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Artículo extraído de Solohijos.com

Tengo un hermanito. Los primeros celos  

 

 

La llegada de un bebé no suele ser una buena noticia para el príncipe destronado, aunque sus padres estén inexplicablemente radiantes. El niño pequeño vive una crisis ante la llegada del nuevo hermanito, se siente desorientado e incluso atemorizado ente esa amenaza que se le viene encima.

Las excesivas explicaciones de los padres no hacen sino aumentar los temores del niño. Debes saber que no es beneficioso para el pequeño hablar del nuevo hermanito con tanta antelación, a pesar de lo que digan las creencias populares.

Entre los dos y los cinco años no saben qué significa un bebé nuevo. Todas las informaciones que no acaban de comprender le producen una gran inseguridad.

Para ellos es la llegada de un intruso, y es mejor que se sientan libres de expresarnos su angustia abiertamente en lugar de consumirse en silencio. Cuando los niños reprimen sus celos, éstos salen de manera enmascarada, a través de síntomas y mal comportamiento.

¿Cómo se pueden manifestar los celos?

  • Pesadillas: Si ese resentimiento hacia los hermanos no se puede expresar, los padres lo prohíben y coartan sus tentativas de verbalizarlo, los niños pueden padecer fuertes pesadillas. Las pesadillas son la forma que tiene el niño de expresar en imágenes lo que no puede o teme hacer con palabras.

  • Regresiones: Algunos niños se vuelven a hacer pipí por la noche o se vuelven agresivos.

  • Cambios de comportamiento: Estas reacciones son más patentes en casa. Empiezan a romper o tirar cosas al suelo, aparecen algunos tics, se muerden las uñas, etc. Buscan estrategias para reducir la ansiedad que esta nueva situación les produce.

  • Mala relación con la madre: A menudo no podemos distinguir los celos, no parecen evidentes, ya que el niño muestra una conducta afectuosa hacia el bebé, pero aumenta la mala relación con la madre.

  • Rivalidad entre hermanos: Suele exteriorizarse en forma de competición. Hay hermanos que suelen rivalizar por casi todo y otros, sin embargo, tiran la toalla y se rinden. Ten en cuenta también que los celos pueden ser del mayor hacia el pequeño o del pequeño hacia el mayor.

  • Ausencia de reacción: Los celos, además, tienen muchas caras y disfraces. Pueden expresarse tanto por activa como por pasiva. La ausencia de reacción es igual de reveladora que las reacciones exageradas o impulsivas. En este caso, los cambios de conducta son muy significativos. Cuando un niño que era juguetón deja de serlo o uno muy tranquilo empieza a alborotarse, no podemos quedarnos al margen. Hemos de observarlos y tomar cartas en el asunto.

¿Sabes cómo se siente tu hijo/a?

Para entenderlo, lee con atención este ejemplo:

Gaby es una niña de tres años y medio que acaba de recibir la noticia de que va a tener un hermanito. Ella no sabe exactamente qué quiere decir eso ya que nunca ha tenido ninguno y piensa que debe ser como un muñeco grande, así que se alegra y se deja contagiar del estado de euforia de sus padres.

Sin embargo, día a día va observando cambios en el comportamiento de sus padres. Han dejado de centrar su atención en ella y se pasan el día hablando del bebé; además, cuando van de compras ya no le compran cosas a ella sino al hermanito.

Empiezan a decorar la habitación del nuevo hijo y a ella la cambian de cuarto. La avisan de repente de que ahora ya es mayor y debe dejar el chupete: sin embargo, compran varios chupetes nuevos para "el otro". Empieza a sentirse desplazada y se atemoriza por su amenaza contra la que no puede luchar porque todavía no existe.

Paulatinamente se apaga su alegría, llora por todo y no se quiere soltar de sus padres para nada. Tiene miedo a perderlos, no entiende qué pasa y se hunde en una regresión que le impide avanzar hacia la independencia. Esta situación se alarga demasiado y pierde el control.

Gaby sufre pesadillas nocturnas, está irritable y sus padres, que tampoco entienden nada, se pasan el día castigándola. La presión no hace más que complicar las cosas.

Se le junta todo: empieza a ir al colegio, deja la guardería y su mamá ya no va a buscarla porque está a punto de dar a luz. Se siente tremendamente desdichada.

Cuando nace el pequeño, la llevan al hospital y estalla en una pataleta tremenda.

Para reconducir esta situación, simplemente hay que evitar explicar cosas que los niños, debido a su edad, todavía no pueden comprender. Es más práctico hablarle del bebé cuando está a punto de nacer para que enseguida vea lo que es y se tranquilice al comprobar que solo está en la cuna, llora y hay que alimentarle y cambiarle de vez en cuando.

El hermano mayor ha de experimentar que no va a perder a sus padres. Para ayudarle, se ha de intentar que coincidan los menos cambios posibles en su rutina, que su vida se altere lo mínimo posible. A esta edad, la rutina confiere mucha seguridad a los niños ya que es su manera de controlar lo que pasa en su vida.

¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros hijos?

1. No tratar a los hermanos por igual:

Ser justo no significa regalarles a todos los hijos lo mismo por Navidad, ni tratarlos igual, ni reñirles de la misma manera, sino saber distinguir sus diferencias y tratarlos en consecuencia. Es posible, por ejemplo, que uno de vuestros hijos necesite una mayor rigidez en las normas y más reprimendas mientras que otro puede hundirse con las mismas palabras.

Algunos padres sienten coraje hacia las actitudes competitivas de sus hijos y, al detectar cualquier atisbo de celos, los castigan constantemente. Otros llegan a hacer malabarismos para que el niño no tenga celos. Evitan que vea al pequeño en situaciones íntimas e intentan convencerlo de que quieren a todos sus hijos por igual.

Otros, en su lucha contra los celos, hacen idénticos regalos a sus hijos, los visten igual, los alaban con las mismas palabras, los llevan a los mismos campamentos, los apuntan a las mismas actividades extraescolares - todos a música, todos a deporte, todos a inglés, etc.

La uniformidad suele ser injusta; ni las mismas regañinas ni las mismas carantoñas consiguen disminuir el deseo de exclusividad del niño.

Aprender a compartir es un largo proceso que parte de la base del reconocimiento de que los celos suelen ser inevitables y hay que enfrentarlos de cara.

2. Evitar las comparaciones:

Ninguno de los hijos es igual a otro, ni se puede comparar. Precisamente cada uno es diferente, único, especial y eso es lo que hemos de resaltar. Conviene pues explicarles las características que los hacen especiales de forma abierta.

El respeto y ayudarles a comprender las diferencias de edad y sexo ayuda a solucionar la situación. Algunos suelen verbalizar su malestar, "Ya no me quieres", "A mí no me coges", "Yo también quiero chupete", o preguntan si los bebés se pueden devolver al hospital.

En estas ocasiones hay que evitar dar excesivas explicaciones. Así, en lugar de decir: "Os queremos a los dos por igual" es preferible contestar con frases del tipo: "¡Cómo no te vamos a querer si eres nuestro primer hijo; tú eres único y especial para nosotros; somos muy felices porque eres nuestro hijo!"

Queremos a cada hijo de forma diferente porque cada uno es especial y único y no hay que ocultarlo. La clave está en la calidad no en la igualdad. La "igualdad" suele ser injusta. Cuando más nos esforzamos en evitar las desigualdades o favoritismos aparentes, más pendientes están ellos de descubrirnos. Es absolutamente legítimo que el mayor tenga unos privilegios que dependen de la edad. Si nuestra conducta es clara y transparente, ayudará a evitar miedos innecesarios.

3. Ayúdale a verbalizar sus sentimientos:

La posibilidad de verbalizar sus sentimientos, bien con palabras o bien a través de dibujos, les ayuda a eliminar los sentimientos negativos. Hay que escucharlos sin recriminarles sus sentimientos, reservándoles un espacio exclusivo de confidencias y mimos. Puede ser al acostarlos o cuando los acompañamos al cole.

Si pescáis a vuestro príncipe destronado aporreando al bebé con un osito, conviene que evitéis la regañina. Podéis, en cambio, llevarlo a un lugar aparte y escuchar sus motivos, en la intimidad con cariño. Eso no quiere decir que lo sometáis a un interrogatorio de tercer grado, sino que le ayudéis a verbalizar sus sentimientos negativos.
Podéis decirle: "Estás enfadado con el bebé, "¿verdad?", o darle una muñeca o un papel y lápices y permitirle que exprese su rabia.

Nuestra posición será observarlo con ojos comprensivos: es mejor que su enfado se vuelque de forma simbólica, dibujándolo o proyectándolo sobre un juguete, que no se lo guarde en su interior y lo reprima. Después se le puede decir: "La próxima vez que te enfades con tu hermanito, ven a contármelo; mamá te escuchará".

Autor/a: Elena Roger Gamir, pedagoga del Gabinete Pedagógico Solohijos
© Copyright Solohijos 1, S.L.
http://www.solohijos.com/newsletter/news.php?num=93_1

 

 

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Última modificación de la página:06/11/2007

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