El
inconsciente cotidiano
Aparte del caldero hirviente de instintos reprimidos y la gran reserva de
intuición y sabiduría universal, nuestro inconsciente contiene también un
aspecto más bien mundano pero igualmente profundo al que me gusta llamar
el «inconsciente cotidiano». Éste configura el mundo de pensamientos,
supuestos e intuiciones que casi conocemos pero que no acabamos de poder
formular ni utilizar; algo que se podría describir como que lo tenemos en
la punta de la lengua de la mente. Aunque el trabajo con imágenes puede
ponernos en contacto con todos los aspectos del inconsciente, el
inconsciente cotidiano es la región principal de este trabajo y el aspecto
más fácil de contactar.
Una forma de contemplar el papel de las imágenes en este sentido es que
una imagen tiende a representar no el primer plano sino el plano de fondo
de la experiencia y, por tanto, trae a la luz los supuestos o la actitud
mental que se encuentran detrás del suceso con el que forcejea nuestra
mente consciente. Por ejemplo, llamo a una amiga y me dice que no podemos
vernos esa tarde; me siento no sólo decepcionada sino muy enfadada. ¿Por
qué? No me lo puedo explicar. Por tanto, recurro a las imágenes. Encuentro
en mi interior una imagen de mí misma como un pajarito que busca compañía
y al que todos los demás pajaritos excluyen. Me doy cuenta de que estoy
experimentando el dolor de una herida muy antigua, la de sentirme
desplazada. Mi amiga, por estar ocupada, pasó a formar parte del grupo que
no me necesita para nada. Ahora recuerdo lo desplazada que me sentí en la
fiesta a la que asistí anoche, y entiendo que ese suceso removió estos
viejos sentimientos y que la llamada telefónica de hoy los ha reforzado.
El enfado con mi amiga ha sido una reacción a esta herida. Al entender
ahora el contexto de mi enfado puedo reflexionar y reconocer que mi amiga
simplemente estaba ocupada. Llamo a otra amiga que me invita a pasarme por
su casa.
Otra forma de ver este aspecto del inconsciente es que es como si
tuviéramos una gran variedad de archivos, pero que no se nos ha enseñado a
extraer toda la información: como si se nos hubiera enseñado a recuperarla
alfabéticamente por autores pero sin saber que también podemos recuperarla
por fecha, tema y estilo.
Algunos de nuestros archivos interiores, como los de la primera infancia,
son inaccesibles porque están almacenados en forma de imágenes o
sensaciones corporales en lugar de palabras. Otros archivos quedan fuera
de nuestro alcance porque no encajan con nuestra idea de nosotros mismos o
con la manera de pensar en este momento. Las imágenes que creamos y usamos
se pueden considerar como llaves para acceder a información e ideas hasta
ahora inaccesibles, proceso en que cada imagen abre otro archivo o grupo
de archivos. No es que los archivos fueran de Máximo Secreto, sino
simplemente que nuestro conocimiento del sistema de archivar era
insuficiente.
Dina Glouberman, "El poder de la imaginación".
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