El cerebro en
envejecimiento: Deficiencia en la comunicación
Un equipo de investigadores del Instituto Médico Howard Hughes ha
demostrado que el envejecimiento normal interrumpe la comunicación entre
distintas regiones del cerebro. La nueva investigación, para la que se que
utilizaron técnicas médicas avanzadas de procesamiento de imágenes para
observar la función cerebral de 93 individuos sanos de entre 18 y 93 años
de edad, demuestra que esta disminución sucede incluso en ausencia de
patologías serias como la enfermedad de Alzheimer.
Los investigadores han sabido por bastante tiempo que el envejecimiento
normal degrada lentamente manojos de axones del sistema nervioso central
que transmiten señales críticas. “Nuestro estudio demuestra que la
disminución cognitiva durante el envejecimiento se puede relacionar con la
interrupción de la comunicación entre distintas regiones del cerebro”,
dijo Buckner, quien es investigador del Instituto Médico Howard Hughes, en
la Universidad de Harvard.
La nueva investigación, publicada el 6 de diciembre de 2007, en la revista
Neuron, comienza a revelar la forma en la que el simple hecho de envejecer
puede afectar los sistemas superiores del cerebro que gobiernan la
cognición. “Podemos haber captado la falta de la comunicación en acción”,
dijo Buckner.
El cerebro humano se puede dividir en regiones funcionales importantes,
cada una responsable de distintas clases de “aplicaciones”, por ejemplo la
memoria, la entrada y procesamiento sensoriales, la función ejecutora o
incluso la meditación interna personal. Las regiones funcionales del
cerebro están relacionadas por una red de conductos de materia blanca.
Estos canales de comunicación ayudan al cerebro a coordinar y compartir
información entre las distintas partes cerebrales. La materia blanca es el
tejido a través del cual los mensajes pasan entre las distintas regiones
del cerebro.
Los científicos sabían que la materia blanca se degrada con la edad, pero
no entendían la forma en la que esa disminución contribuía a la
degradación de los sistemas a gran escala que gobiernan la cognición.
“La intercomunicación entre las distintas partes del cerebro es como una
llamada en conferencia”, dijo Jessica Andrews-Hanna, estudiante de
doctorado del laboratorio de Buckner y primera autora del estudio.
“Estábamos escuchando a hurtadillas esta intercomunicación y observamos la
forma en la que la actividad en una región del cerebro se correlaciona con
otra”.
Buckner, Andrews-Hanna y sus colegas observaron la intercomunicación en
los cerebros de 93 personas de edades de entre 18 y 93 años, divididas
aproximadamente en un grupo adulto joven (18-34 años de edad) y un grupo
adulto mayor (60-93 años de edad). Se les dio a los participantes mayores
un conjunto de pruebas para medir sus habilidades cognitivas -entre las
que se encuentran la memoria, la función ejecutora y la velocidad de
procesamiento-. Estudiaron a cada persona utilizando exámenes de imágenes
por resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) para
medir la actividad en distintas partes del cerebro. La fMRI puede mapear
con precisión el incremento del flujo sanguíneo en regiones específicas
del cerebro. El incremento del flujo sanguíneo refleja una mayor actividad
en las regiones del cerebro que se utilizan durante las tareas mentales.
Para la tarea utilizada en el estudio de Neuron, se le presentó a los
sujetos palabras y se les pidió que decidieran si cada palabra
representaba un objeto vivo (por ejemplo un perro) o inanimado (por
ejemplo una casa). “Tal tarea requiere que los participantes procesen de
forma significativa las palabras”, dijo Buckner.
El grupo de Buckner exploró si el envejecimiento en el grupo mayor causaba
una pérdida de correlación entre las regiones del cerebro que -al menos en
los adultos jóvenes- llevan a cabo una intercomunicación nerviosa
importante.
Se centraron en las conexiones entre dos redes críticas, una responsable
del procesamiento de la información del mundo exterior y una, conocida
como la red por defecto, que es más interna y se activa cuando meditamos.
Por ejemplo, se supone que la red por defecto depende de dos regiones del
cerebro ligadas por vías de materia blanca de largo alcance. El nuevo
estudio reveló una diferencia dramática en estas regiones entre los
sujetos jóvenes y mayores. “Encontramos que en los adultos jóvenes, la
parte frontal del cerebro estaba bastante sincronizada con la parte
posterior del cerebro”, dijo Andrews-Hanna. “En los adultos mayores éste
no era el caso. Las regiones dejaban de estar sincronizadas y estaban
menos relacionadas entre sí”. Es interesante que los adultos mayores con
relaciones normales y abundantes tuvieran mejores resultados en las
pruebas cognitivas.
Según Buckner, se deduce que en un cerebro joven y sano, las señales se
transmiten fácilmente por conductos de materia blanca. A medida que
envejecemos, esos conductos se ven comprometidos. “Las mediciones de la
integridad de la materia blanca en los adultos mayores indican una
disminución”, dijo. Dependiendo de las redes en juego, el resultado puede
ser un deterioro en la memoria, el razonamiento u otras funciones
cognitivas importantes.
Buckner y Andrews-Hanna enfatizaron que otros cambios en el cerebro en
envejecimiento pueden contribuir a la disminución cognitiva. Por ejemplo,
la capacidad de las células de expresar neurotransmisores químicos también
podría estar comprometida.
En general, el nuevo trabajo promete una mejor comprensión de la
fisiología de la disminución cognitiva en los ancianos y podría ayudar a
explicar diferencias entre los individuos. “Podría ayudar a explicar por
qué algunas personas son tan listas a los 90 años como a los 40”, hizo
notar Andrews-Hanna. “Todos envejecemos de forma diferente y las
capacidades cognitivas varían considerablemente entre individuos”.
Típicamente, dijo Buckner, a medida que los individuos llegan a los 70 y
80 años, se observa un cierto grado de cambio. “Podemos utilizar esta
nueva metodología (que correlaciona las actividades de distintas regiones
del cerebro) como herramienta para comprender la variación entre
individuos. Podemos también explorar los factores de riesgo para las
interrupciones (en estas vías) de la misma forma en la que se hace con la
salud cardiovascular”.
http://www.hhmi.org//news/buckner20071206-esp.html
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