Para Emprender
Hay que Desprenderse
Ya tengo ideada la imagen del negocio, no doy más, quiero lanzar el
emprendimiento de una buena vez, me decía una emprendedora cuando nos
encontramos después de un tiempo en el que, supuestamente, prepararía unas
muestras de sus productos. Las muestras no estaban, pero ya tenía la
gráfica que usaría en su potencial (hipotético) local.
Sin duda para ser emprendedor hay que tener, entre otras cosas, una cuota
enorme de paciencia. Además, es bueno recordar que, emprender no es soplar
y hacer botellas. Muchas veces, cuando tenemos una idea comercial creemos
que ya tenemos un negocio. Si esto fuera tan simple, todos seríamos
exitosos empresarios.
Una empresa, sea cual fuere, es el producto de una idea implementada
correctamente en el momento y lugar adecuados. Con esta definición algo
pomposa, pretendo expresar la necesidad de socializar a la idea,
posicionarla fuera de nosotros, aunque nos pertenezca. Esto evita caer en
el enamoramiento de nuestras ideas y el enceguecimiento que esto puede
provocarnos.
Una idea de negocio debe ser sometida a una prueba de viabilidad operativa
y comercial. De nada sirve que tengamos ideas imposibles de poner en
marcha y/o que las mismas no cuenten con un mercado demandante.
Cuando hablaba de “socializar” a las ideas quería expresar la importancia
que tiene no caer en la tentación de evaluarlas usando para ello la auto
referencia. Si esto sucede es muy posible que nos parezca estupenda y que
imaginemos una larga cola de clientes deseosos de adquirir nuestro
producto (bien o servicio). Vale aclarar que esto nada tiene que ver con
ser optimista. En esta etapa de evaluación no hemos invertido dinero,
simplemente nos hemos dedicado a “jugar a que la llevamos adelante”. Con
jugar me refiero literalmente a jugar como cuando éramos niños. Lo nuestro
era un juego sagrado. Cuándo conducíamos un colectivo éramos conductores
de colectivo y no había nadie ni nada que pudiera convencernos de lo
contrario.
Ya grandecitos tememos equivocarnos y nos tomamos las cosas seriamente,
con lo que dejamos de jugar y hasta nos terminamos “sintiéndonos
empresarios de ideas”. Le damos forma a las ideas de negocios. Las
emprolijamos tanto, las hacemos tan redonditas, tan perfectas, que se
convierten en ilusiones. Es común que confundamos seriedad con rigidez.
Una vez que la idea ha pasado las pruebas de factibilidad, podemos
sentirnos orgullosos y alegres por contar con un proyecto comercial al que
se lo deberá analizar nuevamente, con más detenimiento, para evaluar si es
comercial y operativamente viable.
A quién le ofreceré mi producto, cómo haré para que conozcan mi oferta, a
quién le estaré quitando clientes (competencia), ventajas y desventajas
concretas frente a los actuales negocios establecidos, cuál es el precio
promedio de mercado del producto que ofreceré. Vale repetir que no sirve
la auto referencia. También es imprescindible conocer si puedo sostener
operativamente el proyecto. Cuántos productos puedo elaborar con mi
capacidad instalada, qué me haría falta para poder producir X cantidad de
mi producto, qué opinan aquellos que pueden ser potenciales consumidores
sobre mi producto, cuál es el capital total que requeriría para poner en
marcha el proyecto. Esta etapa previa a lanzar un emprendimiento es
extremadamente creativa, es cuando el espíritu del emprendedor hace su
aparición. Con lo que tiene se las arregla para ir avanzando en un camino
de incertidumbre. Si me viene a ver un emprendedor que quiere fabricar
camisas, lo mínimo que ese emprendedor debe mostrarme son algunas camisas
que ha diseñado y elaborado. De nada sirven las palabras.
El emprendedor es la materia prima del proyecto. Sin él no hay
emprendimiento. Cuando intentamos darle mucha forma, nuestra idea se queda
instalada en nosotros y no nos damos cuenta, o nos olvidamos, que los
negocios se hacen en el mercado. Es tanta la fuerza social de las
creencias sobre temas referidos a las actividades comerciales que muchos
emprendedores se pierden en el camino intentando darle forma a alguna idea
tomada como “la idea”, imposibilitando el proceso de recrear a dicha idea.
Incluso, en esta etapa también es posible matar ideas, para darle la
bienvenida a otras nuevas.
Trabajar en un emprendimiento se asemeja a aquellos tiempos en los que
jugábamos con arcilla. Amasábamos durante mucho tiempo, sin apuro. Todo
emprendimiento requiere un tiempo de maduración que depende, como es
obvio, de cada emprendedor. Un emprendimiento, requiere, sobre todo, que
nos desprendamos de las creencias que dan por sentados ciertos aspectos
que puede ser que no sean tal como creemos que son.
Oscar Conti
Fuente: Neuronilla.
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