|
 |
Las palabras apuntan a
perceptos
La
superioridad del medio visual es tan decisiva porque ofrece equivalentes
estructurales de todas las características de los objetos, los
acontecimientos y las relaciones. La variedad de formas visuales
disponibles es tanta como la de los posibles sonidos del lenguaje, pero
lo que interesa es que pueden organizarse de acuerdo con configuraciones
fácilmente definibles, de las que las formas geométricas constituyen la
ilustración más tangible. La principal virtud del medio visual es la de
representar las formas en el espacio bidimensional y tridimensional,
mientras que la secuencia del lenguaje verbal es unidimensional. Este
espacio polidimensional no sólo procura buenos modelos mentales de los
objetos o los acontecimientos físicos, sino que representa además de
manera isomórfica las dimensiones necesarias para el razonamiento
teórico.
La historia de las lenguas muestra que palabras que no parecen ahora
referirse a la experiencia perceptual directa, si se referían a ella
originalmente. Muchas de ellas son todavía reconocibles figurativamente.
La profundidad de la mente, por ejemplo, se menciona en inglés mediante
una palabra que contiene el vocablo latino fundus, esto es, fondo. La
«profundidad» (depth) de un pozo y la «profundidad» de la mente se
mencionan aún hoy por la misma palabra, y S. E. Asch mostró en un
estudio sobre la metáfora, que esta especie de «física ingenua» se
descubre en el lenguaje figurativo de las lenguas más divergentes. El
universal hábito verbal refleja, por supuesto, el proceso psicológico
por el que los conceptos que describen hechos «no perceptuales» derivan
de conceptos perceptuales. La noción de la profundidad del pensamiento
deriva de la profundidad física; mas aún, la profundidad no es meramente
una metáfora conveniente para describir el fenómeno mental, sino el
único modo posible de concebir esa noción. La profundidad mental no es
pensable sin un conocimiento de la profundidad física. De ahí la
cualidad figurativa de todo lenguaje teórico, del que Whorf da
significativos ejemplos:
«Capto» el «hilo» de los argumentos de alguien, pero si su «nivel» está
«por encima de mí», mi atención puede «errar» y «perder contacto» con su
«flujo», de modo que cuando «llega» a su «conclusión», nuestras
diferencias son «amplias» y nuestras «perspectivas» se han «alejado» ya
tanto, que las «cosas» que dice resultan «demasiado» arbitrarias o
incluso «un montón» de disparates.
En realidad, Whorf se muestra demasiado económico en su uso de las
comillas, pues el resto de las palabras, incluidas las preposiciones y
las conjunciones, derivan también su significación de la experiencia
perceptual. Por supuesto, los sentidos no visuales contribuyen a hacer
pensables las cosas no perceptuales. Un argumento puede ser agudo o
impenetrable; las teorías pueden armonizar o resultar discordantes entre
sí; una situación política puede ser tensa; y un régimen corrupto puede
heder. El hombre puede apoyarse con confianza en los sentidos para
procurarse equivalentes perceptuales de toda noción teórica porque estas
nociones, para empezar, derivan de la experiencia sensorial. Para
decirlo de modo más contundente: el pensamiento humano no puede ir más
allá de las configuraciones que procuran los sentidos humanos.
El lenguaje, pues, constituye un decisivo argumento en favor de los que
afirman que el pensamiento tiene lugar en el dominio de los sentidos...
Rudolf Arnheim, fragmento de "El pensamiento visual"
|
Más artículos de Educación Mental Recomiéndanos
Home
Artículos
Mensa
Librería
Cursos
Tips Links
Contacto
Suscripción
Presentación
Última modificación de la página:23/03/2012
Copyright: © 2002, 2003, 2004
por
Ment@t
Todos
los derechos reservados acerca de, concepto, diseño,
imágenes y
contenido
mentat@mentat.com.ar
Optimizado para Internet Explorer y área de
pantalla de 800 x 600 píxeles
|