La capacidad de lectura no es innata y ha
requerido un reciclaje neuronal
La lectura es una capacidad humana aprendida, no innata, que requiere de
un trabajo conjunto de retina y cerebro para la captación de las imágenes
y el posterior procesamiento del significado de las palabras. Un libro
reciente publicado por el científico francés Stanislas Dehaene, titulado
“Les neurones de la lectura”, expone claramente en qué consiste el
complejo proceso subyacente a esta actividad aparentemente banal. Según Dehaene, el cerebro no se ha adaptado a las exigencias del lenguaje
escrito para comprenderlo sino que, más bien, ha sido la escritura la que
se ha adaptado a nuestras capacidades cerebrales.
La lectura no es una capacidad innata en el ser humano sino que requiere
de un aprendizaje que necesita tiempo y paciencia. Además es una capacidad
que ha precisado de un “reciclaje neuronal” a lo largo de los siglos, y
que nuestro cerebro y nuestro sistema visual se adapten para reconocer la
escritura.
Esta idea es la que defiende Stanilas Dehaene, un profesor de psicología
cognitiva experimental del Collége de France y director del laboratorio
UNICOG, considerado el pionero de la investigación de las bases cerebrales
de las operaciones matemáticas (es autor del libro La Bosse des Maths).
Recientemente, Dehaene ha publicado además una obra titulada Les neurones
de la lecture.
Las investigaciones de Dehaene han incrementado los conocimientos sobre
los procesos cerebrales que subyacen al procesamiento de los números y del
habla. Utilizando técnicas de exploración por imágenes, ha observado lo
que sucede en distintas partes del cerebro mientras soluciona problemas
cognitivos complejos.
Estas técnicas demostraron en una investigación anterior que las cifras
aproximadas se procesan en una región cerebral distinta a la utilizada
para los cálculos de cifras exactas. En La Bosse des Maths, Dehaene
demostró además que los niños poseen un conocimiento intuitivo de los
números, lo que no ocurre en el caso de la lectura.
El ser humano no está “predestinado” a leer, dice Dehaene comentando su
nueva investigación. Y es que la escritura fue creada por los babilonios
hace tan sólo 5.400 años y el alfabeto apareció hace 3.800. Es poco tiempo
en comparación con la historia de la evolución y la aparición del homo
sapiens, hace 30.000 años.
Cómo leemos
El cerebro humano posee un patrimonio genético predefinido y es flexible o
elástico sólo en cierta medida, según han demostrado los experimentos de
Dehaene con imágenes de resonancia magnética funcional para el registro de
la actividad cerebral. El cerebro no ha tenido tiempo suficiente para
evolucionar bajo la presión de las exigencias de la escritura, sino que ha
sido la escritura la que ha evolucionado en función de las exigencias del
cerebro, asegura el autor.
El cerebro trata la escritura y descifra sus mensajes para darles sentido
gracias al trabajo conjunto de la retina del ojo y el cerebro. En primer
lugar, un área central de la retina, denominada fóvea, recibe la
información visual. La fóvea sólo capta un campo visual de 15 grados. Al
ser muy estrecha, la del ojo humano tiene un diámetro aproximado de 0,5
milímetros, no somos capaces de reconocer más que entre siete y nueve
letras a la vez. Cada porción de imagen es reconocida por un fotorreceptor
distinto.
Por otro lado, y a pesar de que no somos conscientes de esto, leemos en
sacadas, que son movimientos rápidos del ojo con los que detectamos las
partes relevantes de cualquier escena, lo que nos permite construir un
mapa mental referente a ella.
En el ojo humano, una razón para la existencia de las sacadas es que sólo
la fóvea tiene una alta concentración de células fotorreceptoras sensibles
al color, las llamadas conos. El resto de la retina está tapizado
básicamente por bastoncillos, que son células fotosensibles
monocromáticas, especialmente buenas en la detección del movimiento. Por
esto, la fóvea es la parte de la retina encargada de la visión en alta
resolución. En cuanto al tamaño de los caracteres de la lectura, señala
Dehaene, el cerebro adapta a este tamaño la distancia percibida por el
ojo.
Límite de velocidad y dislexia
La lectura es, en definitiva, una sucesión de comprensiones del texto, que
es aprehendido casi palabra por palabra. Por más que mejoremos nuestra
capacidad de leer rápido, nunca podremos superar cierto ritmo sin perder
información o palabras. Como media, los buenos lectores leen entre 400 y
500 palabras por minuto, pero la fóvea difícilmente permitirá que este
límite se exceda, informa Canal Académie.
La imaginería de resonancia magnética funcional del cerebro ha demostrado
que en el aprendizaje de la lectura juega un importante papel la región
del lóbulo occipito-temporal izquierdo, situado hacia la parte trasera de
la cabeza, detrás de la oreja izquierda. Todas las personas estudiadas por
Dehaene mostraron una activación en esta misma región cerebral durante la
lectura, incluso en el caso de aquellas que leían en árabe o hebreo
(idiomas que se leen de derecha a izquierda).
Entre los problemas relacionados con la lectura destaca el de la dislexia,
un trastorno que imposibilita para leer correctamente. A esta enfermedad
dedica Dehaene un capítulo entero en Les neurones de la lecture,
definiéndola como “una dificultad desproporcionada de aprendizaje de la
lectura que no puede explicarse ni por un retraso mental, ni por un
déficit señorial ni por un entorno social o familiar favorecido”. La
dislexia puede ser originada por una desorganización anatómica del lóbulo
temporal y por una alteración de sus conexiones.
Complejidad cerebral
La revista Automates Intelligentes publica que Les neurones de la lecture
es una obra que se enmarca en un vasto trabajo de exploración de las bases
neuronales de las actividades culturales del espíritu humano llevado a
cabo por Stanilsas Dehaene. El libro comprende un gran número de
investigaciones de laboratorio consagradas al estudio de la lectura en
todas sus formas.
Asimismo, muestra con gran lujo de detalles e ilustraciones la enorme
complejidad de los procesos cerebrales subyacentes a una actividad
aparentemente sencilla como es leer, procesos que nos permiten darle
sentido a las imágenes que recoge la retina.
La obra analiza cómo el cerebro del lector, con una velocidad
sorprendente, puede pasar de la identificación visual de las letras
(grafemas) a los sonidos asociados a éstas (fonemas) y a su significación.
Por otro lado, estudia las similitudes que presentan las diversas formas
de escritura –contemporáneas o antiguas- mostrando que éstas poseen
funcionalidades neuronales idénticas.
Dehaene escribe en la introducción de su libro que en los últimos 20 años
ha nacido una verdadera ciencia de la lectura, situada en la frontera
entre la psicología y la medicina. Según él, la neurociencia debe ahora
tomar una nueva dirección: la cuestión del inconsciente.
Yaiza Martínez
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