El
conocimiento del espíritu humano
A todos nosotros nos ha sucedido de quedar estupefactos, hablando con
personas comunes, ante su capacidad de penetración psicológica. Al punto
de decir que son grandes psicólogos aun cuando sepamos, con seguridad, que
no han oído hablar nunca ni de Sigmund Freud, ni de Alfred Adler, ni de
Carl Jung. Son psicólogos autodidactas, que han aprendido psicología de la
vida, de las luchas que han debido afrontar, de los problemas que han
tenido que superar.
A veces es la encargada de un edificio quien nos sorprende con sus
afirmaciones. Y nos preguntamos sorprendidos: ¿cómo ha hecho esta mujer,
que no ha estudiado psicología ni sociología, para intuir las motivaciones
más escondidas de las personas? Al observarla nos damos cuenta de que ha
sido su trabajo el que la ha llevado a esto.
En un condominio viven centenares de personas, jóvenes y viejos, personas
enamoradas, personas pobres y enfermas, personas coléricas y vengativas.
Personas generosas, gentiles. Personas ricas, personas que parecen ricas,
y sin embargo viven de expedientes al límite de la ley. Luego están los
propietarios de las habitaciones que quieren que ella controle su
alquiler. Existen los vendedores ambulantes que tratan de infiltrarse, los
proveedores, los clientes de las oficinas. Están los amigos de las
personas que habitan en el condominio, los importantes y los indeseables.
Existen también los malvivientes, los vendedores de drogas.
Ella tiene que conocer a todas estas personas, tiene que intuir su
carácter a partir de pocas señales, por el modo de caminar, por el modo de
vestir, por la expresión de la cara, por el tono de la voz. Para tener una
buena relación con todos no debe equivocarse.
Tiene que saber cuándo puede ser graciosa y cuándo tiene que callarse.
Cómo dar una noticia desagradable y cómo retar a un niño sin que sus
padres se ofendan, si son susceptibles. Casos análogos los encontramos
entre los managers que, día a día, deben hacerse cargo de muchas personas
y de muchos problemas. Ellos también- están obligados a conocer
profundamente la psicología de sus propios subalternos. En este caso no es
tan importante el estudio del gesto, del comportamiento, como la capacidad
de escuchar. Porque los subalternos no hablan sólo de relaciones de
oficina, sino que introducen su propia vida familiar, los eventos que
ocurren, sus necesidades, las desgracias, los imprevistos. Delante de
ellos desfilan no sólo los individuos, sino familias enteras y
problemáticas universales. El problema de los padres ancianos, el problema
de los hijos, la escuela, la infidelidad, las neurosis. Por este motivo un
manager común, un jefe de oficina, un jefe de sección, si es sensible y
cumple bien su actividad, puede convertirse en un profundo conocedor del
espíritu humano. Este tipo de personas aprenden de la vida en su fermento
cotidiano. Aprenden observando, confrontando, reflexionando, relacionando
pacientemente los hechos, como lo hacen el científico, o el dramaturgo, o
el gran novelista. Pero no escriben libros, no pretenden saber, o enseñar.
Son humildes.
Su comportamiento, su ser, está totalmente en las antípodas de la
categoría de los eruditos. El erudito no aprende de la vida, sólo de los
libros. No consigue ver con sus propios ojos, juzgar con su cabeza, sino
que repite sólo lo que han ya dicho los otros. Estos otros son siempre
“autoridades” reconocidas, consagradas por una larga costumbre.
La característica común de los eruditos es la siguiente: frente a un
problema, a un evento, a un drama, no analizan el fenómeno, sino que
buscan un libro, una cita. Lo suyo no es un conocimiento, es un exorcismo.
No están interesados en absoluto en descubrir los mecanismos verdaderos,
sino en eliminar el problema. Le alcanza que alguien haya ya escrito-sobre
eso.
Este tipo de personas no puede ser humilde, porque se nutre siempre de los
ornamentos del saber más autorizado, más reconocido y más consagrado. Como
hacían, hace tiempo, los aristotélicos, según los cuales Aristóteles había
dicho todo, y entonces ellos, sus discípulos, sabían todo.
Muy a menudo a la cultura se la identifica con esta capacidad de cita, con
esta erudición. Muchas personas del primer tipo, inteligentes, capaces de
aprender e investigar, cuando están en contacto con los eruditos, de
entrada se sienten ignorantes, sienten vergüenza. Luego reflexionan y
confrontan lo que han escuchado con la realidad, y llegan a la conclusión
de que la cultura es algo vacío, que no explica nada, que no sirve para
nada. Y es una lástima y se equivocan, porque la verdadera gran cultura
está adherida a la vida, los grandes dramaturgos, los grandes novelistas,
los grandes científicos desde Shakespeare a Goethe, desde Beethoven a
Verdi, desde Pasteur a Freud se acercaban a los hombres y a los fenómenos
con el bagaje de todo el saber sobre sus espaldas. Pero con la actitud
asombrada y maravillada de un niño. El bagaje les servía para entender el
límite del conocimiento humano y no seguramente para amamantarse a partir
de él. Les servía para entender el sentido profundo de lo que observaban
pero, sobre todo, para organizar y comunicar a la gente sus
descubrimientos.
La verdadera cultura, la que es útil, es siempre una síntesis entre el
saber acumulado y la observación incansable de la vida circundante.
Francesco Alberoni, "El optimismo".
Más artículos de Educación Mental
Otros temas
Puedes recibir estos artículos en tu casilla de e-mail
suscribiéndote a nuestro boletín.
|
Curso Mentat Gold
Descubre la manera más simple y rápida de aumentar tu
capacidad mental de manera sorprendente.
En este nuevo y revolucionario curso te revelamos los secretos para
que puedas enfrentar con mayor confianza los desafíos del trabajo
intelectual.
Si estás pensando en terminar tus estudios o retomarlos, mejorar tu
desempeño en el trabajo o alcanzar el éxito en tu vida profesional y
personal, quizás esta sea la información más importante que leerás
sobre este tema.
Más
información aquí
|
|