Estudiar a Distancia: Autogestión y Compromiso  

 

Estudiar a distancia ofrece muchas ventajas pero también requiere de una gran capacidad de autodisciplina, que permita la inversión en el proyecto formativo de tiempo y dedicación útiles en medida razonable.

El alumno de los sistemas no presenciales goza de los beneficios derivados de la modalidad, tales como flexibilidad de días y horarios de estudio , ejercitación y evaluación, y acceso a los contenidos y a las tutorías desde el lugar en donde él decida.

Los métodos de capacitación a distancia no solamente proveen los contenidos propios de la materia que en cada caso se trate, sino también (y aquí la diferencia fundamental con el estudio libre) indican y promueven los procedimientos a seguir por parte del aprendiz a los efectos de una adecuada asimilación de conocimientos.

También aseguran la orientación y el seguimiento de tales procesos mediante la actividad del tutor, profesor que por distintos medios (correo postal, teléfono, fax, correo electrónico, chat, etc.) interactua en forma habitual con el estudiante.

No obstante, estos elementos no pueden por si mismos asegurar un ritmo de trabajo intelectual ni de aprendizaje en el educando.

Son herramientas, procedimientos, cursos de acción sugeridos, que quedan en manos del estudiante, responsable total de la dedicación y el esfuerzo puestos en juego en pos del objetivo de aprender.

La enseñanza a distancia es, sin duda alguna, facilitadora respecto del acceso a la educación para muchos individuos, pero no es de modo alguno fácil o liviana.

La facilitación radica en la provisión de contenidos, la orientación respecto de los procedimientos adecuados para su abordaje eficaz, la atención de consultas generales o particulares, procesales o de contenido, por parte de los tutores y, en la mayoría de los casos, también la flexibilidad temporal que significa la ausencia de calendarios fijos de obligaciones.

Lejos de acceder al conocimiento por medios cómodos, quien estudia a distancia debe tener o adquirir la capacidad de autogestión formativa que implica vencer obstáculos cotidianos de la más diversa índole (compromisos, cansancio, fatiga, tentación a la postergación reiterada, priorización de otras cuestiones, etc.) para sostener un ritmo de lectura comprensiva y de producción intelectual suficiente y constante.

Esto es así porque, a diferencia de la educación tradicional, presencial, la metodología a distancia no implica exigencia “desde” del sistema.

No hay un profesor que reclame tal o cual conocimiento, habilidad o producto en tiempo y forma.

Es el alumno el que debe decidir cuándo (y en ocasiones hasta cómo) desarrollar los procedimientos indicados y presentar los trabajos formativos o evaluativos solicitados, para que, recién entonces, actúe la instancia evaluadora y orientadora del docente.

Es el alumno quien, aprobados los requisitos medios obligatorios, solicitará la evaluación final.

He aquí la razón por la cual la educación a distancia se asocia, en forma explícita o tácita, con la educación de adultos y con el aprendizaje significativo, que se construye sobre los saberes y los intereses del individuo en situación.

La autogestión requiere de cierto grado de madurez intelectual y emocional que se presupone posterior a la adolescencia.

El adulto en situación de aprendizaje, al igual que el estudiante a distancia, debe “aprender a aprender” mediante el desarrollo de hábitos y actitudes capaces de generar métodos y técnicas de apropiación y asimilación de conocimientos en diferentes contextos.

El aprendizaje es siempre un proceso personal que se desarrolla en el interior del individuo. Pero esa soledad se hace patente en la formación no presencial en la que el grupo no suele actuar como amortiguador de frustraciones, contenedor emocional y motivador de la interacción.

Esto constituye en parte un aspecto importante del fenómeno de la deserción, que en educación a distancia suele aparecer de modo explosivo y de difícil reversión.

De allí los esfuerzos de algunas propuestas en esta modalidad por generar vínculos entre los cursantes de una misma materia o nivel, que permitan la recuperación del factor gregario en la educación.

Se puede esperar de los sistemas a distancia la facilitación en los procesos y una educación de calidad, pero esa misma calidad es la que exige del alumno una gran cuota de dedicación y esfuerzo.

En educación a distancia el estudiante debe pagar el costo de la autonomía con una mayor dosis de empeño, voluntad y responsabilidad individual.


Lic. Jorge Eduardo Padula Perkins


 

 

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