Olvídese de Usted
Cuando queremos persuadir a alguien, ya sea que
queremos venderle algo, convencerle de que haga algo o que deje de
realizar alguna acción, es fundamental olvidarnos de nosotros
mismos.
Zig Ziglar, el gran gurú de la venta, ha mencionado que "Usted puede
obtener todo lo que quiera si ayuda a suficiente gente a obtener lo
que ellos quieren".
Es por eso que para obtener lo que queremos, tenemos que olvidarnos
temporalmente de nosotros y enfocarnos en lo que los demás quieren.
Esto, obviamente, requiere entender lo suficiente a la otra persona
como para saber qué es lo que está buscando y qué es lo que la va a
mover hacia la acción que nosotros deseamos.
En el área de marketing directo, hay una regla fundamental para el
diseño de piezas promocionales persuasivas y que ilustra la
importancia de enfocarnos en lo que la otra persona quiere. Esta
regla dice: "No me hable de su semilla, hábleme de mi césped". Es
decir, a la persona le da exactamente lo mismo las características
del producto que estamos ofreciendo en sí. Lo que le importa es lo
que esas características le van a producir.
Todo esto quiere decir que el foco de la comunicación debe estar en
la otra persona y en lo que puede obtener con lo que le estamos
ofreciendo. Es la diferencia entre hablar de las características de
nuestro producto y los beneficios que la persona obtendrá con él.
Demasiados avisadores en el mercado, demasiados gerentes, demasiados
vendedores andan por ahí promoviendo mensajes enfocados en ellos.
Dicen: "Somos la mayor empresa"; "Compre el original, no las
imitaciones"; "Tenemos el mayor respaldo financiero".
Estos mensajes, aparte de ser totalmente genéricos y no ofrecer
ningún beneficio concreto, no logran persuadir a la persona porque
no le dan ninguna razón para moverse a la acción. Al menos, ninguna
razón que sea de su interés.
¿Cómo Poner a Prueba Nuestros Mensajes?
Un test que deberíamos siempre tener en cuenta cuando diseñemos
nuestro mensaje es que, después de cada frase o cada punto
fundamental, imaginemos a la otra persona preguntando "¿y qué? ¿qué
gano yo con eso?" Si la otra persona no siente que las consecuencias
de no actuar serían simplemente inimaginables, siga tratando con
nuevos enfoques.
Por ejemplo:
"Somos la empresa número uno en el mercado"... ¿y qué?
"Si usted es más eficiente, la empresa obtendrá más beneficios"...
¿y qué?
"Si usted aumenta su productividad en un 20%, puede obtener hasta un
30% adicional en su sueldo"... ¿y qué?
"Con esta nueva pintura especial, sólo necesitará pintar su casa
cada seis años. Con otras pinturas, cada tres.. y cuestan lo mismo"
¿y qué?
Obviamente, las dos primeras preguntas no generan ninguna reacción
positiva por parte de la persona que pregunta ¿y qu é? Las dos
últimas sí lo hacen. (Suponiendo, obviamente, que uno está dentro
del mercado objetivo del mensaje y que uno crea que es verdad). Con
las dos últimas preguntas, hay una consecuencia negativa de no
actuar. Con las dos primeras no es así.
Por lo tanto, cuando quiera o necesite persuadir a alguien, olvídese
por un momento de usted mismo, analice lo que la otra persona y
pregúntese ¿y qué? muy seguido. Si logra diseñar bien sus mensajes,
encontrará que las personas están mucho más abiertas a escucharle y
a hacer lo que usted desea.
Así podrá obtener todo lo que desee.
Autor: Rodrigo Del Campo
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