Artículos de educación mental

  

Menos espartanos, más filósofos  

 

Cuando se considera la máxima calidad intelectual de las personas, con certeza sabemos que no la basaremos en el oportunismo del más fuerte, del más saludable, del más apuesto, más simpático o más influyente; sabemos que la mejor calidad intelectual principalmente deriva de la aplicación de las habilidades intelectuales enfocadas a tareas abstractas. Es un hecho, no un prejuicio. El elitismo es un defecto de esta condición. La soberbia es otro.

La búsqueda del conocimiento, la creación original, el trabajo sistemático, etc. también están presentes en las tareas físicas, pero es en el campo netamente especulativo en el que se desarrolla la avanzada de la cultura humana. Por práctica y exitosa que fuera la vida de un artesano o de un guerrero, por hábiles que fueran en su arte, no recurriríamos precisamente a ellos para opinar de metodología o pedagogía.

La experiencia puede brindar una mira o amplitud de enfoque bastante variable de individuo a individuo y de circunstancias a circunstancias. La especulación racional tiene la potencia para diseñar las experiencias según propósitos elegidos. La línea evolutiva de la especie humana, al menos, parece seguir esta tendencia.

Así como un doctor, un académico, o un artista, no son necesariamente seres intelectualmente superiores; tampoco los más físicos, son necesariamente superiores sólo por ejercer fuerza e influencia (si fuese así únicamente crearían valor cultural los más inescrupulosos, fuertes e influyentes). Hasta habría prejuicios raciales acerca de la superioridad. Nuestras culturas no tienen anticuerpos para estas ideologías simplonas, por tal motivo es que son peligrosas.

En el pueblo en el que resido hay un personaje popular, un borrachín que pasa las horas del día sentado en el escalón de una vidriera comercial, viendo pasar a la gente.

Un día de verano, el individuo estaba en su habitual estado y circunstancias: ebrio, sentado, y sumido en la semisomnolencia.

En el borde de la acera, frente al personaje, también descansaba un perro.

En un momento pasa caminando una señora turista, informalmente bien vestida, de apariencia vital y de buen talante.

Se detiene frente al perro, se agacha a su lado e intenta jugar con el animal, hablándole como suele hablársele a un cachorro cuando se quiere a los animales, diciendo cosas sin sentido.

El animal, inmutable en su sopor.

El borrachín, cuando ya se había retirado de escena la turista, reúne fuerza de voluntad y se yergue. Camina hasta el cachorro, le dice unas cuantas tonterías, imitando a la turista, y estalla con un sonoro “¡Juá, ja, ja. Qué estúpida!”.

La mayoría de los testigos que relatan la historia lo hacen desternillándose de la risa.

Un caso análogo. Recuerdo al sensible y perspicaz convaleciente del cuento de Borges – El sur - que muere en un duelo (sin la menor experiencia en esas lides) con un paisano burlón y hábil cuchillero.

La preponderancia de lo intelectualmente mediocre sigue esta línea.

No se considera bien la figura de los votos calificados pero eso no impide que habitualmente aceptemos jurados expertos. Por otra parte, parece que todos opinan acerca de cualquiera sea el tema, como si tuvieran suficiente criterio por la mera disposición y libertad para opinar. Lo cierto es que ninguna eventual habilidad para aprovechar la oportunidad en un área es garantía suficiente de criterio en todas las áreas.

El mundo humano, al evolucionar, ya no produce Espartas. ¿Es una bendición o no lo es? Creo que no lo será hasta que produzca más filosofía en vez de burdas propagandas.

Patricio Jorge Vargas Gil
 

 

 

 


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Última modificación de la página:12/01/2012

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