La técnica
básica (de meditación) - La concentración
La concentración ocurre de forma natural cuando algo nos interesa o nos
llama la atención. Decimos que estamos concentrados cuando no pensamos en
nada más. Por ejemplo, estamos concentrados cuando disfrutamos de la
textura y el color de un pañuelo de seda, estamos enfrascados en la
lectura de un buen libro, saboreamos la primera cucharada de una deliciosa
sopa, nos aplicamos cuidadosamente el maquillaje de ojos o limpiamos el
parabrisas en la estación de servicio. Cuando una de estas actividades
está al frente de nuestra mente, todos los demás pensamientos quedan
relegados, pero en cuanto nuestra atención se aparta del pañuelo de seda o
de la sopa, vuelven a aparecer de forma instantánea. Así es como la
atención realiza ese pequeño milagro: poner freno a los pensamientos (o
tal vez deberíamos decir sacarlos suavemente del medio).
La clave de una buena concentración está en tener interés en el objeto o
la actividad. Claro está que la respiración tal vez no sea tan interesante
como la primera cucharada de una buena sopa, pero si la podemos considerar
con la misma curiosidad, acabará siéndolo.
Por lo tanto, nos interesamos en los cambiantes detalles, momento a
momento, de la respiración. Es una sucesión de sensaciones, ondulaciones y
flujos musculares que van y vienen dentro de nuestro cuerpo. El vientre,
el pecho y las fosas nasales son tres sitios donde las sensaciones son más
claras. Notamos cuando se para y comienza, o si es suave o espasmódica. No
tratamos de cambiarla. No «pensamos» en ella, simplemente la notamos a
medida que sucede.
Cuando nos concentramos la mente se vuelve más lenta. Ponemos más
atención, nos relajamos y los demás pensamientos desaparecen. Por supuesto
que no es tan fácil. Después de concentrarnos en la respiración durante
unos pocos segundos, nos viene a la mente una idea urgente («¿Plancharé
ahora o lo dejo para mañana? ¿Qué hacen en la tele hoy?»). En comparación,
la respiración parece aburrida.
O sea, que éste es el trabajo difícil en la meditación: dejar cualquier
idea de lado y volver al objeto de la concentración. La meditación
funciona sobre el principio del placer diferido. Si podemos prescindir de
la simple satisfacción de ideas y fantasía, la recompensa es mucho mayor.
Cada vez que dejamos de lado una idea o pensamiento disfrutamos de un
momento de liberación. Gradualmente la mente se vuelve aguda y clara,
capaz de comprender mejor.
Para meditar elegimos un objeto (la respiración, una flor, un mantra o una
imagen) y lo rodeamos de una «valla». Los textos budistas se refieren al
objeto de la meditación como «el lugar de trabajo». Nuestro trabajo es
mantenernos dentro de la valla y explorar.
Como cualquier trabajador, somos conscientes de que hay otras cosas detrás
de la valla, pero no tenemos que dejar las herramientas en el suelo y
salir a perseguirlas. Suena fácil, ¿verdad? Pero antes de que nos demos
cuenta, una seductora idea pasa a nuestro lado y allá nos vamos detrás de
ella.
La buena concentración es muy suave y casi no cuesta ningún esfuerzo. La
esencia de la concentración es realmente dejarse ir. La mente se
concentrará con toda naturalidad si nos podemos desligar rápidamente de
otros pensamientos.
Pero todo esto es lo ideal, la realidad es muy diferente. Nuestros
pensamientos son como un grupo de ruidosos escolares reclamando la
atención de la maestra. Concentrándose en algo, les podemos decir: «Ahora
estoy ocupada, volved más tarde». Y al igual que los niños, algunos
pensamientos no quieren irse, algunos se van y vuelven más tarde, mientras
que otros nunca más regresan.
Concentrarse no significa bloquear todos los demás pensamientos. Además,
esto es imposible. Más bien es como trabajar con la lente de una cámara:
cuando enfocamos una flor a corta distancia, la vemos con total claridad.
Todo lo que hay a su alrededor sigue estando allí, pero un poco borroso.
De forma similar, cuando nos concentramos en la respiración, otras ideas y
sensaciones siguen apareciendo, pero en la periferia.
Algunas personas suponen que para tener conciencia de algo,
automáticamente hay que «pensar en ello». Pero ¿usted está «pensando» en
su gato cuando le acaricia el lomo o le rasca las orejas? La concentración
es no-verbal, sensual e inmediata: implica sentir, no pensar.
Las distracciones y la mente errante
Sin embargo, las distracciones parecen ser múltiples. Una puerta se cierra
golpeando. Se nos ocurre una gran idea o aparece un pensamiento doloroso.
¿Qué hacemos? Nos permitimos sentir la distracción un momento, luego la
apartamos y volvemos a la respiración. Lleva un poco de tiempo darse
cuenta de que no hace falta prestar atención a todo lo que aflora en
nuestra mente.
Una puerta que golpea y su reverberación en el cuerpo dura sólo un
segundo. La verdadera distracción será su reacción. ¿Qué hace? ¿Se
molesta? («¿Cómo puedo meditar con ese ruido?») ¿Se desespera? («Es
inútil, mejor será que lo deje»). ¿Planifica? («¿Qué puedo hacer para que
no vuelva a ocurrir?») Unos pocos minutos después, la puerta sigue
golpeando en su interior.
Seamos honestos. Concentrarse no es fácil. No pasarán más de cinco
segundos de concentración en la respiración antes de que algo nos
distraiga. Los principiantes a menudo pierden el objeto de su meditación
durante varios minutos antes de darse cuenta y esto les resulta bastante
humillante. Usted piensa que posee una buena mente, porque le ha dado una
formación universitaria, una ocupación muy bien retribuida y le ha ayudado
a criar cuatro hijos, pero aun así, se da cuenta de que no puede mantener
la mente concentrada en una sola cosa más de 10 segundos seguidos.
Puede ser una sorpresa darse cuenta de lo poco que controlamos nuestro
mundo interior, pero ésa es la verdad para casi todo el mundo. Si la
aceptamos, podremos dejar de lado un montón de falsas expectativas sobre
nosotros mismos. Así que cuando su mente se distraiga, hágala volver sin
flagelarse a sí mismo («Debo hacer un mayor esfuerzo»). Siga adelante con
la meditación, aunque su mente vuelva a distraerse, una y otra vez. Vuelva
a traerla a la concentración. ¡Pronto le resultará más fácil!
La meditación requiere un poco de sentido del humor. Nuestras mentes
siempre parecen distraerse más de lo que quisiéramos y aun así, la
meditación funciona. Algunas ideas nos han tomado el número: nos pasan un
lazo alrededor del cuello y nos arrastran por el fango. Laurence LeShan,
el autor de How to Meditate, dice que si tuviéramos tan poco control de
nuestros cuerpos como el que tenemos de nuestras mentes, no seríamos
capaces de bajar ni un tramo de escalera sin matarnos.
Puede sentirse contento consigo mismo si está razonablemente concentrado
durante un par de minutos en una meditación que dura veinte. Son dos
minutos enteros libre de la tiranía de los pensamientos. ¡Un logro
excelente!
Eric Harrison
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