Técnicas de estudio, concentración, memoria, comprensión, y desarrollo de habilidades mentales

 La subasta de un billete de 20 dólares   

 

Imagine el lector que se encuentra en una habitación con treinta personas. Frente a ellas, alguien coge un billete de 20 dólares y anuncia lo siguiente:

Voy a subastar este billete de 20 dólares. Todos pueden participar o limitarse a observar. Se podrán hacer ofertas en múltiplos de un dólar, quien ofrezca la cifra más alta se llevará el billete. Pero esta subasta se caracteriza por una regla especial: quien haya hecho la oferta inmediatamente inferior a la más alta también pagará la cantidad que ofreció, aunque desde luego no se quedará con los 20 dólares. Por ejemplo, si Bill ofrece 3 dólares y Jane 4, y la subasta se detiene aquí, hoy le pagaré a Jane 16 dólares (20 menos 4), y Bill, que ha hecho la oferta inmediatamente inferior, deberá pagarme 3 dólares.

¿El lector ofrecería 1 dólar para iniciar la subasta? (Tomar esa decisión antes de seguir leyendo).

Hemos realizado esta subasta con banqueros, consultores, médicos, profesores, socios de las empresas de auditoria conocidos como "los Seis Grandes", abogados, y una gran variedad de ejecutivos. La pauta es siempre la misma. Las ofertas se suceden rápidamente hasta alcanzar de 12 a 16 dólares. En ese punto todos desertan, salvo los dos oferentes de valores más altos. Estos no advierten la trampa. Si uno ha ofrecido 16 dólares y el otro 17, el primero tiene que ofrecer 18 dólares o perder 16. Una oferta más alta podría generar una ganancia si la otra persona abandona, lo que parece más atractivo que una pérdida segura, de modo que se ofrecen los 18 dólares. Cuando las ofertas suben a 19 y 20 dólares, sorprendentemente, la justificación para ofrecer 21 dólares es muy similar a la de todas las decisiones previas: uno puede aceptar una pérdida de 19 dólares o seguir pujando con la esperanza de reducir la pérdida. Desde luego, el resto del grupo ríe a más no poder cuando las ofertas superan los 20 dólares -cosa que casi siempre ocurre-. Es obvio que la puja es resultado de una acción irracional. Pero, ¿qué son las ofertas irracionales?

Los lectores escépticos pueden intentar esta subasta con sus amigos, compañeros de trabajo o alumnos. No son infrecuentes las ofertas finales de 30 a 70 dólares, y en nuestro remate más fructífero vendimos el billete de 20 dólares a 407 dólares (las ofertas finales fueron de 204 y 203 dólares). En los últimos cuatro años hemos ganado más de 10.000 dólares realizando esas subastas en las clases.

El paradigma de la subasta de dólares, introducido por Martin Shubik,  ayuda a explicar por qué las personas intensifican su compromiso cor un curso de acción elegido previamente. Los participantes entran en la subasta cor toda ingenuidad, esperando que las ofertas no superen el valor verdadero del objeto (20 dólares): "Después de todo, ¿quién ofrecería más de 20 dólares por 20 dólares?". La ganancia potencial, junto con la posibilidad de "vencer" en la puja, bastan para inducir a participar. Tras hacer la oferta, sólo hay que agregar unos pocos dólares más para seguir en el juego, en lugar de aceptar una pérdida segura. Este "razonamiento", junto cor una intensa necesidad de justificar el hecho mismo de haber participado, hace que la mayoría de los participantes continúen pujando.

Está claro que cuando otro hace una oferta, crea un problema, Y se puede pensar que una nueva oferta hará que la otra persona abandone. Si los dos piensan lo mismo, el resultado es catastrófico. Pero si no se sabe qué esperar del otro oferente, continuar pujando no es del todo erróneo. ¿Cuál es entonces la solución para el participante?

La clave está en reconocer la subasta como una trampa y abstenerse de pujar. Los gerentes eficaces tienen que aprender a identificar las trampas. Una estrategia consiste en examinar la decisión desde la perspectiva de los otros. En la subasta de dólares, esta estrategia revela en seguida que el remate les parece a los otros participantes tan atractivo como a uno mismo. Sabiendo esto, podemos predecir que sucederá y no entrar en el juego.

Trampas similares existen en los negocios, la guerra y la vida personal. Se podría decir que en la Guerra del Golfo, el líder iraquí Saddam Hussein tenía la información necesaria para saber que le convenía un arreglo negociado racionalmente. La "inversión" inicial en la que incurrió al invadir Kuwait lo hizo caer en la trampa de intensificar su compromiso de no transigir.

Dos estaciones de servicio lanzadas a una guerra de precios también pueden encontrarse atrapadas en la "subasta de dólares". El precio de la gasolina es de 28 centavos por litro. Un competidor decide apartarlo a usted del negocio; a usted le gustaría apartarlo a él. El baja el precio a 27 centavos: usted lo baja a 26 -bajo ese limite comenzaría a perder dinero-. El competidor empieza a vender el litro de gasolina a 25 centavos. ¿Cuál será su próximo movimiento? Usted podría sufrir un daño comercial tremendo por tratar de vencer en una guerra de precios, y, como en la subasta de dólares, lo probable es que ninguno de los dos gane la competencia sobre la base exclusiva de los precios.

¿Por qué se produce la escalada?

Para eliminar la escalada irracional hay que comprender los factores psicológicos que la alimentan. Cuando uno elige una línea de acción, la percepción y el juicio se vuelven tendenciosos, lo cual lleva a tomar decisiones irracionales para conocer las impresiones de los demás y conduce a una espiral creciente de competencia negativa.

Tendenciosidad en la percepción y el juicio

Tras haber decidido comprar Federated, probablemente Robert Campeau tuvo en cuenta datos que respaldaban y confirmaban el acierto de esa decisión, e ignoró los que la desaconsejaban. La mayor parte de las personas proceden así. Es fácil identificar esta "trampa de la confirmación". Uno toma una decisión provisional (por ejemplo, comprar un coche nuevo, contratar a un empleado, iniciar la investigación y la creación de una nueva línea de productos). ¿Buscaría usted datos que respalden su decisión, antes de asumir su compromiso final? La mayoría de las personas lo hacen. ¿Busca usted, en cambio, datos que puedan desaconsejarle esa elección? La mayoría no lo hace. Si un gerente está comprometido con una estrategia básica, es probable que privilegie los datos que respaldan su elección. Hay que reconocer esta tendencia y estar alertas a la información adversa tanto como a la confirmatoria que buscamos intuitivamente. Es útil establecer sistemas para controlar nuestras percepciones antes de formular juicio o decidir. Una persona ajena a la cuestión y objetiva, por ejemplo, puede ayudarnos a reducir o eliminar toda propensión desfavorable hacia la información no confirmatoria.

Además de limitar la percepción, el compromiso inicial también influye en cualquier juicio posterior. Es decir, que un ejecutivo que negocia tiende a forjarse expectativas que justificar decisiones consecuentes con su línea de acción inicial. Cualquier pérdida de la inversión (por ejemplo la que resulta de ofrecer 21 dólares por un billete de 20 dólares) distorsiona el juicio e impulsa a continuar pujando. El juicio tendencioso de Campeau sobre el futuro de la empresa fusionada justificaba sus acciones en su propia mente.

El uso de las impresiones

Aunque Campeau sabía que Federated ya no valía lo que ofrecía por ella, tenía que defender su reputación ante accionistas críticos. Quizá dada la impresión que quería transmitir, perder cor Macy's resultaba inaceptable. No sólo se percibe selectivamente la información, sino que también se informa selectivamente a los otros. Así es más probable que éstos aporten información que valida las decisiones iniciales. Tal vez a Campeau lo motivaba el deseo de proporcionar a sus accionistas la información que confirmaba la racionalidad de su estrategia de adquisición.

Nadie quiere admitir el fracaso. Nos gusta parecer coherentes, y lo coherente es intensificar el compromiso con las acciones previas. En la sociedad, la coherencia de las interacciones organizacionales y personales se valora y se premia. Barry Staw y Jerry Ross sostienen que la gente prefiere lideres consecuentes en sus acciones a líderes que cambian de una línea de conducta a otra. La inconsecuencia ha sido mencionada como la segunda de las razones más comunes de la insatisfacción que sentía el ciudadano respecto del presidente Carter en la encuesta Gallup realizada tras su primer año de gobierno. John F. Kennedy dice en Profiles in Courage que una de las decisiones más valientes de un político consiste en elegir una acción que él considere que sirve a los intereses de sus electores, pero sabiendo que a éstos no les gusta. Como ya hemos señalado, este conflicto se agrava si además la elección es vista como inconsecuente.

El resultado es una paradoja interesante: lo preferible para su organización es adoptar la mejor decisión basada en los costos y beneficios futuros, desentendiéndose de los compromisos anteriores. Es verdad que uno puede ser más recompensado por aferrarse a malas decisiones anteriores, lo que produce una impresión de consecuencia. Las organizaciones necesitan crear sistemas que recompensen más las buenas decisiones que el uso eficaz de las impresiones. Primero, los responsables deben transmitir a todos que no se tolerará ese uso de las impresiones a expensas de las decisiones de alta calidad. Segundo, hay que establecer un sistema de remuneraciones que aproxime los valores de los empleados a los de la organización. En síntesis, si la organización quiere que sus gerentes tomen buenas decisiones, éstas deben ser también las mejores para la carrera individual de los gerentes.

Evaluar las decisiones sobre la base de los procesos que conducen a ellas, y no a los resultados, es coherente cor la discusión por Peters y Waterman, en In Search of Excellence, de la experimentación de Heinz con los "fracasos perfectos". El concepto de fracaso perfecto reconoce que muchas decisiones son intrínsicamente peligrosas pero -dicen Peters y Waterman- la gerencia tiene que llegar a reconocer lo mucho que puede aprenderse con los fracasos, y a aprovecharlos cuando se producen. Lo esencial es que los gerentes sepan reconocer las buenas elecciones, no sólo los buenos resultados.

Bazerman, Max - La negociación racional

 

 

 

 

 

 

     Más artículos de Educación Mental           Otros temas         

 

Puedes recibir estos artículos en tu casilla de e-mail suscribiéndote a nuestro boletín.
Boletin Mentat de Educación Mental
suscribir dar de baja

 

 

 

Curso Mentat Gold

 

Descubre la manera más simple y rápida de aumentar tu capacidad mental de manera sorprendente.

En este nuevo y revolucionario curso te revelamos los secretos para que puedas enfrentar con mayor confianza los desafíos del trabajo intelectual.

Si estás pensando en terminar tus estudios o retomarlos, mejorar tu desempeño en el trabajo o alcanzar el éxito en tu vida profesional y personal, quizás esta sea la información más importante que leerás sobre este tema.

Más información aquí

 

 

 

 

Home    Artículos    Mensa    Librería    Cursos    Tips    Links    Contacto    Suscripción    Presentación

 

Última modificación de la página:14/03/2006

Copyright: © 2002, 2003, 2004 por Ment@t

Todos los derechos reservados acerca de, concepto, diseño, imágenes y contenido
  mentat@mentat.com.ar

Optimizado para Internet Explorer y área de pantalla de 800 x 600 píxeles