La frontera
final
Las computadoras tal vez representen el hito más destacado en la evolución
de la tecnología humana. Y la conciencia es - muy probablemente todos
coincidan en esta apreciación - el hito más destacado de la evolución
biológica. Tal vez suene a lugar común pero ciertamente hay una relación
trágica entre el producto de la evolución tecnológica y el de la evolución
biológica.
Nuestro ingenio tecnológico nos lleva paradojalmente a ciertas pérdidas
importantes.
La idea detrás de esta advertencia es que casi ya no podemos
encargarnos de saber mejor lo que está siendo computado para nosotros.
Y cada vez estamos más lejos del ideal de saber cómo hacerlo nosotros
mismos.
Esto seguiría siendo válido tanto si habláramos de una computadora como de
una legión de criados. El ideal superior para nuestra condición humana es
estar en el control de lo que obtenemos, no sólo en el papel pasivo del
que hace el encargo. Pero ya parece un imposible.
La tendencia de nuestras sociedades hace que nos volvamos cada vez más
dependientes de medios tecnológicos para amplificar nuestras posibilidades
así como más consumistas de tecnología para satisfacer impulsos y
necesidades que dudosamente están originados por nosotros mismos.
Cuando se compara el cerebro con el producto de la tecnología que más se
le parece, siempre tenemos presente a la computadora. Y cuando hablamos de
inteligencia artificial e intentamos simular el cerebro y la mente humana
mediante poderosos sistemas, lo hacemos con el entusiasmo originado en la
esperanza de establecer definitivamente cómo funciona el cerebro y qué es
realmente la conciencia. Pero pareciera que queriendo acercarnos a ella es
como nos vamos alejando sutilmente de la misma.
Las computadoras no son conscientes o creativas y no son inteligentes en
el sentido más completo. Pero pueden simular estas cosas. Cualquier
decisión o modo de hacer algo puede ser calculado de antemano por un
programador y quedar establecido en un programa que hará una simulación
presumiblemente cada vez más realista.
Claro que es de suponerse que una computadora no querría gobernar el
mundo. Las computadoras realmente no pueden querer nada (aún si alguien
las ha programado para decir que quieren algo). Si una computadora anuncia
realmente que tiene la intención de asumir el control de algo, entonces
deberíamos averiguar quién la programó para hacer esto. Tal vez no es
demasiado alocado considerar mejor las cuestiones acerca de Internet y
quienes son sus verdaderos dueños. Sin embargo, hay tanta negligencia como
intencionalidad en la tendencia decadente de la cultura global generada
por la satisfacción tecnológica cada vez mayor que nos aseguramos.
Lo que se denomina actualmente como inteligencia artificial sólo aplica en
el reconocimiento de modelos y en los sistemas expertos. Un sistema
experto consiste en programar la computadora para imitar las acciones
modelo de expertos humanos en el área automatizada. Y el reconocimiento de
modelos (que incluye el análisis de tendencias, el reconocimiento de voz,
la identificación visual, etc.) consiste en usar matemáticas sofisticadas
y mucho poder de cálculo para encontrar los más probables dentro de un
conjunto conocido.
Pero a pesar de todos los avances y especulaciones que surgieron, ninguna
máquina se puede dar cuenta de ser consciente. Y ninguna máquina se acerca
a la verdadera inteligencia.
La mente tiene mecanismos y puede ser considerada una sofisticada
maquinaria, sin que tal consideración peque de exceso. Y, en la misma
línea, toda la maquinaria mental puede ser considerada del mismo modo que
el software de una computadora.
Hipotéticamente, (H. Putnam lo plantea a su modo, así como lo hace la
película Matrix) el universo entero que percibimos podría ser una
manifestación programada generada por un sistema de enorme complejidad
autosustentada (que realmente sería sólo una serie de instrucciones
operando). Esto plantea que es posible que haya rutinas de sistema en la
estructura de realidad que percibimos. La fractalidad en la naturaleza
sería un buen ejemplo.
Pero las personas no son computadoras. Poseemos mucha maquinaria mental
que funciona de manera similar a como ocurren las cosas con las
computadoras, y el área de ingeniería de sistemas es muy fértil en
analogías con la estructura de la mente y de la realidad que percibimos,
pero es necesario señalar que podemos estar cada vez más convencidos de
nuestro conocimiento de la naturaleza y sin embargo hallarnos en una
espiral descendente alarmante.
Tal vez nos condene la debilidad de no poder determinar el camino correcto
antes de hacer semejante viaje pero siempre es oportuno acudir a la
verdadera conciencia en vez de conformarnos con sus simulacros.
Patricio J. Vargas Gil
pvargasgil@mentat.com.ar
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