La conexión
cerebro-música
¿De qué modo la música estimula el intelecto y mejora
el aprendizaje? ¿Estimula una zona del cerebro relacionada con la
creatividad? Las preferencias musicales de los niños, ¿están
grabadas en el cerebro o son determinadas por la cultura? Los
cerebros de los músicos, ¿son diferentes de los de las demás
personas? Estos son algunos de los temas que consideran los
científicos, investigadores médicos, psicólogos y educadores cuando
se plantean la pregunta: ¿por qué funciona el efecto Mozart?
El estudio del desarrollo neurológico a lo largo de la infancia
proporciona pistas en esta búsqueda. Cuando los niños comienzan a ir
a la escuela tienen facilidad para memorizar, y en sus mentes se
imprimen muchas informaciones sencillas mediante canciones y juegos
musicales. La comprensión de lo que son capaces de repetir sólo les
llega alrededor de los seis años (en muchos niños, a los ocho). Los
elementos fónicos se aprenden mediante una especie de proceso sin
sentido, que entraña hacer sonidos que equivalen a los objetos,
movimientos y actividades. Aunque este proceso no es lineal y
aparentemente no tiene sentido, en realidad es esencial para
desarrollar habilidades de pensamiento que van a durar toda la vida.
Hasta que no se produzca un salto importante en el desarrollo del
cerebro durante los años de enseñanza básica, el aprendizaje se
realiza mediante movimientos y rápidas asociaciones emocionales; a
los dos años, el cerebro del niño ha comenzado a fusionarse con el
cuerpo mediante las actividades de caminar, bailar y desarrollar el
sentido del ritmo físico. Tomemos el rap, por ejemplo, que tiene
sentido para los niños aunque no entiendan qué quieren decir las
palabras. (En algunas partes de Chicago y Nueva York, niños de
segundo año de enseñanza básica son capaces de hacer rap durante
quince o veinte minutos, mientras que es difícil que mantengan la
atención en una conversación durante más de uno o dos minutos.)
Entre los siete y los nueve años se produce un enorme progreso de
integración neural. Cuanto más música oyen los niños antes de entrar
en la escuela, más útil les será a lo largo de toda su vida esta
fase de codificación neural.
Entre el segundo y tercer año de escuela básica, el niño suele
desarrollar habilidades más complejas: escuchar, procesar
información visual, coordinar el movimiento en el cerebro y en la
mente. Podría ser que después del cuarto año se fijaran las formas
básicas de percepción sensorial, y cualquier tipo de aprendizaje
adicional sea para perfeccionarlas o corregirlas. Pero, ciertamente,
hay mucho más que hacer. Los elementos fónicos, la notación musical
y las matemáticas unen los centros auditivos a los hemisferios
cerebrales izquierdo y derecho. Entonces comienza en la conciencia
la verdadera conversación entre los símbolos del mundo exterior y el
significado del mundo interior. A esto el psicólogo infantil suizo
Jean Piaget lo llama «razonamiento concreto».
Desde los nueve a los once años, las vías auditivas experimentan
otro progreso, que mejora el habla y la escucha. Adquieren
importancia la lectura coral, la poesía y las variedades de
pronunciación y dialectos, ya que el cerebro y el sistema auditivo
comienzan a procesar las voces y la sabiduría del mundo en general.
Los niños que nunca han oído dialectos ni otros idiomas tienden a
considerar rara esa forma de hablar, para el resto de sus vidas. Oír
diversos dialectos en la televisión o en el cine ayuda un poco, pero
aprender a cantar canciones sencillas en japonés, swajili, alemán, o
incluso en formas de hablar regionales (el acento de Texas, por
ejemplo) capacita al cerebro para codificar nuevos sonidos, y por lo
tanto, para entender de modo más completo el mundo.
Durante esta fase completa su desarrollo el cuerpo calloso, que es
el puente entre los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, y
esto permite que ambos hemisferios reaccionen simultáneamente a un
acontecimiento. En estudios recientes se ha descubierto que el
cuerpo calloso de los músicos es más grueso y está más desarrollado
que en otras personas, lo que refuerza la idea de que la música
aumenta las rutas neurales y estimula el aprendizaje y la
creatividad. El plano temporal, situado en el lóbulo temporal de la
corteza cerebral, es también más pronunciado en los músicos. Al
parecer esta zona del cerebro está relacionada con los procesos del
lenguaje y también podría «clasificar» los sonidos, lo que sugiere
la existencia de un eslabón perceptivo cutre el lenguaje y la
música. Estudios como éste, observa el escritor científico Richard
A. Knox, forman parte de «un creciente cuerpo de pruebas que indican
que el cerebro humano está diseñado para procesar, valorar y
finalmente crear música, actividad cuya importancia para la especie
los científicos sólo están empezando a valorar desde el punto de
vista biológico».
En 1996, los educadores informaron que alrededor de los once años
experimentan un cambio los circuitos de las neuronas que rigen el
discernimiento perceptivo y sensorial. Es posible que a partir de
esta edad los niños que no han tenido música en su educación ya no
puedan desarrollar la capacidad para identificar la altura y el
ritmo.
Desde los once a los trece años, como han observado Piaget y otros
educadores de niños, comienza a desarrollarse la timidez o
inseguridad, ya que se hace más difícil acceder al hemisferio
derecho del cerebro. Desde los trece a los quince años, baja el tono
de la voz en los niños y éstos suelen perder las características más
intuitivas y emocionales que tenían antes. A estas edades son
importantes la música, el arte y la educación física creativa para
la integración total de la mente y el cuerpo, ya que estas
actividades estimulan el funcionamiento del hemisferio cerebral
derecho.
La conciencia continúa desarrollándose durante todos los años de
adolescencia. El pensamiento se hace más abstracto y las habilidades
musicales más matemáticas. La interpretación se hace con más
timidez. Hacia el final de la enseñanza secundaria o los últimos
años de la adolescencia, la música, el arte y las demás actividades
rítmicas ya han hecho su trabajo. El cerebro va a continuar
desarrollándose hasta los primeros años de la edad adulta, pero ya
ha pasado la capacidad para el mayor desarrollo neurológico.
El sistema nervioso es como una orquesta sinfónica con diferentes
ritmos, melodías e instrumentaciones. Hay muchos sistemas rítmicos y
melódicos que mantienen sincronizado el cerebro. Cuando se lesiona
cualquier parte del cerebro, se alteran los ritmos naturales del
cerebro y el cuerpo, y es posible que las neuronas se enciendan en
momentos equivocados o no se enciendan en absoluto. Con frecuencia
la música externa, el movimiento o las imágenes contribuyan a volver
la «afinación» a la «música neurológica». De forma misteriosa, la
música llega a las profundidades del cerebro y el cuerpo que inducen
a expresarse a muchos sistemas inconscientes.
Don Campbell,
El efecto Mozart
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