Observando a las emociones
Cuando queremos significar que una persona no piensa muy bien lo que hace
o dice solemos decir que su comportamiento es emocional. En tales
ocasiones, nuestro uso de la palabra emoción es casi como un sinónimo de
torpeza.
Si bien no existen dos personas iguales (hasta los gemelos presentan
diferencias) todos tenemos un elemento en común: las emociones. Además, si
miramos un poco más a nuestro alrededor, veremos que todo el mundo tiene
una postura frente a las experiencias y situaciones que vive, y esos
puntos de vista no derivan puramente ni de la razón ni del análisis
intelectual; percibimos claramente que derivan de las emociones.
Consideramos que existen tres cosas importantes para observar en cuanto a
las emociones:
1. Cuáles son las respuestas que caracterizan a una determinada emoción.
2. Cuál es la cualidad de la emoción (más positiva o más negativa) dentro
de una escala hipotética.
3. Cuál es la emoción crónica contenida.
1. Las respuestas emocionales
Las respuestas características que acompañan a cada emoción conforman un
conjunto completo e identificable de actitudes y comportamientos. Por lo
tanto, una vez que reconozcamos el estado emocional de una persona (y si
es temporal o crónico), podemos esperar de ella una serie de
comportamientos propios de la emoción que experimenta.
Sin distinción de edad, raza, sexo, "condición socioeconómica" y/o
educación; cuando las personas experimentan una misma emoción tienen las
tendencias de comportamientos características de esa emoción.
Todos tendemos a mirar el mundo a través de las gafas emocionales, y cada
emoción tiene un color de cristal propio. Cada comentario, cada decisión y
cada acción está coloreada por nuestras emociones.
2. La cualidad emocional
Estas respuestas emocionales se pueden colocar en una escala hipotética,
con las emociones más positivas en los niveles superiores y las más
negativas en los inferiores.
Resulta evidente que cada persona está en alguna parte de esta escala de
una manera crónica, aunque se mueva hacia arriba o hacia abajo, según vaya
experimentando fortunas y desgracias, se reacomoda frecuentemente en un
mismo nivel o tono emocional.
También resulta evidente que sobrevivimos mejor en las posiciones más
elevadas de esta escala emocional. Más arriba somos más capaces de vivir:
si somos más felices, somos más vitales, nuestra autoestima es positiva,
nos recuperamos más rápido, somos más confiables y competentes. Sentimos
que estamos ganando.
Inversamente, cuanto más abajo caemos en la escala de las emociones, más
cerca pareciera que estamos de la muerte. En los niveles inferiores de la
escala somos más desdichados, menos vitales, nuestra autoestima es
negativa, nos cuesta recuperarnos, no tenemos confianza ni somos
confiables y tampoco somos competentes. Estamos perdiendo, sentimos que
estamos listos para sucumbir. Cuando estamos abajo en la escala no miramos
el futuro. Y cuanto menos dispuestos estamos a contemplar el futuro, más
escasas son nuestras oportunidades de "sobrevivir".
Mientras que una persona de elevado tono emocional se comporta de manera
más racional, la persona de bajo tono emocional funciona de manera más
irracional. En los niveles más bajos, las decisiones y el comportamiento
están gobernados sólo por una densa y desoladora sensación emocional, sin
importar la educación o el intelecto.
3. Emociones crónicas contenidas
Una persona nos puede sorprender solamente porque su tono emocional
crónico permanecía contenido o reprimido.
Algunas emociones son obvias porque se expresan pero otras no lo son
porque se refrenan. La gente expresa su entusiasmo o lo refrena; expresa
su agresión o la contiene; expresa su miedo o lo contiene; expresa su pena
o la contiene.
Las emociones crónicas contenidas no significan que las personas
permanezcan con ellas para siempre; podemos cambiar. Un individuo de
elevado tono emocional puede caer por la escala por un breve período. Pero
si es una persona de emociones positivas, recuperará con seguridad su buen
tono habitual.
Reconociendo señales
Una vez que conocemos a las respuestas propias de cada emoción, podemos
observar a una persona y entender mejor a su personalidad. La observación
atenta nos muestra a su estado emocional más frecuente (habitual).
Entonces sabremos que tan bien está sobreviviendo y si será un "debe" o un
"haber" en nuestras relaciones. Sabremos si puede ejecutar un trabajo, si
es veraz, cómo se comunica, cómo se siente acerca de los compromisos, si
podríamos confiar en él/ella y si necesita ayuda o no. Esta es una muy
buena manera de entender a las personas con las que nos relacionamos.
Patricio Jorge Vargas Gil
patriciovargas@mentat.com.ar
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