Texto clásico
acerca de la conducta
"La situación en que nos hallamos cuando
todavía no se han desarrollado en nuestro ánimo la alegría, el placer, la
cólera o la tristeza, se denomina "centro". En cuanto empiezan a
desarrollarse tales pasiones sin sobrepasar cierto límite, nos hallamos en
un estado denominado "armónico" o "equilibrado". El camino recto del
universo es el centro, la armonía es su ley universal y
constante.
Cuando el centro y la armonía han alcanzado su máximo grado de perfección,
la paz y el orden reinan en el cielo y en la tierra, y todos los seres
alcanzan su total desarrollo.
El hombre noble, cualesquiera que sean las circunstancias en que se
encuentre se adapta a ellas con tal de mantenerse siempre en el centro. En
cuanto conseguía una nueva virtud, se apegaba a ella, la
perfeccionaba en su interior y ya no la abandonaba en toda la vida.
Mucho más excelente es la virtud del que permanece fiel a la práctica
del bien, aunque el país se encuentre carente de leyes y sufra una
deficiente administración.
El camino recto o norma de conducta moral debemos buscarla en nuestro
interior.
No es verdadera norma de conducta la que se descubre fuera del hombre, es
decir, la que no deriva directamente de la propia naturaleza humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí, y no hace a sus
semejantes lo que no quisiera que le hicieran a él, éste posee la rectitud
de corazón y cumple la norma de conducta moral que la propia
naturaleza racional impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica constante de las
buenas obras, cuando han alcanzado su grado máximo de perfección,
producen óptimos resultados; del mismo modo, el fiel cumplimiento del
deber dará lugar a beneficios sin límite, siendo su causa unas fuerzas de
naturaleza sutil e imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales comunes y tres facultades para
practicarlos.
Estos deberes se refieren a las cinco relaciones siguientes: las
relaciones que debe existir entre el príncipe y los súbditos, entre el
padre y sus hijos, entre el marido y la esposa, entre los hermanos mayores
y los menores, y entre los amigos. El recto comportamiento en estas cinco
relaciones constituye el principal deber común a todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la observancia de
nueve reglas universales: el dominio y perfeccionamiento de uno mismo,
el respeto a los sabios, el amor a los familiares, la consideración hacia
los ministros por ser los principales funcionarios del reino, la perfecta
armonía con todos los funcionarios subalternos y con los magistrados, unas
cordiales relaciones con todos los súbditos, la aceptación de los consejos
y orientaciones de sabios y artistas de los que siempre debe rodearse el
gobernante, la cortesía con los transeúntes y extranjeros, y el trato
honroso y benigno para con los vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos previamente las
palabras, nuestra conversación no será vacilante ni ambigua. Si en todos
nuestros negocios y empresas determinamos y planeamos previamente
las etapas de puesta actuación, conseguiremos con facilidad el éxito. Si
determinamos con la suficiente antelación nuestra norma de conducta en
esta vida, en ningún momento se verá nuestro espíritu asaltado por la
inquietud. Si conocemos previamente nuestros deberes, nos resultará fácil
su cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará de la
confianza de sus superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana, no se
enorgullece ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se rebela
contra los ricos y poderosos.
Cuando el reino es administrado con justicia y equidad, bastará su
palabra para que le sea conferida la dignidad que merece; cuando el Reino
sea mal gobernado, y se produzcan disturbios y sediciones, bastará su
silencio para salvar su persona.
Todos los seres participan en la vida universal, y no se perjudican unos a
otros. Todas las leyes de los cuerpos celestes y las que regulan las
estaciones se cumplen simultáneamente sin interferirse entre sí. Las
fuerzas de la naturaleza se manifiestan tanto haciendo deslizar un débil
arroyo como desplegando descomunales energías capaces de transformar a
todos los seres, y en esto consiste precisamente la grandeza del cielo
y de la tierra.
El sabio pretende que sus acciones virtuosas pasen desapercibidas a
los hombres, pero día por día se revelan con mayor resplandor;
contrariamente, el hombre inferior realiza con ostentación las acciones
virtuosas, pero se
desvanecen rápidamente. La conducta del sabio es como el agua: carece de
sabor, pero a todos complace; carece de color, pero es bella y
cautivadora; carece de forma, pero se adapta con sencillez y orden a las
más variadas figuras.
Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún en el
lugar más secreto, nada de lo que puedas avergonzarte.
Sin ofrecer bienes materiales el sabio se gana el amor de todos;
sin mostrarse cruel ni encabezado, es temido por el pueblo más que las
hachas y las lanzas.
La pompa y la ostentación sirven de muy poco para la conversión de
los pueblos".
Síntesis del segundo libro clásico de Confucio
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