Técnicas de estudio, concentración, memoria, comprensión, y desarrollo de habilidades mentales

  La fuente de la vitalidad  

 

Hace algunos años, fui invitado a una reunión de oficiales veteranos en una de las academias militares. El oficial a cargo habló con todo detalle sobre la decadencia moral de la sociedad. Parecía no haber enfoque en su disertación y no podía yo imaginar qué problema les preocupaba a esos hombres. Al final se reveló que algunos de los estudiantes de la academia hacían trampa en sus exámenes. Los cadetes no respetaban el código de honor de la academia. La explicación de los oficiales para la conducta de los cadetes era la corrupción de la sociedad. Sentían que para cuando llegaban a la academia, a los 18 años de edad, era demasiado tarde; el cadete era irreformable entonces.

Después de una larga charla acerca de la corrupción en la sociedad, intenté cambiar el tema. Pregunté si alguien en el salón había servido en Vietnam. La mayoría lo había hecho. Pregunté si alguno de ellos había participado en el fenómeno conocido como el conteo de cuerpos. (Éste era un sistema de medición para determinar cómo se desempeñaban en la guerra las fuerzas estadounidenses. Al final de cada batalla, los enemigos muertos eran contados y se informaba la cantidad. Conforme se difundió este proceso, se informaban en forma rutinaria cantidades muy exageradas.)

Por el ambiente de incomodidad en el salón, quedó claro que algunos habían participado. ¿Por qué, pregunté, un oficial y un caballero (en oposición a un cadete no comisionado) participaría en tal conducta? Respondiendo mi propia pregunta, propuse que cuando se daba un objetivo imposible a las personas de una jerarquía vasta y se agregaba una presión enorme para producir, como en una empresa, las personas también experimentan una presión creciente para participar en conductas antiéticas. Una forma invisible de corrupción en la alta jerarquía, el ejercicio de la autoridad sin preocupación o de demanda sin apoyo, da como resultado una forma muy visible de corrupción en la parte inferior.

Luego propuse que quizá el problema con los cadetes no tenía sus raíces allá afuera en la sociedad. Tal vez muchos estudiantes hacían trampa porque el sistema les exigía y les enseñaba a hacer trampa. ¿El arreglo de las clases, el diseño de las labores y cargas de trabajo y los valores militares tradicionales como cooperar y titularse se combinaban para enseñar, requerir y recompensar el hacer trampa? ¿Era cuestión de sólo los cadetes o de la relación entre los cadetes y las figuras de autoridad que condenaban y ventilaban el problema?

Hubo un largo silencio. Al final, quien presidía habló. Miró hacia el veterano que estaba junto a él y, como si nunca hubiera dicho una palabra, reanudó el tema sobre la decadencia moral de la sociedad. Durante el resto del día pasé inadvertido: simplemente no existía.

El comportamiento de estos hombres no fue sorprendente. Practicaban la negación. La negación ocurre cuando nos presentan información dolorosa sobre nosotros mismos, información que indica que necesitamos hacer un cambio a fondo. La negación es uno de varios caminos claros hacia la muerte lenta. Cuando practicamos la negación, trabajamos en soluciones que nada resuelven o en ninguna solución. El problema empeora cuando nos desalentamos y nuestro nivel de vitalidad declina.


Supervisión del nivel de vitalidad

Bill fue contratado como funcionario de alto rango por una compañía que iba creciendo con rapidez. Estaba emocionado por su nuevo trabajo pero le preocupaba el hecho de que unos cuantos miembros del comité de contratación creían que no tenía las aptitudes que se requerían. Deseando mostrar a estas personas que era el hombre indicado para el puesto, hizo un compromiso de trabajar con más ahínco de lo que había trabajado en su vida. Su compromiso le redituó. Al poco tiempo, todos estaban de acuerdo en que Bill había sido la elección correcta.

Durante los siguientes varios años, Bill notó que entre más arduamente trabajaba, más éxito tenía. Su éxito creciente reforzaba sus esfuerzos. Un día, su esposa expresó alguna preocupación seria por su estilo de vida. Él se iba a trabajar a las 4 a.m. y no regresaba a su casa hasta muy noche. A ella no la hacía feliz el tener que cargar con todas las responsabilidades de la casa y, además, la angustiaba pensar que el exceso de trabajo de su marido haría mella en la salud de él. Bill la escuchó con paciencia, pero hizo pocos cambios. Cuando se enfrentó por segunda vez con su esposa, prometió irse a trabajar hasta después del desayuno y volver a casa a tiempo para la cena. Cumplió las promesas, pero su esposa no estaba impresionada. Él trabajaba en sus expedientes desde las 4 a.m. hasta el desayuno y desde el final de la cena hasta que era hora de acostarse. Lo interesante era que las quejas no sólo venían de su esposa. Bill notó que sus colaboradores también le enviaban señales sutiles de disgusto.

Al final Bill asistió a un retiro que se daba en la costa del Pacífico. En un punto, los participantes eran llevados a la playa, donde se les daban crayones y papel y se les pedía que dibujaran algo del lugar. Bill caminó bastante lejos de la playa y se internó en las dunas de arena. Observando lentamente a su alrededor, se sentó frente a un pino marchito y moribundo y lo dibujó.

El último día del retiro, los participantes fueron llevados a un taller de artesanía y se les pidió que crearan un objeto que representara la semana. Bill pensó que el ejercicio era tonto. Sin entusiasmo, tomó un leño hendido. En seguida, tomó un pedazo de cachanilla (una planta rodante) y lo metió en la hendidura del leño. Levantó esta creación para que todos la vieran y dijo con sarcasmo: Aquí está mi semana.

Al tiempo que observaba el objeto, le sorprendió lo mucho que la cachanilla se parecía al pino moribundo. Entonces fue abrumado por una poderosa percepción. Recuerda: De pronto me di cuenta de que yo era ese viejo pino moribundo y que negaba mi necesidad de nutrición del yo.

Al tomar un nuevo trabajo, Bill se embarcó en una aventura nueva, desafiante y arriesgada: estaba en el viaje del héroe. Conforme atacó su nuevo empleo, maduró y se desarrolló. Había una espiral de retroalimentación entre sus esfuerzos y su nivel de energía. Entre más trabajaba, más exitoso se volvía. El éxito renovado le proporcionó significado y aumento su vitalidad e impulso. Estaba en un círculo virtuoso autorreforzador.

Sin embargo, en algún punto, Bill cruzó una línea invisible y sus esfuerzos comenzaron a proporcionarle dividendos disminuidos. El círculo virtuoso se invirtió. Se volvió un círculo vicioso autorreforzador. Cuanto más duro trabajaba, sus esfuerzos se volvían menos efectivos, y esto causaba que trabajara con mayor ardor, lo que lo tornó aún menos efectivo.

Muchos de nosotros hemos experimentado una situación donde hemos cruzado la línea invisible y hemos observado cómo nuestro rendimiento disminuye, dando como resultado frustración y un aumento del estrés. La reacción usual es trabajar más duro. De manera interesante, los psicólogos creen que conforme aumenta el nivel de tensión emocional, disminuye el lapso de la atención.

Las personas buscan soluciones a problemas nuevos en los mismos los caminos andados de antiguo. Frente al estrés y a la presión, cuando el lapso de la atención disminuye, hay la tendencia a volverse rígido. En vez de responder en forma creativa cuando es más necesaria la acción innovadora, las personas incrementan su compromiso con sus viejos patrones. Ponen en práctica su respuesta natural más arraigada.

Karl Weick cuenta de unos aviones conducidos por pilotos estadounidenses en América del Norte y Europa. Aunque los aparatos son en esencia iguales en ambas partes, los sistemas de expulsión varían según la ubicación. En Europa el piloto es expulsado por la parte inferior del avión; en América del Norte, por la parte superior. En Europa, los pilotos son adiestrados para que cuando estén en problemas, como acto desesperado, giren el avión y sean expulsados hacia arriba, de modo que puedan descender en paracaídas a salvo hasta la tierra. Cuando son transferidos de Europa a Estados Unidos, son reentrenados para recurrir al procedimiento de simplemente expulsarse hacia arriba. Ocurre un problema interesante. En crisis, algunos de los pilotos transferidos, como acto desesperado, colocan el aparato cabina abajo y se expulsan hacia abajo, hacia la muerte. Bajo la tensión, se comportan de acuerdo con la estructura conservada de manera más profunda.

Casi todos nosotros somos como las personas de estos tres relatos. Las señales de advertencia que indican una necesidad de cambio tienden a ser negadas. Conforme caen los niveles de desempeño, la tensión emocional aumenta, y la vitalidad y el impulso disminuyen. Nuestro foco se reduce y aumentamos nuestro compromiso con nuestras estrategias existentes, lo que nos conduce hacia mayores dificultades.
Para evitar el viaje hacia la muerte lenta, una de las cosas más útiles que podemos hacer es supervisar nuestro nivel de vitalidad. Necesitamos observar con cuidado las señales de que hemos cruzado la línea invisible. Cuando ocurre esto, necesitamos pensar en romper la lógica de la persecución de las tareas y trazar un derrotero hacia el cambio a fondo y hacia la vitalidad renovada.

Robert E. Quinn, Sabiduría para el cambio
 

 

 

 

 

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Última modificación de la página:08/01/2007

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