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      ¿Dónde está la 
      creatividad?      
            La respuesta es obvia: la creatividad es un tipo de actividad mental, una 
      intuición que tiene lugar dentro de las cabezas de algunas personas 
      especiales. Pero esta breve suposición induce a error. Si por creatividad 
      entendemos una idea o acción que es nueva y valiosa, no podemos aceptar 
      sin más el relato de una persona como criterio de su existencia. No hay 
      manera de saber si un pensamiento es nuevo si no es por referencia a 
      algunos criterios, y no hay forma de decir si es valioso hasta que pasa la 
      evaluación social. Por tanto, la creatividad no se reproduce dentro de la 
      cabeza de las personas, sino en la interacción entre los pensamientos de 
      una persona y un contexto sociocultural. Es un fenómeno sistémico, más que 
      individual.
 ¿Quién está en lo cierto: el individuo que cree en su creatividad, o el 
      medio social que la niega? Si tomamos partido por el individuo, la 
      creatividad se convierte en un fenómeno subjetivo. Entonces, ser creativo 
      se reduce a una seguridad interior de que lo que pienso o hago es nuevo y 
      valioso. No hay nada malo en definir la creatividad de este modo, siempre 
      y cuando seamos conscientes de que no es eso en absoluto lo que se supone 
      que el término significaba originalmente, a saber, traer a la existencia 
      algo verdaderamente nuevo que es lo suficientemente valorado como para 
      agregarlo a la cultura. Por otro lado, si decidimos que la confirmación 
      social es necesaria para que algo sea considerado creativo, la definición 
      debe abarcar más que al individuo. Y no es posible buscar un término medio 
      y decir que a veces la convicción íntima es suficiente, mientras que en 
      otros casos necesitamos confirmación externa. Tal compromiso deja una 
      rendija enorme, y el intento de llegar a un acuerdo sobre si algo es 
      creativo o no resulta imposible.
 
 El problema es que "creatividad" tal y como se usa normalmente abarca una 
      extensión demasiado vasta. Se refiere a muy diferentes realidades, lo cual 
      provoca mucha confusión. Para clarificar las cuestiones, distingo al menos 
      tres fenómenos diferentes que se pueden llamar legítimamente por ese 
      nombre.
 
 El primer uso, difundido en la conversación ordinaria, se refiere a las 
      personas que expresan pensamientos inusitados, que son interesantes y 
      estimulantes; dicho brevemente, se aplica a personas que parecen ser 
      inusitadamente brillantes. A menos que hagan algún aporte de trascendencia 
      permanente, me refiero ellas como brillantes.
 
 La segunda forma en que se puede usar el término es aplicarlo a personas 
      que experimentan el mundo de maneras novedosas y originales, cuyas ideas 
      son nuevas, cuyos juicios son penetrantes, que pueden hacer 
      descubrimientos importantes de los que sólo ellos saben. Me refiero a 
      tales personas como personalmente creativas. Dada la naturaleza subjetiva 
      de esta forma de creatividad, es difícil tratarla, por muy importante que 
      pueda ser para quienes la experimentan.
 
 El último uso del término designa a los individuos que, como Leonardo, 
      Edison, Picasso o Einstein, han cambiado nuestra cultura en algún aspecto 
      importante. Son los creativos sin más.
 
 La diferencia entre estos tres significados no es simplemente de grado. La 
      última clase no es simplemente una forma más desarrollada de las primeras. 
      En realidad son modos diferentes de ser creativo, cada uno de ellos 
      desconectado en gran medida de los otros. Sucede con mucha frecuencia, por 
      ejemplo, que algunas personas que desbordan brillantez, de quienes todo el 
      mundo piensa que son excepcionalmente creativas, no dejan ninguna 
      realización, ninguna huella de su existencia (excepto en la memoria de 
      quienes los conocieron). En cambio, algunas personas que han tenido enorme 
      influencia en la historia no mostraron ninguna originalidad ni brillantez 
      en su conducta, salvo las realizaciones que dejaron tras de sí.
 
 Es perfectamente posible hacer un aporte creativo sin ser brillante ni 
      personalmente creativo, lo mismo que es posible - e incluso probable - que 
      alguien personalmente creativo nunca aporte nada a la cultura.
 
 Para hacer las cosas más complicadas, considérense otros dos términos que 
      a veces se usan indistintamente en el sentido de "creatividad". El primero 
      es talento. Difiere de la creatividad en que se concentra en una destreza 
      innata para hacer algo muy bien.
 
 El otro término que se usa con frecuencia como sinónimo de "creativo" es 
      genio. También aquí se da una superposición. Quizás deberíamos pensar que 
      un genio es una persona brillante y creativa al mismo tiempo. Pero una 
      persona puede cambiar la cultura de forma importante sin ser genio.
 
 Extractado de Mihaly Csikszentmihalyi,  Creatividad: El fluir y la sicología del descubrimiento y la invención.
 
              
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