Acerca del ego
El ego es una comparación. El amor propio y el orgullo no son
comparativos; esa es la diferencia básica. En el ego siempre te comparas:
soy superior a los otros, soy mejor que tú, estoy más elevado que tú, soy
más piadoso que tú; yo soy un santo, y tú un pecador. Por cualquier razón,
te comparas a ti mismo, como si fueras superior y reduciendo al otro a
inferior. Así se forma el ego.
Pero el orgullo no es comparativo. No tiene nada que ver con los demás.
Simplemente dice: me respeto a mí mismo, me amo a mí mismo, simplemente
estoy orgulloso de ser; sólo por estar en esta maravillosa existencia. No
tiene nada que ver con los demás. En el momento que empiezas a comparar,
comienzas un juego sucio.
Mi respeto por mí mismo no es un obstáculo para que tú seas respetuoso
contigo mismo. De hecho, me encantaría que te respetaras a ti mismo,
porque si tú no te respetas, ¿quién te va a respetar? Si no estás
orgulloso de ser un ser humano, la consciencia más evolucionada de la
existencia, entonces ¿quién va a estar orgulloso de ti?
Y tu orgullo no es realmente otra cosa que un agradecimiento por todo lo
que la existencia te ha dado; es tremendo, no somos dignos de ello, no nos
lo merecemos. No nos lo hemos ganado, no tenemos derecho a exigirlo;
simplemente la existencia nos lo ha dado todo desde su abundancia…
El amor propio es respeto sin comparación. El orgullo es dignidad, un
sentido de dignidad que la existencia quiere que tengas: esa existencia te
ha creado, esa existencia te necesita; eres bienvenido a la existencia. No
eres un niño no deseado, un huérfano; la existencia te nutre a cada
momento, te da vida, luz, todo lo que tú necesitas.
El orgullo no es equivalente al ego; tampoco el amor propio lo es. El ego
es comparativo, y por ser comparativo, es feo, es enfermizo. La misma idea
de que, por cualquier razón, “yo soy superior a ti” es inhumana. Pero
estar orgulloso de uno mismo no hace a nadie inferior. De hecho muestra a
los demás la forma de estar orgullosos de ellos mismos, de respetarse a sí
mismos.
Yo estoy en contra del ego, pero no en contra del orgullo, no en contra
del amor propio. Estas son las cualidades humanas más importantes.
Humildad, timidez y miedo
¿Cuál es la diferencia entre ser humilde, ser tímido, y simplemente
esconderse por miedo?
La diferencia entre ser humilde, ser tímido, y simplemente esconderse por
miedo es inmensa. Pero la inconsciencia del hombre es tal, que ni siquiera
es capaz de distinguir entre sus propios actos y sus respuestas a la
realidad; por otra parte, la diferencia es tan clara que hasta hacer la
pregunta carece de sentido.
Primero tienes que profundizar en la palabra “humilde”. Todas las
religiones le han dado una connotación errónea: con humilde quieren decir
justamente lo opuesto a egoísta; no es eso. Pero hasta lo opuesto exacto
al ego sería todavía el ego, escondido detrás de diferentes máscaras. Se
deja ver de vez en cuando en el que llaman hombre humilde: él se cree más
humilde que nadie; y eso es ego. La humildad no conoce ese lenguaje.
Ya os he contado la historia de los tres frailes cristianos. Sus
monasterios estaban cerca, en las montañas, y ellos tenían que cruzarse en
el camino todos los días. Un día hacía tanto calor que decidieron parar a
descansar y hablar un poco entre ellos. Después de todo eran todos
cristianos; puede que pertenecieran a diferentes sectas, pero sus bases
eran cristianas.
Mientras se sentaban a la sombra de un árbol, el primero dijo: “Está claro
que vuestros monasterios deben tener algo, pero no tienen la sabiduría ni
la erudición que encontrarás en el nuestro”.
El segundo dijo: “Eres tú quien ha sacado el tema, por eso os tengo que
decir que vuestros monasterios pueden tener erudición, pero esa no es la
cuestión. Nadie es más austero y disciplinado que la gente de nuestro
monasterio, su austeridad es incomparable, y en el momento del juicio
final, recordad, la erudición no se tendrá en cuenta. Lo que contará será
la austeridad”.
El tercero se rió y dijo: “Ambos tenéis razón acerca de vuestros
monasterios, pero no conocéis la verdadera esencia del cristianismo, y
esta es la humildad. Nosotros somos los más humildes”.
¿Humildes y los mejores?; esto es simplemente un ego reprimido. Por
avaricia, por la tremenda avaricia de entrar en el paraíso y disfrutar
todos sus placeres, un hombre es capaz de reprimir su ego y volverse
humilde. Antes de que te pueda decir lo que es la verdadera humildad
tienes que comprender la falsa humildad. A menos que comprendas la falsa,
es imposible definir la verdadera. De hecho, al entender la falsa, la
verdadera surge en tu visión por sí sola.
La falsa humildad es simplemente el ego reprimido, aparentando ser humilde
pero deseando ser el mejor. La verdadera humildad no tiene nada que ver
con el ego; es la ausencia del ego. No pretende ser superior a nadie. Es
la pura y simple comprensión de que no hay nadie que sea superior, ni
nadie que sea inferior; las personas son simplemente ellas mismas,
incomparablemente únicas. No puedes compararlas como superior o inferior.
De ahí que el auténtico hombre humilde sea muy difícil de comprender,
porque no será humilde de la manera que tú lo entiendes. Has conocido
montones de personas humildes, pero todos eran egoístas y tú no eres lo
suficientemente perspicaz para ver que eso es su ego reprimido.
Una vez vino a mi casa una misionera cristiana, una mujer joven y
preciosa. Me regaló la Sagrada Biblia y algunos otros panfletos, ella
parecía muy humilde. Le dije: “Saque toda esta basura de aquí. Esta
sagrada Biblia es una de las más sacrílegas escrituras del mundo”; e
inmediatamente ella explotó. Olvidó toda su humildad. Le dije: “Puede
dejar la Biblia. Sólo ha sido una treta para mostrarle quién es usted.
Usted no es humilde; de otra forma no se hubiera sentido herida”.
Sólo el ego se siente siempre herido.
No se puede herir a un hombre humilde.
La verdadera humildad es simplemente la ausencia del ego. Es abandonar
toda la personalidad y la decoración que has acumulado a tu alrededor, y
ser como un niño que no sabe quién es, que no sabe nada acerca del mundo.
Sus ojos son claros; puede ver el verde de los árboles con más
sensibilidad que tú. Tus ojos están llenos del polvo que tú llamas
conocimiento. ¿Y por qué has acumulado este polvo que te está dejando
ciego?: porque en el mundo, el conocimiento le da una tremenda energía a
tu ego. Tú sabes y los demás no.
El hombre humilde no sabe nada. Ha completado el círculo de regreso a la
inocencia de su infancia: está lleno de asombro; ve misterios en todas
partes; recoge piedras y conchas de la playa, y se siente tan feliz como
si hubiera encontrado diamantes, esmeraldas y rubíes.
Cuando yo era un niño, mi madre tenía muchos problemas conmigo; y lo mismo
le pasaba a mi sastre, porque yo le solía decir; “Póngame todos los
bolsillos que pueda”.
“Con una sola condición: que no le digas a nadie quién te lo ha hecho
–respondía él- Por tu culpa estoy perdiendo clientes. Dicen: “Este sastre
se ha vuelto majareta”… Porque yo llevaba bolsillos por delante, por
detrás, por los lados, en los pantalones, tantos como era posible.
“Donde encuentre un pequeño espacio, ponga un bolsillo” –le pedía yo.
“¿Tú estás loco o qué? -exclamaba él.
“Usted puede pensar lo que quiera, pero yo necesito todos esos bolsillos”
-explicaba yo, porque en el río de mi aldea había tantas piedras de
colores tan maravillosas que tenía que recogerlas, y necesitaba bolsillos
diferentes para los diferentes colores.
Mi madre se enfadaba mucho porque yo me iba a dormir con mis piedras en
los bolsillos, mientras dormía, ella me las sacaba. “¿Cómo puedes dormir
con tantas piedras?” Yo le decía que eso era hacer trampa; no se me
debería hacer nada mientras estuviera dormido.
La infancia posee una inmensa claridad. En esta claridad, en esta
transparencia, bajo esta perspectiva, el mundo entero es un milagro.
El hombre humilde regresa a esta milagrosa existencia. Nosotros la damos
por supuesta, pero no vemos cómo del mismo suelo florecen lotos, rosas y
millones de otras flores. La tierra no tiene colores, ¿de dónde vienen
esos preciosos colores?; la tierra es muy tosca, ¿de dónde vienen las
rosas aterciopeladas?; la tierra no tiene verdor, ¿de dónde viene el verde
de los árboles?
El hombre humilde es como un niño otra vez. No tiene exigencias, sino sólo
gratitud; gratitud por todas las cosas; gratitud incluso por cosas por las
que tú ni puedes concebir que se pueda estar agradecido.
Un místico sufí, Junnaid, estaba en peregrinación religiosa con sus
discípulos. En su escuela de misterio era casi rutinario para los
discípulos rezar con el maestro. Y su plegaria era siempre la misma;
acababa dando gracias a Dios: “¿Cómo te voy a pagar? Me das tanto, me
inundas con tanta felicidad, y nunca me dices cómo te lo voy a pagar. No
tengo otra cosa que gratitud. Perdóname por mi pobreza, pero te doy las
gracias por todas las cosas maravillosas que me has dado”.
Nadie lo ha objetado. La escuela de misterio de Junnaid estaba
floreciente, la gente venía desde lugares muy lejanos; se convirtió en una
de las más ricas escuelas sufíes. Pero en la peregrinación los discípulos
comenzaban a flaquear respecto a la última parte de la plegaria.
Un día atravesaron una aldea muy fanática. Los mahometanos no creen que
los sufíes sean verdaderos mahometanos (y los sufíes son los únicos
auténticos mahometanos de todo el mundo). Los mahometanos ortodoxos, los
sacerdotes; condenan a los sufíes por haberse desviado al dejar la masa y
empezar a moverse en su propio camino en solitario. No les importa la
tradición, han declarado abiertamente que “si hay algo erróneo en la
tradición lo vamos a corregir”.
Por ejemplo, los mahometanos ruegan a Dios en sus plegarias, y acaban la
plegaria con: “El Dios de los Mahometanos es el único Dios. Sólo hay un
Dios, y sólo hay un libro sagrado, el Corán, y sólo hay un profeta, Hazrat
Mahoma”.
Los sufíes nunca lo acaban; simplemente dicen: “Sólo hay Dios”; y nada
más. Han abandonado los otros dos puntos, el de que sólo hay un libro
sagrado, el Corán, y el de que sólo hay un profeta Hazrat Mahoma. Esto
hiere a los mahometanos ortodoxos.
Los sufíes son gente muy humilde y abierta a recibir de todas las fuentes;
no les preocupa si viene de fuentes cristianas, o de fuentes judías, o de
fuentes hindúes. La verdad es la verdad; por qué puerta entra en tu ser es
irrelevante.
Esa aldea fanática no les dio cobijo, no les dio comida, ni siquiera les
dejaron beber de su pozo. Era un país desértico y esto continuó ocurriendo
durante tres días: dormían en la fría noche del desierto, temblando
durante toda la noche, hambrientos, sedientos, rechazados, condenados; y
en la última aldea hasta les habían tirado piedras. De alguna forma
sobrevivieron y escaparon.
Pero el maestro continuó su plegaria, exactamente igual que lo hacía en la
escuela de misterio: “¡Cuántos nos has dado! ¡Tú compasión es infinita! Y
tú conoces nuestra pobreza; no podemos darte nada excepto nuestra gratitud
de todo corazón”.
Eso ya era demasiado. Tres días sin comida, sin cobijo, en las frías
noches del desierto… los discípulos no podían resistirlo. Junnaid estaba
yendo demasiado lejos. Uno de los discípulos le dijo: “Al menos en días
como estos, deja esta última parte”.
Junnaid dijo: “No lo comprendes. Dios nos ha dado estos días como una
prueba de fuego. Su compasión es infinita; tan sólo nos prueba para ver si
también nuestra confianza es infinita o no, si nuestra confianza tiene
condiciones. Si hubiésemos sido recibidos por esas aldeas, bienvenidos,
alimentados y hospedados (los mahometanos respetan mucho a la gente que va
en peregrinación sagrada), entonces hubieses estado de acuerdo con mi
plegaria. Porque hasta ahora, nunca habías estado en desacuerdo. Por
primera vez Dios me da la oportunidad de mostrar que no sólo estoy
agradecido en los días buenos, sino que, pase lo que pase, mi gratitud
permanecerá sin vacilar. Hasta en la hora de la muerte tendré las mismas
palabras en mis labios”.
Un hombre humilde vive una vida de gratitud incondicional; no sólo
gratitud hacia Dios, sino también hacia los seres humanos, los árboles,
las estrellas, todas las cosas.
Ser tímido es otra forma del ego. Se ha convertido en algo casi
ornamental. Se considera que las personas que se sienten tímidas, en
Oriente particularmente las mujeres, tienen una gracia especial; pero son
tímidas porque se piensa que serlo es algo maravilloso.
En Occidente, poco a poco esa timidez está desapareciendo porque ya no se
piensa que tenga valor alguno; simplemente muestra una larga tradición de
esclavitud. La mujer occidental moderna también se ha deshecho de ella
porque esa una cadena que la ataba, y necesitaba romper para liberarse.
¿En qué momentos te sientes tímido? En los momentos en que alguien te
alaba; en los momentos en que alguien te dice: “Qué bonito eres”; y tú
sabes que no es verdad, no hay tanta gente bonita alrededor. Pero casi
todo el mundo se cruzará con un idiota que le diga: “Qué bonito eres”. Y
entonces te entra la timidez porque sabes que no lo eres, pero satisface
al ego.
Puedes probar, puedes decirle al hombre más feo o a la mujer más fea:
“¡Dios mío! No hay nada en el mundo como tú. Eres tan hermosa que ni
Cleopatra sería nada comparada contigo”; y ni la mujer más horrible lo
negará. De hecho dirá: “Tú eres el único que tiene sensibilidad…”.
Es el ego otra vez jugando un juego diferente.
La persona sin ego nunca se siente tímida. Si dices algo que no es verdad
acerca de él, él mismo lo desmentirá. Quiere exponerse a sí mismo en
absoluta autenticidad.
Y por último, “esconderse por miedo”. Son todas expresiones diferentes del
ego: la falsa humildad, ser tímido; cuando se sabe perfectamente bien que
lo que se está diciendo no es verdad; y la tercera, esconderse por miedo.
Excepto el ego, no hay elemento en ti que pueda sentir miedo nunca, porque
el ego es lo único que es falso y que tiene que morir. Ni tu cuerpo
desaparecerá; simplemente regresa a sus elementos básicos; ni tu
consciencia va a morir. Continuará su viaje hacia niveles y formas de
expresión más elevadas, o finalmente puede desparecer en la consciencia
universal.
Pero esto no es la muerte. Eso es convertirte en algo grande, inmenso…
infinito y eterno; no es una pérdida. La única cosa que va a morir, y ha
estado continuamente muriendo cada vez que tú has muerto, la única cosa
que muere una y otra vez, es el ego. El cuerpo vuelve a los elementos
naturales, la consciencia vuelve a la consciencia universal, o a una nueva
forma de consciencia; la única cosa que muere una y otra vez es el ego.
Así que el ego es la raíz que causa todo miedo en ti.
Un hombre sin ego es también un hombre sin miedo.
En lo que a ti concierne es sólo discriminación intelectual. En lo que a
mí concierne no lo es, es mi experiencia. El día que mi ego desapareció,
encontré una clase de humildad totalmente nueva. Descubrí que no hay nada
por lo que ser tímido, y de ninguna manera me he estado escondiendo por
miedo.
Tú también puedes tener esta experiencia, y hasta que no la tengas,
solamente la comprensión intelectual no será suficiente. La meditación te
puede ayudar a deshacerte del ego y esas tres cosas desparecerán.
Osho, "Los misterios de la vida"
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