El valor de la
representación
La representación de la información puede ser una
actividad enriquecedora de las redes neuronales. No obstante habría que
tener algunas consideraciones sobre ella para poder establecer de qué
manera podría serlo.
Simplificando un poco las cosas podríamos acordar que es una forma de
simbolización y registro. Eso es lo que habitualmente consideramos hacer
con las palabras: simbolizan y registran la información.
La información que percibimos se puede representar de tres maneras:
-
En abstracto, mentalmente o en un escrito, con palabras
-
En un plano, mental o físico, con imágenes o gráficos
-
En un espacio, mental o físico, con objetos y
movimientos
Cuando representamos a la información con palabras, sea
mentalmente o en un escrito, podríamos tener algún vislumbre de imágenes
posibles que acompañen naturalmente al discurso lingüístico pero podría no
haber ninguna imagen. Eso depende del significado de la información, de
nuestra capacidad para captarlo y de la relación del significado con
cuestiones concretas (físicas).
Cuando representamos con imágenes, es raro que no estemos pensando en
ellas, asociándolas con palabras. Y cuando representamos con objetos,
también acompañamos con imágenes y, por silenciosos que seamos en lo
exterior, nuestra mente asocia el proceso con palabras.
Es decir, las palabras están generalmente en cada uno de los tipos de
representación. Las experiencias inefables no son tan numerosas.
Por ello, la mera conceptualización de la información - sin referencias
físicas o mentales a imágenes ni a objetos - es algo bastante extraño; y
también lo es la inversa, tener abundante procesamiento de imágenes,
objetos y movimientos, sin un correlato lingüístico asociado; la excepción
a todo esto está en el reino de los sueños y en la estética, en donde
podríamos decir que nuestras capacidades lingüísticas se notan
drásticamente en retirada.
En cada uno de estos tipos de representación, podemos intervenir
intencionalmente para aportarles mayor claridad, para ampliarlas, para
organizarlas, para estructurarlas, para otorgarles un contexto y un
sentido. Esto es obvio, pero no es muy común.
En principio, aceptamos las representaciones de otros y no hacemos
demasiado esfuerzo para hacer nuestras propias representaciones. Una vez
aceptadas las representaciones de otros, no hacemos demasiado por
"editarlas", por mejorarlas para nuestro propio procesamiento.
Y si la información nos llega sin representaciones pre-elaboradas, no
sabemos acercarnos ni cómo lograr una representación propia. Esto, por si
no se ha dicho aún, es un retroceso. Y todo lo que se haga para acompañar
a este retroceso lo favorece, lejos de neutralizarlo. Esto tiene una
connotación crítica a todos los esfuerzos que se hacen para mejorar el
procesamiento de la información dando "papilla predigerida" o súper
asimilable. La falta de esfuerzos intelectuales intencionales tiene un
costo muy elevado. Como analogía: si las cosas fueran siempre súper
cómodas y no hubiera que hacer ningún esfuerzo físico para casi ninguna
actividad propiamente humana ¿Acaso no cambiaría, con el paso del tiempo,
el esquema físico humano por otro que evidencie atrofias musculares y
óseas? No tengamos dudas de que así sería ¿Y podríamos ser complacientes y
decir que sólo se trata de un cambio en la concepción estética del cuerpo
humano? Supongo que únicamente bajo el influjo de una gran confusión
conceptual podríamos creer que se trataría de un cambio "evolutivo" y
positivo.
Patricio J. Vargas Gil
patriciovargas@mentat.com.ar
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