Artículo extraído de Solohijos.com
¿Cómo enseñar a nuestros hijos a resolver
problemas?
En muchas ocasiones, los padres olvidamos con mucha facilidad cómo
aprendíamos cuando éramos niños.
Da igual que en la cocina de casa nos describieran la mejor técnica para
ir en bicicleta o que nos sermonearan sobre cómo conseguir no hacer caso a
los compañeros de clase cuando se metían con nosotros. Todo parecía muy
sencillo en teoría, en la cocina de nuestra casa, pero otra cosa era
cuando montábamos en la bicicleta en la calle o cuando nos teníamos que
enfrentar a los insultos de nuestros amigos en el colegio.
Aprender a hacer lo correcto no es tan fácil como en ocasiones creemos. La
teoría se la saben muy bien nuestros hijos pero la práctica ¡qué difícil
es llevarla a cabo! A veces querer aprender no es suficiente para
aprender.
¿Qué necesitan? Necesitan un poco más de apoyo de nuestra parte. Necesitan
practicar, aprender a tomar decisiones y experimentar consecuencias.
Explicarles a nuestros hijos lo que deben y no deben hacer, cómo y cuando
deben hacerlo es una parte del proceso de aprendizaje, pero insuficiente
si no les enseñamos al mismo tiempo, a través de la práctica, a tomar
decisiones y a solucionar problemas.
¿Qué podemos hacer para que nuestro hijo sepa elegir la mejor opción entre
varias alternativas? ¿Cómo ayudarle a que se enfrente a los problemas con
seguridad? ¿Cómo le podemos enseñar a plantearse diferentes soluciones
ante una situación conflictiva?
Hay métodos que nos permiten ayudarles a conseguirlo, métodos muy
sencillos y elementales que, inconscientemente, todos hemos utilizado a lo
largo de nuestra vida. Vamos a repasarlos.
Simular situaciones reales
Imaginar cómo podría ser una opción hipotética y reproducirla en casa con
nuestros hijos nos permite poner a prueba distintos enfoques sin necesidad
de "estrellarnos" si algo sale mal. Se trata de practicar lo que nuestros
hijos ya saben de manera intelectual pero que, por diferentes motivos, no
saben o no pueden llevarlo a cabo.
Por ejemplo: Alex, 10 años. Tiene un compañero en clase que a menudo le
quita su bolígrafo rojo y no se lo devuelve. Su madre/padre puede adoptar
dos posiciones y decirle:
Incorrecto: "Te he dicho muchas veces lo que debes hacer. Deberías
quitarle los suyos para que aprendiera la lección. La próxima vez le
quitas el bolígrafo aunque esté escribiendo. ¡Es muy sencillo!"
Correcto: "Te molesta mucho que te quiten tus cosas y te da miedo
recuperarlas y enfrentarte a tu compañero ¿verdad? Vamos a hacer una cosa:
si te parece bien, vamos a practicar lo que podríamos hacer la próxima vez
que te ocurra eso".
Ambos interpretan diferentes papeles. Al principio la madre es Pablo (el
niño que le quita los bolígrafos). Le enseña cómo actuar y qué decir ante
esa misma situación: "No lo cojas; lo necesito yo". También le enseña
otras formas de decir "no" , ya que negarse es lo que más le cuesta a
Alex: "Es mío, no lo cojas", "No te lo dejo; ya te he dejado otros
bolígrafos y no me los has devuelto", "Lo siento pero no", "¡Cómprate uno!
Yo también lo necesito", etc.
Luego cambian los papeles. Alex hace lo que su madre hizo anteriormente en
la representación. Dice con voz clara y firme: "No los cojas. Son míos y
los necesito"
Madre: "Muy bien Alex. Seguro que le quedará muy claro a Pablo".
A medida que practican, Alex se siente más seguro. Se da cuenta de que
decir "No, lo siento" no es tan difícil como pensaba. De hecho, nunca se
lo había dicho a su compañero por miedo, por lo que éste aprovechaba para
actuar de la misma manera una y otra vez.
El hecho de imponer sus límites fue suficiente para cortar esta incómoda
situación y devolver la confianza a Alex.
Empezar de nuevo
No os descubrimos nada nuevo con esta técnica pero os recordamos que es
muy útil para corregir pequeños incidentes del día a día, no solo con
niños pequeños sino también con adolescentes.
Como su nombre indica, se trata de darles una segunda oportunidad para que
puedan hacerlo de nuevo pero esta vez correctamente y colaborando.
La operativa es la siguiente: Se le aclara al niño qué es lo que ha hecho
mal, cómo se espera que lo haga y se le anima a hacerlo de nuevo, pero
esta vez de manera correcta.
Por ejemplo: Cristina, 15 años. Ha discutido con su madre por culpa de una
camisa.
Le "exige" que se la preste, con imperativos y malos modales: "nunca me
dejas nada, no confías en mi, eres una egoísta" etc, son palabras muy
utilizadas por Cristina cuando se trata de conseguir algo de su madre.
Madre: "Con estas palabras, no te la dejo; si quieres, puedes volver a
pedírmela de otra manera"
Cristina: "¡Vaaaale!; ¿me dejas tu camisa azul esta tarde?"
Otro ejemplo: Nacho, 7 años. Se le ha olvidado lavarse las manos al llegar
a casa.
Padre: "Lo primero que se hace al llegar del colegio es lavarse las manos"
El padre le dice a Nacho que vuelva a llamar al timbre de la puerta y que
"lo intente de nuevo".
Si tu hijo no obedece, será necesario hacer cumplir las consecuencias. Por
ejemplo, en el caso de Nacho, no podrá merendar hasta que se lave las
manos.
Analizar la opción elegida
En muchas ocasiones los niños no eligen la mejor solución a un problema
porque, sencillamente, no saben ver otras opciones o alternativas mejores.
Acostumbrarlos desde pequeños a considerar varias opciones alternativas de
conducta les ayuda a autodisciplinarse y a fomentar la responsabilidad.
Mecánica: Analiza con tu hijo otras opciones para resolver el problema.
Para ello, hazle preguntas que le ayuden a imaginar otras alternativas más
plausibles. Si es muy pequeño, tendrás que sugerir tú esas ideas. Después
anímalo a aplicar la opción más adecuada la próxima vez que tenga
oportunidad.
Por ejemplo: Ignacio (8 años). Le dice a su padre, cuando éste le pregunta
por sus deberes, que ya los tiene hechos y comienza a jugar. Su padre lo
comprueba y ve que gran parte de ellos no están hechos.
Padre: No hacer los deberes no es una buena solución pues sabes que si no
los haces no tendrás oportunidad de jugar y el profesor te reñirá al día
siguiente. ¿Qué crees que puedes hacer para solucionar los problemas que
tengas con los deberes?
Ignacio: No se me ocurre nada, papá.
Padre: Si no sabes cómo hacer los deberes o te resultan demasiado
difíciles puedes pedirnos ayuda a mamá o a mí. También podrías telefonear
a un amigo para que te ayudara por teléfono. Podemos poner una nota al
profesor en tu agenda y decirle que te vuelva a explicar la lección. ¿Qué
te parece?
Ignacio: Os pediré ayuda.
Padre: Bien. Eso será suficiente para que puedas llevar al colegio cada
día los deberes hechos y te sobre tiempo para jugar. Buena elección.
Dar opciones
Ofrece a tu hijo dos o tres opciones (límites) de modo que sea él el que
tenga que elegir una de ellas, y responsabilizarse de sus actos.
Luis, 5 años. Puedes jugar con la jeringa de agua en el patio o en la
terraza, pero nunca dentro de casa. ¿Qué quieres hacer?
Inés, 9 años. Ha pegado a su hermana Esther, de 4 años. La madre le
castiga a irse a su cuarto 10 minutos "a pensar". Irene se niega.
Padre: Puedes irte a tu cuarto 10 minutos o te llevo yo durante 20 minutos
¿Qué decides?
No son negociables estas opciones. De hecho, son los límites que ponemos a
su comportamiento y estos no se pueden negociar. Si a pesar de dar
opciones, tu hijo infringe estos límites, añade a las opciones la
conciencia lógica:
Irene, 15 años: Puedes coger mi camisa cuando quieras, siempre que me la
pidas antes. Si no me la pides previamente, perderás el privilegio de
ponerte mi ropa ¿Lo has entendido?
Javier, 10 años. Puedes hacer los deberes antes o después de merendar pero
recuerda que no podrás ver la televisión si no has acabado tus deberes.
¿Qué decides?
Técnica de resolución de problemas
¿Qué pasa si a pesar de las opciones y consecuencias tu hijo no cambia de
postura? ¿Hay que pasar directamente al castigo o hay alguna otra posible
solución? ¿Por qué enfrentarnos contra nuestros hijos cuando surge un
conflicto en lugar de buscar con ellos una solución que respete las
necesidades de todos?
Esta técnica de resolución conjunta de problemas permite encontrar entre
ambas partes una solución satisfactoria tanto para padres como para hijos,
sin necesidad de que haya vencedores ni vencidos. Tu hijo o hijos podrán
participar en la elección de la solución, se sentirán respetados y
comprendidos y se involucrarán en la decisión tomada.
El mejor momento:
Cuando todos estáis en calma, en frío, y podéis controlar las emociones.
Método:
1. Hablar de tus necesidades y de las suyas, así como de vuestros
sentimientos.
2. Buscar soluciones conjuntamente sin evaluarlas. Tan solo escribir todo
lo que se os ocurra, sean practicables o no.
3. Decidir entre ambas partes cual es la solución o soluciones más
interesantes, las que son más respetuosas con todas las necesidades y
dificultades, desechando las que no interesen.
Beneficios:
1. Tu hijo ha participado en el acuerdo y lo ha aceptado, por lo tanto es
más probable que funcione que si la decisión la han tomado los padres
unilateralmente.
2. Es un buen método para conocer las dificultades que tienen los hijos,
dificultades que a menudo ignoramos o nos esconden los verdaderos motivos
del conflicto.
3. Todos salen ganando: tu hijo no quedará frustrado porque ha de obedecer
"porque lo dices tú" y no acabará ganando porque no cederás por cansancio
a su tozudez.
4. La familia aprende a negociar, sin que ello sea sinónimo de perder la
autoridad. El niño aprenderá a hacer concesiones, a proponer ideas
creativas, a "ponerse en la piel de los demás", contribuyendo a su
maduración y a la maduración de la familia en general.
Veamos un ejemplo en la página siguiente.
Técnica de resolución de problemas. Ejemplo
Enrique, 13 años. No consigue mantener en orden su cuarto. Las peleas son
diarias con sus padres. La mejor manera para que cambie de actitud es
involucrarlo en el problema.
Madre: Me entristezco cada vez que voy por la mañana a tu habitación y me
encuentro tu ropa sucia por el suelo, los libros desordenados, las camisas
amontonadas en la silla, los zapatos con barro. Me siento triste al pensar
que no eres considerado conmigo y con el resto de la familia.
Enrique: ¡No está tan desordenado!
Madre: También entiendo que estás cansado por la mañana y apenas te queda
tiempo para ordenar tu habitación. Tienes muchas cosas que hacer y ordenar
tu cuarto no es tu prioridad.
Enrique: Es que me acuesto muy tarde haciendo deberes. Y los días de
fútbol estoy muy cansado.
Madre: Te entiendo. Sin embargo, para mi es muy importante. No solo porque
es un hábito importante sino porque es una manera de respetar a los demás,
de vivir en comunidad y de ayudarme con las tareas de la casa. Yo también
estoy cansada y sin embargo mantengo ordenada, no solo mi habitación, sino
también el resto de la casa. ¿Puedes ponerte en mi lugar?
Enrique: Tienes razón, mamá. Lo intento pero no siempre lo consigo
Madre: ¿Qué tal si pensamos en una solución que nos satisfaga a los dos?
Enrique: ¡Vale! La mejor solución es que no entres a mi cuarto y así no te
enterarás de cómo está mi cuarto.
Madre: De acuerdo. ¿Qué más?
Enrique: Podrías decirle a Miguel (su hermano de 10 años) que limpiara mi
cuarto por mi.
Madre: También podrías levantarte cada día 15 minutos antes para colocar
todas las cosas en su sitio.
Enrique: Vale. Pero el problema es que no tengo sitio en el armario.
Madre: Entonces se me ocurre que podría ayudarte una primera vez a ordenar
contigo el armario para conseguir el espacio suficiente.
Enrique: Eso estaría bien. Ya que tú me ayudas con el armario, yo
intentaré hacerme cada día la cama. Pero solo estirarla ¿vale?
Madre: Creo que también sería una buena idea ponerte una estantería nueva
para que pudieras tener los libros siempre ordenados.
Enrique: ¡Eso es genial! Y que Miguel no entre sin mi permiso a mi cuarto.
Muchas veces él es quien me desordena los libros.
Madre: Yo podría hablar con él y convencerle de que te pida permiso antes
de entrar. Seguro que si le pasas algunos de los libros que ya no lees se
conforma y acepta. ¿Algo más?
Enrique: ¿Qué te parece si coloco el cesto de la ropa sucia más cerca de
mi cuarto, junto al pasillo? Así me acordaré de tirarla al cesto por la
noche. Y si me dejas tener la caja de limpiar los zapatos en mi cuarto de
baño en lugar del lavadero, también podría limpiar un día a la semana los
zapatos del colegio. Tú podrías ayudarme con el barro de los deportivos
los días de lluvia.
Madre: Lo apunto. ¿Algo más?
Enrique: Sí, que no me gustaría que vinieras cada día a mi habitación para
controlar cómo la he dejado. Apunta que solo te pasarás los domingos.
Madre: Vale, pero los martes también. ¿Algo más? ¿No? Pues miremos nuestra
lista.
Ahora lee en voz alta todo lo que han dicho, las valoran, eliminan las que
no son operativas y hace una nueva lista con las medidas tomadas por
consenso:
Madre:
* Hemos quedado que te levantarás 15 minutos antes cada día para ordenar
tu habitación.
* Yo te ayudaré una tarde a organizar el armario para que tengas espacio
suficiente para mantenerlo ordenado y con la ropa en su sitio.
* Tu harás cada día tu cama, aunque sea estirándola.
* Colocaremos una estantería nueva para que puedas colocar todos los
libros que ahora están amontonados en tu mesa y en la mesita de noche.
* Hablaré con tu hermano para que no te toque los libros y tú le pasarás
aquellos que ya no leas para que él tenga su propia biblioteca.
* Colocarás el cesto de la ropa sucia cerca de tu cuarto y te limpiarás
los zapatos en tu baño una vez a la semana.
* Yo te ayudaré con el barro de los zapatos los días de lluvia.
* Papá o yo supervisaremos tu cuarto dos veces a la semana, los martes y
los domingos.
¿Qué te parece la lista? ¿Crees que podremos llevarla a cabo?
Enrique: Ahora me parece "algo" más fácil mantener ordenado mi cuarto.
Podemos intentarlo.¡Gracias, mamá!
Técnica de resolución de problemas
No siempre la resolución de conflictos requiere tanto tiempo. A veces, en
el día a día, negociamos con nuestros hijos de manera espontánea una
solución respetuosa para ambos, solo que no nos damos cuenta:
Sara, 3 años:
Madre: "Es la hora del baño. Vamos al baño, Sara"
Sara: No hace caso en el momento. Acaba de pasar las páginas de su libro y
entonces se dirige al baño, tal y como le ha ordenado su madre. Es su
manera de decir: "De acuerdo mamá; primero acabo el libro y luego voy a
bañarme"
Jaime, 7 años:
Padre: "Saca el fregaplatos, por favor"
Jaime: "Vale, pero déjame que primero acabe la merienda"
Puede que a unos os cueste más que a otros conseguir estas dinámicas. Los
ejemplos de todas estas técnicas os muestran el camino, os ilustran sobre
cual sería la mejor manera de poner en práctica la teoría, pero debéis
tener en cuenta que cada niño es un mundo.
Unos necesitan más perseverancia, otros más tiempo de práctica, más
paciencia por vuestra parte, a otros tendrás que adaptarles la metodología
a sus características personales, etc. Lo importante es que conozcáis las
técnicas para poder elegir aquella/s que se acoplan mejor a la dinámica de
vuestro hogar.
Autor/a: Elena Roger Gamir, pedagoga del Gabinete Pedagógico Solohijos
© Copyright Solohijos 1, S.L.
http://www.solohijos.com/newsletter/news.php?num=95_1
Busca más información en nuestro sitio con la potencia
de Google
|
Más artículos de Educación
Mental Recomiéndanos
Home
Artículos
Mensa
Librería
Cursos
Tips Links
Contacto
Suscripción
Presentación
Última modificación de la página:29/04/2008
Copyright: © 2002, 2003, 2004
por
Ment@t
Todos
los derechos reservados acerca de, concepto, diseño,
imágenes y
contenido
mentat@mentat.com.ar
Optimizado para Internet Explorer y área de
pantalla de 800 x 600 píxeles
|