Requisitos de la simplicidad
Un tema frecuente en los caminos del
desarrollo de habilidades es la simplicidad.
Si nos fijamos en Oriente, no es difícil hallar referencias a la necesidad
de trascender o superar las complejidades propias de la mente. Ejemplos:
el Tao, el Zen, la meditación, etc. Los requisitos para transitar tales
"caminos" son arduos y suman exigencias sobre los hábitos; sea para
desterrarlos, modificarlos o incorporar otros nuevos. En tales casos, una
habilidad mayor requiere una mente "simplificada"; y se invierten años en
ello.
En Occidente, tenemos relaciones similares. Pareciera que la misma idea
floreció en la filosofía, la literatura, el arte y la gestión del
pensamiento. Sabemos que la mente puede obsesionarse con las expectativas
y así tener una influencia negativa sobre los resultados; que la
inteligencia puede enmarañarse con las especulaciones mutuamente
contradictorias; y que, Occam mediante, es necesario reducir la
complejidad en casi todos los procesos: "la solución simple es la mejor de
todas".
Con la simplicidad, si nos descuidamos apenas un poco, también es posible
engañarnos. "Dios está en los detalles" y no asumimos con frecuencia que
la observación de los mismos no es tarea fácil. Es similar al caso de la
observación de lo obvio: es en lo obvio donde se oculta el germen de las
complicaciones pues estamos más pendientes de las cosas que no son tan
evidentes y en el panorama general que nos hacemos de las cosas en vez de
interesarnos por los detalles y lo habitualmente visible. Ejemplo: por
años has transitado de una habitación a otra de tu hogar y aun así es
natural que existan detalles que no hayas percibido: una mancha pequeña,
una grieta, una falsa escuadra, una diferencia de tonalidad, etc.
Por otra parte, queremos creer que nuestros deseos son siempre conscientes
y racionales pero sabemos que en el psiquismo operan antiguos mandatos y
deseos insatisfechos que afectan la relación que establecemos con las
cosas, las personas y el entorno. Los deseos no son tan claros como los
pensamos habitualmente y pueden enturbiar nuestra percepción.
Alcanzar la simplicidad implica sofisticación en la partida y en el
trayecto; cierta habilidad y tolerancia para manejar la complejidad;
intensidad de propósito y profundidad de autoconocimiento.
Vivimos en la complejidad, con las "trampas" a la vista y sin poder
verlas; con dificultades originadas en los "pequeños detalles" y con
demasiadas especulaciones que "encajan bien" (aunque no siempre estén de
acuerdo entre sí).
Está claro que las soluciones simples no se obtienen al margen de
condiciones y desafíos personales.
Patricio Jorge Vargas Gil
patriciovargas@mentat.com.ar
www.mentat.com.ar
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