La Genialidad, ¿Un Interés
Social?
El año 1925, cuando el
comunismo se presentaba ante el mundo entero como una
propuesta promisoria, el gobierno soviético invitó secretamente al
director del Instituto
del Cerebro de Berlín, Dr. Oskar Vogt, a que se trasladara a Moscú.
Vladimir Ilich, el célebre Lenín, líder de la revolución comunista y
fundador del estado soviético habia muerto el año anterior y los jerarcas
pretendían que Vogt examinara su cerebro como punto de partida para
establecer en Moscú un instituto dedicado a descubrir los fundamentos
materialistas de la genialidad, dando por sentado que Lenín era un genio.
Vogt no esquivó el desafío, y tardó algo más de un año en cortar 34.000
mínimas láminas del cerebro de Lenín para someterlas a estudio.
Su primer informe sobre los resultados fue entusiasta: “el marcado
desarrollo de las células piramidales de la corteza cerebral produjo,
forzosamente, una intensificación de la actividad general de las diversas
divisiones del cerebro. El gran número de conexiones procedentes de dichas
células une porciones del cerebro que de otra manera hubieran estado
ampliamente separadas, lo que explica, además, el amplio espectro y la
multiplicidad de ideas que se desarrollaron en el cerebro de Lenín; y
explica en particular su capacidad de imponerse rápidamente cuando se veía
confrontado con situaciones y problemas de alta complejidad. La
multiplicidad de ideas, junto con la amplitud y rapidez de su poder para
concebirlas, produjeron en Lenin una gran intuición. En otras palabras, la
actividad cerebral de Lenín es comparable a toda una ola de sonidos
estrechamente entrelazados produciendo uno poderosa armonía...” Al
concluír su informe, Vogt se jactaba de haber
encontrado la clave para una división matemática de la genialidad. Ahora
nos preguntamos... ¿por qué el interés en este tema? ¿que raro encanto
despierta la genialidad, si en principio denotaría un mal manejo de la
realidad, personalidades autísticas o bien “distintas” y/o “diferentes”,
algo alejadas de lo mundano?
La pregunta se explicaría desde distintos ángulos: por un lado, el “genio”
estaría en posesión de una “verdad” casi iniciática, aquella de difícil
acceso al común de los mortales, por lo que lo colocaría en una especie de
Olimpo suprafenoménico.
Poseedor de un saber críptico al cual se ama, se necesita y también se
teme.
¿Cual es la caracterización típica del genio?
Desde la mitología popular es personificado por un hombre mas bien poco
agraciado, con aspecto excéntrico, con conductas aislacionistas,
generalmente anteojos (siempre supuse que era por leer mucho, lo cual
cansaba la vista, lo que no sería determinante de genialidad tampoco);
malvados o simpáticos bufones distraídos. Cruel cliché de algo tan
complejo y sutil...
En realidad he notado que la denominada “genialidad” provoca un doble
discurso: gusta y también produce rechazo. Como hemos visto antes en las
anécdotas, la necesidad de crear el mito del “genio”, del “iluminado”, va
de la mano de la impotencia y la mediocridad que antagónicamente
desenmascara, y asimismo produce rechazo de aquel que no lo comprende. Es
típico, como lo he manifestado anteriormente, que su presencia sea pasible
de burlas; su aspecto, de acuerdo al “modelo”, es descuidado y “raro”. Es
muy común ver a muchos niños superdotados pasar lo mas desapercibidos
posible, tanto en su proceder como en su aspecto, para evitar ésta forma
de discriminación de aquello que se desconoce o teme.
Desde la ficción tenemos que analizar diversos personajes del modelo:
niños genios encerrados en laboratorios, profesores megalómanos que
intentan dominar al mundo, personalidades excluídas por algún manejo
inescrupuloso, o risueños payasos que tropiezan o hacen “descubrimientos
locos”. Todas estas imágenes empobrecidas de la realidad, la disimulan y
disfrazan, resaltando aquellos aspectos incomprensibles de su
personalidad.
A nadie se le ocurriría burlarse de un niño Down, regordete, con aspecto
tosco y conductas sociales dispares. No estaría ni ética ni moralmente
aceptado. Pero en el caso citado anteriormente sí.
En la medida que se difundan los aspectos vinculados a la alta
inteligencia, sus valores, su aporte social y su inclusión natural, se
irán perdiendo estas figuras caricaturescas y se podrá incluir al
superdotado en la trama social sin prejuicios.
Lic. Carlos Allende
Psicólogo evaluador
Mensa
Argentina
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