Observación
e imaginación
Una imaginación que no puede percibirse es realmente inexistente. Y
siempre es preferible tener en claro lo que imaginamos, ya que podemos
utilizar esta capacidad natural según nuestros propósitos.
No obstante, y paradojalmente, es necesario observar mejor antes de
comenzar a imaginar mejor puesto que podemos haber aprendido a no observar
bien. El condicionamiento de las capacidades de las personas ocurre
independientemente de que no sea siempre intencional ni consciente.
Un individuo normalmente no hace gran cosa para evitar tener
condicionamientos y hábitos de toda clase. Algunos hábitos son limitantes
de la capacidad de observar, lo que configuraría una percepción incompleta
o equivocada de la “realidad” sobre la cual luego aplicaría su imaginación
de manera improductiva.
Por ejemplo: no siempre estamos orientados a observar las cosas
intencionalmente, como cuando rechazamos inconscientemente la percepción o
recuerdo de lo doloroso y lo desagradable. Y en un plano puramente
intelectual mayormente preferimos que todo sea más natural y menos
metódico. La imaginación, normalmente es bastante pasiva y susceptible de
ser afectada.
Por ejemplo, lo que no podemos observar se torna en algo que podemos
imaginar. Y así como toda nuestra experiencia genera un efecto en la
consciencia nuestra imaginación, - un tipo más de experiencia - también. El
resultado suele ser que nuestra imaginación necesita de observación pero a
su vez interfiere con la misma.
Así que una parte importante de la observación es la observación de la
imaginación implícita en el mundo en el que vivimos. Nuestras sociedades
sostienen bastante un modelo de imaginación pasiva y eso es lo que
consideramos que debemos comenzar a observar.
Eso se puede detectar. Todos podemos hacerlo.
Observar el efecto de la imaginación en uno mismo muchas veces es
imposible. Las habilidades naturales a veces no alcanzan para hacer el
trabajo. Pero no siempre es el caso, hay mucho que se puede observar y no
tendemos a hacerlo. Si estamos en situación de poder observar y no lo
hacemos, entonces es un punto sobre el que se necesita hacer cambios.
Consideramos que no existe la ceguera de la imaginación. Todos imaginamos,
pasiva y activamente. El riesgo está en la imaginación pasiva y,
consecuentemente, en la negligencia de observación.
Patricio Jorge Vargas Gil
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