Autoestima: su relación con la IE
Sea que pienses que puedes o que no puedes, estarás en lo cierto"
Henry Ford
Con seguridad todos coincidiremos en sostener que el amor es el más fuerte
impulsor en nuestras relaciones interpersonales. Nos estamos refiriendo al
amor en todas sus pluralidades y formas, el de padres a hijos, de pareja,
de amigos, etc. Por ello, a menudo nos preocupamos de obtenerlo y
cuidarlo. Algunos incluso grafican las cosas así "sin amor la vida no
tiene sentido".
¿Pero qué hay del "primer amor"? Bueno, aquí no nos estamos refiriendo a
aquella primera gran pasión que ha podido abordar nuestra mente y corazón.
No, sino del elemental: del amor por uno mismo. Se resume en una palabra:
autoestima. La autoestima es una capacidad que a su vez forma parte de la
aptitud intrapersonal, la cual incluye también habilidades como la
autoconciencia emocional, asertividad, autorrealización e independencia.
Todos elementos de la inteligencia emocional.
Cuando el quererse siempre cuenta
¿Cómo podemos entender la autoestima? Pues bien, comenzamos por decirte
que es una capacidad que potencia todas nuestras otras habilidades.
Consiste en, estando consciente de uno mismo, ser capaz de comprenderse,
aceptarse y respetarse. Implica saber quién eres, y el entender por qué
piensas, sientes y te comportas de la forma en que lo haces.
Parece mentira, pero éste es el amor menos practicado en nuestra sociedad.
De ahí el problema para relacionarnos efectivamente con otros. Si no
tienes una buena relación contigo mismo, es poco lo que puedes esperar de
los demás.
Una de las claves de la autoestima es la capacidad de autoconciencia, de
la cual va a depender una autovaloración precisa de nuestras limitaciones
y posibilidades. En un mundo cada vez más competitivo esto se constituye
en una ventaja apreciable, ya que nos lleva a focalizar esfuerzos hacia lo
que queremos mejorar, dándonos la oportunidad de compensar nuestras
inconsistencias. El admitir carencias nos permite hacer algo al respecto.
¿Qué importancia tiene esto? Es sencillo, nos lleva a la autoaceptación,
gracias a lo cual podemos reforzar nuestra identidad como personas. Lo
contrario nos causa sentimientos de inadecuación e inferioridad. Alguna
vez oí la siguiente afirmación: "Tendemos a ser lo que creemos que somos",
frase con mucho sentido, pues solemos ser creadores de profecías, de
nuestros propios destinos, ya que tenemos la propensión a actuar según lo
que esperamos de nosotros mismos.
Lo que hace la diferencia
Las personas con un nivel de autoestima saludable son fácilmente
distinguibles de los demás. Se les nota como individuos seguros de sí, con
un buen sentido de autoconfianza, que se sienten realmente bien por cómo
son, todo lo cual los lleva a sentirse capaces de tomar los retos de la
vida y de correr riesgos.
En la otra acera, las personas con un nivel de autoestima pobre se sienten
intimidadas ante otros, sus actitudes pesimistas y negativas hacia sí
mismas los lleva a albergar sentimientos de poca valía, su sentido de
autoidentidad es pobre, pues no han logrado aceptar sus carencias ni
sopesar correctamente sus posibilidades reales. Sus sentimientos de
inferioridad le hacen sentir una falta de fortaleza interna, así como
acarrea otros sentimientos de desesperanza y miedo, incluso de
autodesprecio. Esto los lleva a la inacción, pues temen hacer cosas y
parecer ineptos al intentarlo, y lamentablemente terminan siendo vistos
así. Es todo un círculo vicioso. Hay que recordar que, a uno lo tratan
como uno enseña que lo traten.
El individuo que se quiere a sí mismo es todo lo contrario, su sentido de
autoidentidad es fuerte. Confía en sus propias capacidades, es conocedor
de sus limitaciones y sabe cómo nivelarlas: establece alianzas que
compensen sus puntos débiles. Por ejemplo, si en la escuela, academia o
universidad es consciente de su pericia para el razonamiento verbal y a su
vez de su falta de habilidad para la geometría se aliará con otro
compañero fuerte en esa última área, de quien pueda aprender y con quien
pueda compartir lo que sabe. No siente vergüenza en admitir carencias, por
eso es un individuo decisivo. Su sentido de autoconfianza está alineado
con la realidad, es capaz de mantener sus propios puntos de vista incluso
cuando éstos son impopulares.
El pobre en autoestima, en cambio, hace que su propia valía dependa de lo
que otros piensen o digan, por ello siempre necesita que lo demás lo
aprueben, constantemente busca agradar a todos, nunca puede ser él mismo.
No tiene la convicción esencial para asumir las decisiones y los retos más
desafiantes, pues teme que cada falla le "confirme" su sentido de
incompetencia.
Quien adolece de esta capacidad tiene su propio "enemigo interno", algo
así como una voz que siempre le dice "No puedes", desaprovechando así las
oportunidades. Nuestras habilidades por sí mismas no son suficientes para
garantizarnos el mejor desempeño, tenemos que creer en ellas para
explotarlas al máximo. Estudios diversos han demostrado que la capacidad
de autoconfianza es la que hace diferencia incluso entre individuos de
inteligencia general equivalente. Nuestras propias expectativas suelen ser
predictoras de lo que obtengamos.
Ni egoísmo ni arrogancia
Sin duda, concordarás con todo lo anterior, pero probablemente puedas
pensar que el amor por uno mismo, puede también ser una señal de egoísmo.
Nada más falso. El verdadero querer no tiene que ver nada con la soberbia,
la cual es más bien reflejo de una personalidad pobre en autoestima, en
realidad se trata de un mecanismo de defensa que algunos individuos
emplean, pues necesitan creer que los demás son menos que él a fin de
aparentar una "superioridad" que sólo oculta sus propios sentimientos de
incompetencia.
Solemos atribuir los grandes problemas del mundo a la falta de amor entre
los hombres; Mahatma Ghandi, líder religioso hindú que condujo a la India
hacia su independencia de Gran Bretaña, sostenía: "Uno tiene que ser el
cambio que quiere en el mundo". Siempre ten en cuenta el propio precepto
cristiano "Ama a tú prójimo, como a ti mismo". El mensaje es claro: el
amor comienza por "casa". Si no estás queriéndote lo suficiente entonces
estás viviendo por debajo de tu capacidad real. Los pretextos no existen.
¿Te arriesgas a quererte?
Por Alberto Enrique Aquino Rodríguez
Psicólogo
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