Motivación:
once estímulos para el trabajo (Parte 1)
La motivación en el trabajo incluye tantos matices como personas en una
empresa, pero cabe destacar algunos incentivos que pueden ayudarle en
algún momento determinado.
1. El porqué
Friedrich Nietzsche acuñó la frase de que “quien tiene un porqué para
vivir podrá superar cualquier cómo”. Otros autores la encarnaron y
relataron, como Viktor Frankl (El hombre en busca de sentido). La cita nos
puede servir, ya que empleamos al menos un tercio de nuestro día en
trabajar. Desde luego, los estímulos más efectivos suelen ser personales,
los únicos que dependen sólo de nosotros. Probablemente, el motor resulta
más potente cuanto más trasciende a uno mismo y cuanto más se concreta en
alguien en vez de en algo. Entre otros, dos lubricantes mantienen nuestro
engranaje vital a punto: las personas que nos influyen y las lecturas que
nos afectan.
Ante una misma tarea, distintas personas pueden describirla con muy
diversas
apreciaciones: “Aguanto ocho horas”, “hago fotocopias”, “ayudo a los
compañeros”, “saco adelante a mi familia”, “colaboro para hacer un pueblo
mejor”, “un país mejor”, “un mundo mejor”… Al margen de su trascendencia
social, percibir que nuestra ocupación es importante nos motiva. Hace unos
meses conocí a un joven empresario que fabrica y comercializa tablas de
surf en Castro Urdiales (Cantabria). Hasta ese día mi conocimiento de ese
deporte era casi nulo y sus connotaciones no especialmente positivas. Mi
opinión cambió un poco al saber de su origen y
detalles de su práctica.
Además, me impresionó el mensaje de B&B The Encounter para definir este
deporte: “El surf es un estado de equilibrio dinámico entre el hombre, la
ola y la tabla, sumergidos en una naturaleza armoniosamente salvaje que
contrasta con la insignificancia y pequeñez humana, provocando una
constante y progresiva pregunta - búsqueda - encuentro con la perfección y
lo trascendente”. Invirtiendo el conocido dicho, siempre sopla viento
favorable para quien sabe a dónde va.
2. El reconocimiento
Las profesiones intelectuales y las manuales comparten los rasgos
esenciales del trabajo humano. Por eso, las cabezas y las manos, igual que
los corazones, van donde reciben más aprecio. En este sentido, algunos
expertos señalan que, en general, la duración del entusiasmo ciego en un
puesto oscila entre uno y tres años. Por ejemplo, la ilusión ante los
ascensos no es exclusiva de la clase dirigente. Dos casos entre muchos: he
comprobado ese efecto dinamizador en quien manifestaba su satisfacción por
haber alcanzado el rango de cabo y he escuchado la desazón de un operario
a quien su jefe retrasaba su nueva categoría de oficial de segunda.
3. El equipo
Con frecuencia, saberse y sentirse en un equipo supone un estímulo de
primer orden. El ejemplo de un conocido ciclista resulta paradigmático,
por el fondo y la forma. Su repetida frase tras el éxito era “hemos estado
ahí”. También es cierto que el mejor ambiente entre compañeros no
sobrevive a un capitán sin las mínimas cualidades del liderazgo.
4. El reto
Los triunfos suelen venir precedidos de fracasos y requieren constancia en
el esfuerzo y apoyo de los compañeros. Ilustra y anima una pincelada del
historial deportivo de Miguel Induráin en la carrera más importante del
ciclismo. 1985: abandona en la 4ª etapa. 1986: abandona en la 12ª etapa.
1987: llega al final en el puesto 97º. 1988: llega al final en el puesto
47º. 1989: llega al final en el puesto 17º y gana una etapa. 1990: llega
al final en el puesto 10º y gana una etapa. 1991: gana el Tour. 1992: gana
el Tour. 1993: gana el Tour. 1994: gana el Tour. 1995: gana el Tour
5. El dinero
El incentivo tangible por excelencia es el sueldo. También por eso es una
variable de primera magnitud. Si falla de forma considerable, difícilmente
los estímulos intangibles cubren ese déficit. Frente al quevedesco
“poderoso caballero es don dinero” cabe un contrapunto kantiano: “En el
lugar de lo que tiene un precio puede ser colocado algo equivalente. En
cambio, lo que se halla por encima de todo precio y no se presta a
equivalencia alguna, eso posee una dignidad.
6. El tiempo
Se puede retribuir el trabajo también con flexibilidad horaria,
posibilidad de formación, más vacaciones o repartidas según la necesidad
del empleado, etc. Además, con un ambiente adecuado, la confianza facilita
que, en circunstancias excepcionales, se pida una dedicación extra. Y
viceversa, como situación especial, debe permitirse reducir el tiempo de
trabajo. Una obviedad: por su propia definición, las excepciones son
excepcionales; si se convierten en habituales, dejan de serlo.
Enrique Sueiro (Universidad de Navarra)05/04/2005
www.navactiva.com/web/es/
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