Hagamos la diferencia  

 

Suena terrible pero creo que estamos en los tiempos finales del libro; su permanencia a largo plazo está condenada frente a los nuevos medios de transmitir ideas y entretenimiento.

Quienes aman a los libros por sus características físicas o táctiles no hay duda de que llevados a una elección definitiva preferirán leer en una pantalla de computadora antes que no leer nada.

Y entre quienes escriben está claro que prefieren que se les lea aunque sea en pantallas de computadoras a que no se les lea en absoluto. Sobran las consideraciones económicas y culturales.

Entonces queda claro que el libro no es tan importante como la lectura.

Y ahora sí, podemos afirmar que lo que está amenazado de extinción es la lectura reflexiva misma. No es lo mismo añorar los libros que perder la capacidad de leer reflexivamente.

Para empezar, creo que debiéramos poner más énfasis en popularizar la siguiente distinción: conocimiento no es información.

Podemos hablar del conocimiento como el verdadero poder para transformar a la sociedad, pero eso es pura demagogia; el conocimiento no es poder, el conocimiento da poder a quien puede ejercerlo.

Lamentablemente, lo que se consigue fácil es información, y siempre está bastante más lejos del poder que el conocimiento. Lo que se ha democratizado es pura información; acerca de cualquier cosa y en las cantidades que se deseen. Eso mismo es Internet. Pero eso solo no nos sirve: si estamos en situación de hacer algo, lo que nos sirve es el conocimiento.

Y al conocimiento lo construimos leyendo reflexivamente.

Ahora bien, si la llave dorada para acceder al conocimiento es la lectura reflexiva ¿Por qué es que no leemos cada vez más y mejor?

Quizás la razón resida en una confusión inoportuna: el acceso fácil a la información parece haber sustituído al trabajo intelectual para acceder al conocimiento. La lectura de búsqueda de información no debiera haberse transformado en el sucedáneo de la lectura de estudio y reflexión, pero es precisamente lo que ha ocurrido.

La lectura reflexiva puede sobrevivir y hasta evolucionar pero con extrema precaución ante el progreso e influencia de los medios.

La característica ultrarrápida y efímera de la información sólo nos ha entorpecido, y es fuerte la tendencia cultural a confundir la información con el conocimiento. Es la influencia de la cultura del espectáculo - de la pasividad perceptiva ante el show que no puede ni debe parar - la que ha desplazado a la cultura de la reflexión - que requiere detenerse a pensar ante la percepción del hecho, la idea o el dato.

Ignorando el beneficio de la lectura como llave de acceso al conocimiento es como caemos en el facilismo de buscar abundante información de la manera más rápida y entretenida posible. Y en semejante vorágine vamos perdiendo la habilidad de leer atentamente con la intención de reflexionar y comprender.

Patricio J. Vargas Gil


 

 

 

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