Factor motivacional de la
Inteligencia
Podemos decir que todo rasgo conductual
depende de la motivación.
Podríamos decir que lo que hace el individuo depende de las posibilidades
inherentes a la persona y a los fines e impulsos que actúan sobre ella en
ese momento.
El concepto general de inteligencia se halla relacionado, en forma
definitiva, con la “capacidad” y no con la motivación, o sea con las
potencialidades inherentes a la persona.
El fin que proponen las mediciones de la inteligencia es medir la
capacidad para la acción inteligente separada de los factores que
presentan los factores motivadores. La posibilidad de medir la capacidad
intelectual de una persona en un momento dado en forma sustancialmente
independiente de la motivación no significa, naturalmente, que el
desarrollo de la inteligencia, y aun la capacidad intelectual momentánea
real de la persona, sea necesariamente independiente de la motivación.
El procedimiento de los test señala enfáticamente la relación que existe
entre la conducta inteligente y la situación motivadora, requiriendo algo
que se aproxime al estado óptimo del sujeto durante la aplicación de un
test, por ejemplo. En relación a esto, podemos decir que en esta relación
entre motivación e inteligencia se pueden distinguir dos problemas: en
primer lugar la situación motivadora puede cambiar la capacidad
intelectual del individuo en esta situación dada, pero no permanentemente;
en segundo lugar, la situación motivadora puede cambiar la capacidad
intelectual de la persona en forma permanente, ya sea ejerciendo sobre él
una repentina y fuerte influencia, o por existir ciertas situaciones
motivadoras durante un largo período, que puedan gradualmente ir
dificultando o acelerando el desarrollo de la capacidad de la persona.
Es evidente que el estímulo personal, los intereses, las posibilidades de
desarrollo técnico y emocional, contribuyan a aumentar los “motivos” por
los cuales uno desarrolla una tarea, considerando que las funciones
intelectivas estarán mucho mas alerta despertando mayores grados de
registro. Cuando desarrollamos un trabajo, estudio o lectura que nos
satisface, nuestro grado de atención aumenta, lo cual nos coloca en un
marco de mayores posibilidades de aprendizaje; los valores intelectuales
están de alguna manera supeditados
al estímulo que le imprimamos.
Es una fantasía proponer que la inteligencia “virgen” salida de un
principio genético absoluto es suficiente para desarrollar esa “potencial”
inteligencia apriorística. Los factores culturales, los estímulos y todo
aquello vinculado a los afectos, harán de campo propicio para la
potenciación de la inteligencia.
Esto se relaciona con otras apreciaciones que he hecho a lo largo de este
tiempo en relación a la inteligencia y el medio ambiente. Es indudable que
esta inteligencia se desarrolla y estimula a partir de un intercambio
sutil y afectivo con el medio; y cuando digo afectivo no me refiero
solamente a la caricia, sino que también incluyo el “afecto” frente a una
tarea que, si está bien planteada, si el medio que nos rodea es propicio,
si las condiciones generales son aptas, esa inteligencia está en su grado
máximo de posibilidades.
La relación entre inteligencia y medio es una realidad, y nunca podremos
sustraerla de este contexto.
Lic. Carlos Allende
Psicólogo evaluador de
Mensa Argentina
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Última modificación de la página:02/09/2008
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