Cosificación humana
Cuando definimos lo que realmente es una persona ¿decimos que es su
cerebro o sus lóbulos prefrontales? Por el momento, pocos se atreven a
eso, pero se tiende cada vez más.
El pensar en los seres humanos únicamente en términos físicos y/o
biologistas muchas veces se aborda como si fuera la corriente
principal del pensamiento filosófico o científico. Es una de las posturas,
aún no es la postura generalizada. Tal vez tardemos un poco más en llegar
a eso.
Hasta ahora es un hecho que en cuanto el ser humano se transforma
en algo impersonal, es sometido a presiones “inhumanas” y - en el peor de
los casos - en cuanto el ser humano es considerado meramente como "cosa",
es sometido a las más atroces carnicerías. Ejemplos de la línea negativa
que señalamos se encuentran con facilidad a lo largo de la historia humana
en las más variadas sociedades e ideologías. Si cabe señalarlo, las
sociedades que estimamos como más avanzadas están tan manchadas como las
que creemos más atrasadas.
Dicho con todas las palabras, creemos que tratar al ser humano
únicamente como cosa física y biológica obedece a una omisión que
degrada el valor humano o a lo que le da un sentido verdaderamente
evolutivo a la cultura humana. El valor humano está en algo que aún no se
puede cosificar, está en el milagroso fenómeno de la conciencia auto
consciente y en lo que ésta es capaz de producir. No conocemos nada
similar en todo el universo explorado hasta el momento.
Si en nuestra civilización se omite ese plus entonces se favorece la
diseminación de la "cosificación" de las personas. "Ingenuos útiles" a tal
degradación podemos ser todos, en todas partes y en cualquier momento.
Especialmente cuando en nombre de criterios científicos y tecnológicos,
tendemos a barrer sarcásticamente con todas las ideas metafísicas.
Verdaderamente es muy discutible si las creencias metafísicas
evidentemente absurdas podrían causar más daño que las creencias
equivocadas - no tan obvias - derivadas de los criterios científicos
y/o tecnológicos ligeramente analizados. Lamentablemente, descuidamos
más lo que tenemos siempre a la vista que lo que deseamos observar y exige
cierto esfuerzo.
Las producciones de ese algo que nos hace humanos no siempre se pueden
tratar con criterios de verdad o de experiencias objetivas. Y eso no ayuda
mucho a los cosificadores que al confrontar estas abstracciones las atacan
o las ignoran. Y es así que omiten - con o sin intención - la existencia o
naturaleza de lo que las produce.
Nuestro entorno esencial - el que nos hace humanos y nos diferencia
sustancialmente del resto de las especies - es la cultura que producimos.
Sería bastante peculiar que adoptemos un modelo de cultura que sea
evidentemente nocivo para nuestra especie. Pero, como ya existe sobrada
evidencia de que a nivel individual podemos consumir y consumimos lo que
nos mata, consideramos que existe una confianza ingenua puesta en el
entorno que producimos, como si realmente hubiera garantías de que el
modelo cultural que estamos sustentando nos permitirá siquiera igualar la
eficacia para sobrevivir de algunos insectos. Tales garantías no
existirán a menos que rediseñemos conscientemente lo que nos hace más
humanos y dificulte cognitivamente el tratarnos como “cosas”.
Patricio J. Vargas Gil
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