La regla
dorada
Las faltas éticas mayormente las cometemos en nuestros esfuerzos por
resolver problemas. No son sólo actos dañinos. Pueden ser tanto actos de
omisión como de comisión. Una falta ética hace el menor bien posible al
menor número de seres o el mayor daño posible al mayor número de seres.
Un encubrimiento es la tentativa de mantener secreta u oculta a esa falta
ética.
Aunque suene arcaico, un encubrimiento es un quiebre del código moral
en el que nos educamos. Encubrimos en base a algo que sabemos o
creemos que - si fuera revelado - pondría en peligro nuestra condición,
estado, reputación o existencia. Un encubrimiento es un secreto grande que
no podemos decir a cualquiera y que además está siempre latente en nuestra
mente.
Todo código moral es un acuerdo (escrito o no) que nos compromete para ser
buenos miembros del grupo al que pertenecemos. Los códigos morales se
formulan para garantizar la unidad y la supervivencia de los grupos.
Aunque asumamos que somos éticos por naturaleza, no somos inocentes.
Consideremos los mecanismos que entran en juego cuando dañamos a otro.
Primero está el acto que es abiertamente perjudicial para otro u otros.
Esto sería la falta ética.
Además de ello existe una tendencia a "mantener las cosas en equilibrio"
mediante la devolución consciente o inconsciente de las "gentilezas". Nos
han golpeado y entonces creemos que tenemos derecho a golpear. Y
declaramos que el daño consecuente que hemos hecho está justificado
por el daño que nos fue hecho a nosotros.
Pero las cosas no terminan allí porque mediante un mecanismo inconsciente
nos autocondenamos a recibir más daño. El mecanismo es así: X perjudica a
Z, luego Z perjudica a X y - se exceda o no - siente que eso le hace
merecedor de daños para compensar el que ocasionó.
Además de todo este embrollo, está la sensación de culpabilidad, el
secreto y el derrumbamiento personal que padecemos cuando nos apartamos
del grupo o de los otros por miedo a ser descubiertos en falta.
El papel de la "realidad"
En muchos sentidos, "la realidad" no es otra cosa que una ilusión
compartida proyectada por la conciencia.
A pesar de esta comunión, nuestras conciencias mantienen suficiente
distancia y comunicación entre sí, de modo que la individualidad y la
creatividad se puedan manifestar.
Toda la realidad se podría mirar como una comunicación continua de cada uno
de nosotros con los demás. La duplicación de contenidos - explícita e
implícita - sostiene la apariencia que acordamos en llamar realidad. Lo
que está en la mente de Z también es duplicado en la mente de X. Hay
siempre una base mínima de identificación y sincronización entre las
partes que están comunicándose.
Esto también se aplica a las comunicaciones físicas. Si golpeamos a
alguien, en los niveles más profundos hay una duplicación de esa realidad
entre los partes involucradas, o sea entre nuestra víctima y nosotros. Los
papeles de las partes están "dentro de los universos individuales"
de ambas partes implicadas en una interacción.
Es bastante fácil sentir la interacción desde el otro lado o "duplicar" el
papel opuesto. Esto es bueno sólo si la interacción que ocurre es una
interacción deseable para las partes involucradas. Lamentablemente, este
mecanismo también abre las puertas del infierno cuando la interacción es
negativa porque el autor también crea el papel de la víctima en su propia
mente y viceversa ocurre en la mente de la víctima, creándose para ella el
papel del agresor.
Los problemas se multiplican porque uno está poco dispuesto a experimentar
el efecto que ha creado, o a enfrentar el papel opuesto; entonces es de
esperar complicarse cada vez más con este mecanismo. Lo que se niega
persiste.
En síntesis, además del mecanismo de la duplicación de los roles y el
ciclo de las faltas "justificadas" para compensar las cosas, también
está el quiebre de códigos mediante los encubrimientos y el
derrumbe personal ante la sensación de la posibilidad de ser
descubiertos y el apartarse del grupo como consecuencia de ello.
Para que estas cosas no resulten en molestias paralizantes a nivel
psicológico, no es simplemente la acción sino la experiencia entera desde
el punto de vista de la otra persona lo que uno debiera estar dispuesto a
aceptar. Esto resalta la sabiduría profunda que hay detrás de la regla
dorada: No hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hagan a
nosotros.
Patricio J. Vargas Gil
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