividad neuronal que se producía previamente a su acción.
Giorgio Ganis y Stephen Kosslyn -de la Universidad de Harvard en Massachusetts (EEUU)- han constatado además que las mentiras bien organizadas requieren la activación de distintas partes del cerebro y altas dosis de concentración. De hecho comprobaron las diferencias cerebrales que hay entre una mentira espontánea y una elaborada.
Agregaremos que el investigador francés Denis Le Bihan -director de la Unidad de Imaginería Neuroanatómica Funcional de la Comisaría de la Energía Atómica de Francia- afirmaría en la revista Nature del 22 de enero de 1998: “Casi podemos leer los pensamientos”.
¿Meros descubrimientos sin aplicaciones prácticas? Pues si lo piensa sepa que la patente norteamericana 3.951.134 de 1976 –está a nombre de un tal Malech (Robert G., de Nueva York)- describe “un aparato y método para monitorear y alterar el comportamiento de las ondas cerebrales de un sujeto desde una posición alejada mediante señales electromagnéticas de diferentes frecuencias de manera que unas intercedan con las otras para conformar una onda de forma que modula las ondas cerebrales del sujeto en cuestión. Esa interferencia en la onda cerebral será retransmitida por el cerebro del sujeto al receptor que la modulará y ampliará a su antojo”.
Y es que lo que hasta ahora se achacaba a “conspiranoicos” está pasando a formar parte de los medios de comunicación que suelen normalmente dar fe sólo de las versiones oficiales. Un ejemplo cercano: el pasado 10 de febrero el diario español Público contaba que un grupo de científicos australianos había conseguido “leer los pensamientos de unos voluntarios”. Concretamente habían constatado que la decisión de tomar un tipo de bebida u otro se podía saber midiendo simplemente la actividad cerebral en la corteza prefrontal del cerebro mediante una luz infrarroja. Claro que, como antes se explicó, los propios científicos han reconocido que hoy es habitual usar monos –muy parecidos a los humanos- para estudiar en ellos los efectos biológicos de las microondas, incluso las altamente concentradas.
Y si esta práctica de por sí puede sobrepasar los límites éticos todavía lo hace más si tenemos en cuenta que esos experimentos han sido realizados también con humanos. Se tiene constancia por ejemplo de que investigaciones similares se han llevado a cabo en Estados Unidos en el Hospital de Kansas City en Missouri, en la Universidad de Rochester de Nueva York, en los centros Brooks Airforce Space de San Antonio (Texas), en el Johns Hopkins de Baltimore (Maryland), en el Instituto Tecnológico de Massachussets, en la Universidad de Pennsylvania y en otros laboratorios. Incluso en España. De hecho una de las mayores autoridades en la materia es un español, el neurofisiólogo José Manuel Rodríguez Delgado, cuyo envidiable currículo incluye una etapa de docencia de más de veinte años en la Universidad de Yale (Connecticut, EEUU) y que es autor de un conocido experimento en el que un toro de lidia con unos electrodos en la cabeza escapa repentinamente del capote rojo al que se dirigía… pero que también ha experimentado con humanos. En una ocasión, por ejemplo, irradió a cuatro personas con microondas y según explicaría eso les provocó muy diferentes emociones, sensaciones y visiones. Llegando por ello a hacer afirmaciones como que “estas armas son más dañinas que una bomba nuclear”, que “con conocimiento del cerebro podemos transformar, manipular, dirigir o robotizar seres humanos” y que “el principal problema en el futuro será que se robotice a seres humanos sin que se den cuenta de ello”. Y lo dice con conocimiento de causa ya que entre muchos otros inventos el doctor Rodríguez Delgado es responsable del desarrollo de un emisor cerebral que sirve para dirigir a distancia seres humanos como robots. “En el futuro –afirma- podríamos llegar a gobernar de manera inteligente y razonable la fuente de todas las actividades humanas". Otro de sus experimentos consistió en investigar “los ciclos de sueño de los astronautas” según publicó el New York Post el 22 de marzo de 1967.
Terminamos diciendo que un equipo de científicos del Instituto de Descubrimientos del Cerebro y el Comportamiento de la Facultad de Medicina de Georgia (Estados Unidos) dirigido por el doctor Joe Z. Tsien afirmó el pasado 2008 que habían conseguido “borrar” la memoria de un grupo de ratones.
RADIACIONES A CUENTA DEL GOBIERNO Y no olvidemos al doctor Ewen Cameron, presidente de la Asociación de Psiquiatras Americanos y Canadienses durante largos años y director del Allen Memorial Psychiatric Institute en Montreal (fundado en 1943 con fondos de la Fundación Rockefeller para desarrollar el proyecto de control mental Monarca, una rama más -al igual que el Proyecto Pandora- del famoso MK Ultra) cuyas investigaciones financió la CIA a través de la Fundación Cornell para el estudio de la ecología humana. Porque su equipo consiguió la anulación sistemática de la mente de un ser humano o de su memoria empleando para ello sobredosis de LSD, barbitúricos que le hacían permanecer 56 días seguidos dormido o terapias de electroshock superiores 75 veces a la dosis recomendada. Cameron comprobó que un adecuado condicionamiento psíquico –concretamente la repetición de un mensaje veinticuatro horas al día- conseguía programar una mente previamente vaciada. Unas investigaciones que bien pudieron ser el origen de las torturas de Guantánamo (Cuba) y Abu Ghraib (Iraq) en las que se utilizó la privación sensorial y la repetición ad náuseam de canciones (por ejemplo de Bruce Springsteen que se quejó por razones éticas alegando violación de sus derechos de autor). Claro que las barbaridades cometidas por psiquiatras en nombre de la ciencia podrían llenar una enciclopedia.
Otro ejemplo significativo es el del psicólogo, neurocientífico y profesor universitario en la Laurentian University de Ontario (Canadá) Michael Persinger quien investigó los efectos de las radiaciones electromagnéticas sobre el cerebro para un programa de armas del Pentágono. Persinger perfeccionó los métodos para realizar experimentos de inducción de experiencias subjetivas como -por mencionar algunas- hacer creer a alguien que fue abducido por extraterrestres o que tuvo encuentros con ángeles o con el mismo Dios. Para ello empleaba un casco de motocicleta modificado con realidad virtual que enviaba señales electromagnéticas a la parte delantera del cerebro. Su conclusión fue que “la experiencia humana de Dios puede ser generada mediante procesos que no tienen nada que ver con que Dios exista o no”. Persinger publicó el estudio en 1995 con el título Sobre la posibilidad de acceder directamente a cada cerebro humano mediante inducción electromagnética de algoritmos fundamentales y en él se podía leer, por ejemplo, que “un proceso ligado a la temperatura del cerebro puede permitir afectar a todos los cerebros humanos normales por medio de una frecuencia subarmónica cuya variación a 10 hertzios sería de sólo 0.1 hertzios”; que “las variaciones del ruido dentro de la matriz pueden servir para distinguir entre distintos cerebros. Variaciones al azar del ruido pueden diferenciar entre las mentes de diferentes individuos. En otras palabras, cada individuo puede ser identificado en función de los característicos outputs de su cerebro” o que “la identificación de estas secuencias puede permitir llegar directamente a las más complejas funciones cognitivas asociadas a la personalidad, la conciencia humana y la agregación de representaciones de experiencias”. Es decir, que Persinger está hablando de la capacidad para modificar la conciencia de un individuo, su personalidad o su memoria (agregando recuerdos falsos)… mediante ondas electromagnéticas. La posibilidad de “crear terroristas” a base de torturas y ondas se desprende asimismo de las palabras de este afamado científico que ha aparecido en algunos documentales recientes del televisivo Canal Historia y que sostiene que los procesos mentales pueden ser engañados enviando esta des-información directamente al cerebro. El principio sobre el que se basa para hacer tal afirmación es que la duplicación sintética de la red neuroeléctrica del cerebro generada por los sensores a un estímulo real que excita ese proceso puede producir la experiencia de ese estímulo sin la presencia del mismo. Es decir, un engaño a la mente. Lo que propone el doctor Persinger es que, virtualmente, cualquier estado mental puede ser generado artificialmente desde una fuente exterior. Y lo más aterrador es que los medios para conseguirlo existen ya y son operativos a nivel global. “Los niveles paralelos de potencia para estas amplitudes –explica Persinger- son similares a los que utilizan las señales de radio y los sistemas de telecomunicaciones. En las pasadas dos décadas el potencial para realizar esto se ha desarrollado tanto que lo improbable ya puede ser factible”.
En suma, todas estas evidencias llevan al convencimiento de que hoy se puedan crear asesinos dirigidos por control remoto mediante voces en su cerebro emitidas por su “controlador”. Timothy McVeigh, autor de la matanza de Oklahoma (Estados Unidos) en 1995, decía que el Ejército le había implantado un chip en sus nalgas. El asesino de Robert Kennedy, Sirhan Sirhan, aseguraría no recordar nada de lo que ocurrió el día del asesinato. Y el de John Lennon, Mark Chapman, afirmó que “oía voces”. También en los años 80 y 90 del siglo pasado se hizo famoso Theodore John Kaczynski, un profesor de Matemáticas norteamericano que mató a tres personas e hirió a otras veintitrés enviándoles bombas y que pasó a la historia con el apodo de Unabomber. Lo que poca gente sabía es que a finales de los años 50 ese hombre había sido estudiado por el doctor Henry A. Murray, un psicólogo de la ya mencionada Universidad de Harvard (Massachussets) al servicio de las OSS (Office of Strategic Services), organización que dio lugar a la CIA. Hoy se sabe que Kaczynski participó durante tres años -sin su consentimiento- en un experimento universitario que implicaba tormentos, humillaciones y bombardeo con ondas lo que dejó huellas profundas en su psique. El dato aparece en el libro de Jonathan Moreno Guerras de la mente: investigación sobre la mente y defensa nacional, de innegable valor puesto que el autor conoció directamente al propio Murray por ser amigo de sus padres, también psicólogos.
Walter Bowart, autor del libro Operación Control Mental, afirma por su parte que en 1989 un grupo de mujeres inglesas que se manifestaba contra las armas nucleares sirvió de cobaya al Ministerio de Defensa del Reino Unido para probar algunas clases de rayos de microondas EHF. Sin conocer bien el origen del dolor que empezaron a notar, estas activistas se resguardaron en sus tiendas de campaña. Según las declaraciones de Bowart al fallecido investigador antes mencionado Joe Vials los experimentos con personas siempre que no fueran norteamericanas los apoyó la propia Casa Blanca. En cuanto a los síntomas específicos que presentaron esas mujeres pasaron por ciclos mensuales irregulares, abortos, problemas ginecológicos, quemaduras de la retina, problemas auditivos y hasta tumores de crecimiento rápido. Bowart asegura que cuando sugirió a las manifestantes que cubrieran sus tiendas con hojas de aluminio los efectos cesaron inmediatamente. Según él las microondas rebotan en el papel de aluminio.
ARMAS NO LETALES Finalizaré diciendo que todas las armas descritas en este texto se conocen bajo el paraguas desinformativo de armas no letales, denominación con la que aparecen en los documentos secretos de la CIA desde los años 60 aunque, curiosamente, su desarrollo ha estado controlado por compañías privadas. De hecho la que fuera Fiscal General de Estados Unidos, Janet Reno, confirmó que “las agencias acordaron desarrollar en común armas que sean válidas tanto para el campo militar como para la seguridad interna”. Así, por ejemplo, la compañía aeronáutica Lockheed Martin afirma sin reparos en la web de su división de Ciencia e Ingeniería -www.seabase.com- lo siguiente: “Proveemos al Gobierno de tecnologías como láseres, sensores espectros trópicos, microondas de gran potencia, campos electromagnéticos y armas no letales” (el subrayado es nuestro).
También Vector Microondas Investigaciones está contratada por el Gobierno norteamericano para desarrollar estas tecnologías. Como muestra baste mencionar el premio de investigación otorgado por la CIA que en 1996 recayó en el científico John Craven por dos proyectos: uno llamado Microondas para computadores y otro con el título Láser para comunicación. Aunque como ha quedado claro a lo largo de estas páginas esta carrera armamentística ha sido secreta 25 países han desarrollado ya este tipo de armas, según afirmaría el ex Secretario de Defensa norteamericano Wiliam Cohen.
Y si el lector aún precisa una definición de lo que son esas armas no letales quizás pueda servirle la que la doctora Barbara Hatch Rosenberg recogió ya en 1994 en el Boletín de Físicos Atómicos en el que se puede leer que “las armas no letales utilizan energía electromagnética en frecuencias de láser, microondas, radiación de radiofrecuencias o luz visible pulsada a la frecuencia en la que emite el cerebro”. Agregando que “sus resultados son: ceguera temporal, desórdenes en el pensamiento, dolor severo, náusea, diarrea y disfunciones en los órganos internos”.
Para terminar añadiremos que en la actualidad no existe ningún aparato accesible al público específico para detectar un ataque psicotrónico. Lo más parecido es un Detector de fugas de microondas ideado por un investigador australiano llamado Dick Smith. En su origen ese dispositivo estaba destinado únicamente a rodear la junta de caucho de los hornos microondas para detectar las posibles fugas de radiaciones. Se trata de un detector direccional capaz de recoger una emisión de onda tan leve como un miliwatio por centímetro cuadrado, lo que le convierte en una defensa interesante si se tiene en cuenta que investigaciones médicas realizadas en Estados Unidos también han demostrado que una exposición prolongada a fugas de baja intensidad puede causar problemas serios en los ojos (como cataratas). Estas investigaciones se refirieron a un grupo de mujeres que se habían expuesto a fugas de microondas de esa intensidad en el lugar de trabajo durante muchos meses. Y en cada caso el nivel de perjuicio fue proporcional a la distancia del horno microondas en el que estaba la fuga.
Finalizamos recordando que muchos gobiernos -y las entidades bancarias- quieren ahora que todos los seres humanos llevemos implantados en nuestros cuerpos chips -que funcionan mediante radiofrecuencias- para mejorar la seguridad de las transacciones e implantar en ellos nuestros datos médicos. Sólo que esos chips llevarían un GPS incorporado para saber dónde estamos en cada momento y quizás pudiesen recibir emisiones que desde la distancia nos podrían llevar a enfermar o a la muerte. Bueno, pues ya han empezado a usarlos discotecas de alto standing para que una maquina reconozca a sus clientes habituales y éstos no tengan que esperar en la cola. Y cientos de hijos de millonarios –sobre todo en México y Brasil- ya se los han puesto por si los secuestran.. Quizás más seguros pues… pero sin duda también más controlados. Como le gusta al poder...
Rafael Palacios Discovery Salud, DSALUD.com
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