¿Para qué sirve leer?
Los grandes autores y los grandes libros son como relojes que anticipan el
espíritu de una época y nos brindan un certero diagnóstico de lo que
vendrá y aún no conocemos.
Ayer por la mañana me propusieron escribir un artículo para explicar por
qué hay que leer. Nunca he entendido por qué debo hacer apostolado de la
lectura. Escribí con cierto malhumor, a lo largo de la mañana, el artículo
solicitado. Y casi sin darme cuenta acabé recomendando no leer. Expliqué
que la compañía de un buen libro es muy peligrosa, pues precisamente
porque la literatura nos permite nada menos que comprender la vida, nos
deja afuera de ella.
Por la noche, en un coloquio, alguien me preguntó si era capaz yo de
explicarle para qué sirve leer. Entonces, a pesar de lo que había escrito
aquella mañana, estuve a punto de enojarme por el desprecio hacia los
libros que parecía contener aquella pregunta. "Para nada", iba a
contestarle iracundo, "no sirve para nada leer del mismo modo que la
literatura no ha servido nunca para nada. ¿Satisfecho?"
A diferencia de la mañana, me encontraba yo en aquel momento de buen humor
y decidí, más que enfadarme, evangelizar a aquel indígena del país de los
analfabetos. Tal vez porque la guerra lo contamina todo, se me ocurrió
hablarle al indígena de la fotografía de una biblioteca medio derruida por
los bombardeos. A través del tejado hundido, se ven edificios fantasmales.
Pero las estanterías de la biblioteca permanecen en su lugar y los libros
alineados en ellas parecen intactos. Tres hombres están de pie entre los
escombros y se dedican a fatigar los anaqueles, los tres están absortos en
la tarea de escoger un libro para leer.
Le describí la fotografía de la biblioteca de Londres al indígena y
después le dije que, cuando me preguntan si la lectura sirve para algo,
siempre suelo contestar que una de las grandezas de la literatura estriba
en que ésta muchas veces puede ser algo así como un espejo que se
adelanta, un espejo que, como algunos relojes, tiene la capacidad de
adelantarse. Estaba pensando en Jordi Llovet, que ha dicho algo parecido
recientemente. Y no sé cómo fue que decidí pasar a dirigirme al público en
general. Kafka se adelantó, les dije, fue el más perceptivo de los
escritores, pues vio hacia dónde evolucionaría la distancia entre Estado e
individuo, singularidad y colectividad, masa y ser ciudadano. Por eso
seguramente le gustaba tanto Bouvard et Pécuchet , donde hay un certero
diagnóstico de cómo la estupidez avanzará imparable en el mundo
occidental.
Otro asombroso ejemplo de percepción lo hallamos en el Joseph Conrad de
Nostromo , escrita en 1904, donde se nos habla de los hombres de negocios
americanos de la Concesión Gould, unos tipos belicosos que consiguen, sin
demasiada resistencia, transformarse en un imperio dentro del imperio, en
el clásico Imperium in imperio : "Cuando le llegue su hora al país mayor
del Universo, tomaremos el control y la dirección de todo: industria,
comercio, legislación, prensa, arte, política y religión, desde el Cabo de
Hornos hasta el estrecho de Smith y más allá si hay algo que valga la pena
en el Polo Norte".
Dejé de hablarle al público en general y volví a dirigirme exclusivamente
al indígena para preguntarle si, en tiempos de destrucción y guerra como
los que vivíamos, seguía pensando que leer no servía para nada. El hombre
me miró con la media sonrisa del ignorante y no dijo nada. Todos vivimos,
le dije, en el régimen y el orden que, como un reloj que se adelanta,
percibieron perfectamente Kafka y Conrad, y las cosas no hacen más que
empeorar, lo que no significa que debamos renunciar al humor, sepa usted
que a Kafka y Conrad les sobraba humor, el mismo que le falta a la máquina
devastadora del poder, esa máquina especializada en aplastar al ciudadano.
Pero nos rodean los libros, la risa y la imaginación, concluí. Y poco
después, salí a la calle. Era una noche clara y fresca, algo despejada por
el viento. Es verdad, pensé lo que decía la canción: la noche no es la
mañana. Y me sentí de un humor todavía más infinito que el de las
estanterías con los libros que no hemos leído ni leeremos nunca y que se
extienden hasta la oscuridad del espacio más remoto de la biblioteca
universal.
Por Enrique Vila-Matas
Letras Libres y La Nación
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Última modificación de la página:17/12/2007
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