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Copiar en fichas todos los finales que se nos ocurran
para un relato así como sus inicios, probar todas las combinaciones
posibles y elegir la más eficaz.
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Contemplar la vida, los hechos, los sentimientos, las
cosas, las palabras... con actitud de asombro, de extrañeza, y escribir a
partir de las nuevas percepciones que así tengamos de todo ello.
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Inventar nuevas formas de enfocar nuestros actos
cotidianos y escribir sobre ellos.
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Mirar los objetos de nuestra casa como si pertenecieran
a otro mundo y escribir sobre la nueva forma de percibirlos.
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Inventar un mundo en el que las personas hablen con las
cosas y las cosas hablen entre sí.
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De entre todas las ideas que se agolpan en nuestra
mente, apuntar una; la más simple, la más atractiva o la primera que
podamos atrapar, sin preocuparnos por perder las restantes en el camino.
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Es bueno relajarse unos minutos antes de comenzar a
escribir, concentrarse en la respiración, para dejar fluir los
pensamientos; coger al vuelo palabras que pasen por la mente y llevarlas a
la página.
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Se puede trabajar con listas existentes, tales como las
del listín telefónico, la carta de un restaurante o la cartelera de los
cines.
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Plantearse la mayor cantidad posible de formas de
soledad existentes para desarrollar en un texto la que más nos conmueva.
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Observar lugares bucólicos y describirlos. Extraer
noticias truculentas de periódicos sensacionalistas y ambientar los
sucesos en dichos lugares.
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Estar alerta cuando nos sentimos angustiados para
rescatar aquellas imágenes que dan forma a la angustia.
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Escribir sin estar pendientes del calendario, del reloj
ni de lo que consigamos; simplemente, hacerlo.
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Escribir sobre un tema, elegido a conciencia, que nos
produzca la más intensa e íntima liberación.
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Imaginar varias situaciones que ocurren en distintos
lugares a la misma hora como método para contar algo desde distintos
puntos de vista.
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Repetir un mismo itinerario mental en distintas
ocasiones para comparar resultados y recoger la mayor cantidad posible de
material vivencial.
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Imaginar un viaje de afuera hacia adentro y otro de
adentro hacia fuera de uno mismo y escribir "durante" el viaje.
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Planificar un viaje interior por el territorio que sea
más propicio para las representaciones imaginarias.
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Practicar el aislamiento durante un período programado
de tiempo que puede ir desde un día completo hasta una semana, un mes... y
anotar lo que experimentamos en ese lapso.
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Escribir un texto a partir de la comparación de dos
realidades: recuerdos, sueños, experiencias vividas, sonidos, perfumes...
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Escribir un texto a partir de semejanzas y diferencias
que resulten de compararse uno mismo con otra persona.
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Encontrar las palabras que más placer nos produzcan o
más significaciones nos provoquen para constituirlas en componentes de una
imagen.
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Apelar a nuestros sentidos diferenciando aromas,
sabores, sonidos, observaciones y sensaciones táctiles de todo tipo para
incluir en nuestra lista para constituir imágenes.
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Dividir un objeto en el mayor número posible de piezas
que lo componen para jugar con ellas en un texto, llamando al objeto por
el nombre de algunas de esas piezas o partes.
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Inventar situaciones, personajes, conceptos que nos
permitan transgredir las funciones del lenguaje.
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Reunir todo tipo de géneros y discursos y a partir del
contraste entre dos de ellos, para constituir una narración: noticias
periodísticas, telegramas, poemas, diálogos escuchados al pasar, etcétera.
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Analizar todo tipo de palabras buscando la mayor
cantidad de explicaciones posibles que en torno a ellas nos aporta
material para un texto o nos permite, directamente, constituir el texto.
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Inventar imágenes inexistentes, con mecanismos
similares a los productores de frases hechas, y desplegarlas literalmente
en un texto.
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Tomar una idea conocida y asombrarse frente a ella como
si nos resultara desconocida como método para conseguir material
literario.
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Coleccionar refranes de distintas procedencias para
trabajar con ellos en un texto.
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Inventar refranes y jugar con su sentido literal.
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Prestar atención a los episodios cotidianos, y
convertir cada mínimo movimiento ocurrido en un espacio común -un bar, el
metro, un edificio, la playa- en un episodio capaz de desencadenar otros
muchos.
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Elegir momentos a distintas horas del día y describir
todo lo que sentimos y lo que sucede a nuestro alrededor, más cerca y más
lejos.
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Inventariar palabras a partir del alfabeto y crear
entre ellas un itinerario, el esqueleto de una historia.
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Tomar todo tipo de secretos: un "secreto de familia",
un "secreto de confesión", "el secreto de estado", "el secreto
profesional", como motores de un texto.
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Hurgar en nuestro mundo interior, rescatar de él algún
aspecto que no nos atrevemos a expresar y ponerlo en boca de un personaje.
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Confeccionar una lista de afirmaciones y otra de
negaciones como posible material para un texto en el que se omita algo
específico.
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Invertir el mecanismo lógico: secreto/confesión, es una
manera de enfrentar la ficción. En consecuencia, partir de una confesión
para luego inventar el secreto.
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Emborronar folios durante diez minutos exactos cada
día. Al cabo de cada mes (y por ninguna razón antes) leer lo apuntado.
Dicha lectura constituirá una grata sorpresa para su autor. Dado que
escribió asociando libremente, el material acopiado será heterogéneo y muy
aprovechable para ser transformado en texto literario.
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Contar lo diferente y no lo obvio de cada día.
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Trazarse un boceto de escritura "en ruta" y atrapar las
ideas susceptibles de ser incorporadas a nuestra futura obra.
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Recopilar anécdotas ajenas y apropiarse de algún
detalle de cada una o de su totalidad.
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Del intercambio de textos con otros escritores pueden
surgir propuestas y comentarios reveladores.
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Imitar una página del texto de un escritor consagrado y
comprobar el ensamblaje de las palabras.
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Rescatar la espontaneidad del niño. Jugar y crear con
todo lo que se tiene a mano.
