El autismo y el pensamiento visual:
su influencia en mi trabajo
Pienso en imágenes. Las palabras son como un segundo
idioma para mí. Traduzco las palabras, tanto las habladas como las
escritas, a películas de cine a todo color, acompañadas de sonidos,
que pasan por mi mente como una cinta de video. Cuando alguien me
habla, sus palabras se me traducen instantáneamente en imágenes.
Quienes piensan básicamente por medio del lenguaje suelen encontrar
que este fenómeno es difícil de entender, pero el pensamiento visual
significa una enorme ventaja en mi trabajo como diseñadora de
equipos para la industria ganadera.
Esta forma de pensar me ha permitido construir sistemas completos de
manejo animal en mi imaginación. Durante mi carrera, he diseñado
todo tipo de equipos, desde corrales para el trabajo ganadero en
ranchos hasta sistemas para el manejo de vacunos y porcinos durante
los tratamientos veterinarios y la matanza. He trabajado para muchas
de las principales empresas ganaderas. De hecho, la tercera parte
del ganado vacuno y porcino de los EE.UU. se maneja con equipos
diseñados por mí. Algunas de las personas para quienes he trabajado
ni siquiera saben que sus sistemas fueron diseñados por alguien que
es autista. Valoro mi aptitud para pensar visualmente, y no querría
perderla por nada en el mundo.
Uno de los misterios más profundos del autismo ha sido la notable
capacidad de la mayoría de los autistas para sobresalir en su
habilidad visual espacial, al mismo tiempo que su desempeño verbal
es muy pobre. Cuando yo era niña y adolescente, creía que todos
pensaban en imágenes. No tenía idea de que mis procesos de
pensamiento eran diferentes. En verdad, no me di cuenta del real
alcance de estas diferencias hasta hace muy poco tiempo, cuando
comencé a preguntar a otras personas, ya sea en reuniones o durante
el trabajo, detalles sobre la forma en que accedían a sus recuerdos.
De sus respuestas saqué la conclusión de que mi capacidad de
visualización excedía ampliamente la de la mayoría de la gente.
Atribuyo a mi capacidad de visualización el haberme ayudado a
entender a los animales con los que trabajo. Al comienzo de mi
carrera, utilizaba una cámara fotográfica para tratar de captar la
perspectiva de los animales cuando avanzaban por la manga para su
tratamiento veterinario. Me agachaba y tomaba fotografías a lo largo
de la manga a la altura de los ojos de una vaca. Mediante esas
fotos, pude darme cuenta de las cosas que asustaban al ganado, como
las luces y las sombras. En ese entonces, usaba películas de blanco
y negro, porque hace veinte años los científicos creían que los
bovinos carecían de visión cromática. Hoy en día, la investigación
ha demostrado que pueden percibir los colores, pero esas fotos me
aportaron la ventaja singular de ver el mundo desde el punto de
vista de la vaca. Me ayudaron a descubrir por qué los animales se
resistían a entrar a una manga mientras aceptaban de buen grado
hacerlo en otra.
Cada uno de los problemas de diseño que he podido resolver ha sido
por mi capacidad de visualizar y de entender el mundo a través de
imágenes. Comencé a diseñar cosas cuando era niña, y me la pasaba
experimentando con nuevos tipos de cometas y aeromodelos. En la
escuela primaria, hice un helicóptero con los restos de un avión de
madera balsa roto. Cuando enrollé la hélice y lo lancé, el
helicóptero voló hacia arriba unos 30 metros. También hacía cometas
con formas de pájaros, que remontaba detrás de mi bicicleta. Estas
cometas las hacía plegando una hoja gruesa de dibujo, y las
arrastraba con un piolín. Hacía pruebas con formas diferentes de
doblar las alas para mejorar el vuelo de estos modelos. Por ejemplo,
aprendí que las cometas volaban más alto si les doblaba hacia arriba
las puntas de las alas. Este mismo diseño comenzó a aparecer treinta
años después en los aviones comerciales.
En mi trabajo actual, antes de empezar a construir cualquier
instalación, la examino y pongo a prueba en mi imaginación.
Visualizo mis diseños siendo usados en todas las situaciones
imaginables, con ganado de distintos tamaños y razas, bajo
condiciones climáticas diferentes. Al hacer esto, puedo corregir
fallas antes de construir el sistema. Hoy en día, cualquiera se
entusiasma con los nuevos equipos de computación que presentan
realidades virtuales, en los que el usuario se pone unas anteojeras
especiales y se sumerge de lleno en la acción de los juegos de
video. Para mí, esos programas son como unos dibujos animados
rudimentarios. Mi imaginación trabaja como los programas de
animación computada que crearon esos dinosaurios que parecían reales
en Parque Jurásico. Cuando hago una simulación de un equipo en mi
imaginación o trabajo sobre un problema de ingeniería, es como si lo
viera en una cinta de video en mi mente. Puedo verlo desde cualquier
ángulo, ubicándome por encima o por debajo del equipo y haciéndolo
rotar al mismo tiempo. No necesito un programa sofisticado de
computación gráfica que me genere diseños simulados en tres
dimensiones. Lo puedo hacer más rápido en mi cabeza.
Continuamente creo nuevas imágenes tomando muchos pedacitos de las
imágenes que tengo en la videoteca de mi imaginación, y
reagrupándolos en algo distinto. Tengo recuerdos visuales de cada
cosa con la que haya trabajado en mi vida: portones de acero,
cercas, cerraduras, paredes de cemento, y así sucesivamente. Para
crear nuevos diseños, extraigo piezas y componentes de mi memoria y
las combino en un conjunto nuevo. Mi capacidad para el diseño mejora
a medida que agrego más imágenes visuales a mi archivo mental. Voy
almacenando imágenes semejantes a un video, ya sea de experiencias
concretas o de mis traducciones de informaciones escritas en
imágenes. Puedo visualizar el funcionamiento de cosas tales como
mangas de compresión, rampas de embarque para camiones, y todos los
distintos tipos de equipamientos ganaderos. Cuanto más trabajo
concretamente con ganado y hago funcionar equipos, más poderosos se
hacen mis recuerdos visuales.
La primera vez que usé mi videoteca mental fue en uno de mis
proyectos iniciales de diseño, cuando se me encargó hacer unas
instalaciones de trabajo ganadero con un bañadero de inmersión para
el corral de engorde que John Wayne tenía en el Río Rojo de Arizona.
El bañadero era una piscina larga y estrecha, de 2 metros de
profundidad, que el ganado debía atravesar en fila india. El agua
tenía un pesticida para librar al ganado de garrapatas, piojos y
otros parásitos externos. En ese entonces (1978), los diseños
disponibles para bañaderos de inmersión eran muy pobres. Los
animales entraban frecuentemente en pánico, pues se los forzaba a
deslizarse hacia el bañadero a lo largo de una pendiente empinada y
resbaladiza de cemento. El ganado se resistía a zambullirse al agua,
y a veces se caían con las patas para arriba y se ahogaban. Los
ingenieros que habían diseñado esa pendiente nunca se habían puesto
a pensar por qué razón el ganado se asustaba tanto.
Lo primero que hice al llegar al corral de engorde fue ponerme en la
cabeza de los animales y mirar todo a través de sus ojos. Debido a
que sus ojos están a los costados de la cabeza, los vacunos tienen
un campo visual muy amplio. Por ello, mi tarea se parecía a recorrer
las instalaciones mirando a través de una videocámara con gran
angular. Yo había dedicado los seis años anteriores a estudiar la
forma en que el ganado bovino percibe su mundo, para lo cual había
observado miles de animales moviéndose a lo largo de distintas
instalaciones de todo Arizona. Gracias a ese trabajo, para mí fue
obvio por qué se asustaban. Esos animales debían sentirse como si se
los obligara a saltar por un tobogán de emergencia de un avión, para
caer en el mar.
El ganado bovino se asusta ante los contrastes fuertes de luces y
sombras, y cuando la gente o las cosas se mueven súbitamente a su
rededor. He visto animales siendo manejados en instalaciones
idénticas, pero que en un caso las atravesaban sin problemas y en el
otro se frenaban constantemente. La única diferencia entre ellas era
su orientación respecto del sol. El ganado se resistía a avanzar
cuando el sol formaba sombras recortadas a través de la manga. Hasta
que hice esta observación, ningún miembro de la industria del
engorde a corral había sido capaz de explicar por qué una de estas
instalaciones veterinarias funcionaba mejor que la otra. Era
cuestión de observar los pequeños detalles que hacían una gran
diferencia. Para mí, el problema del bañadero de inmersión era aún
más obvio.
El paso siguiente para diseñar un sistema mejor fue recolectar toda
la información publicada sobre bañaderos de inmersión. Antes de
hacer cualquier cosa, siempre reviso lo que se considera más
avanzado, para no perder el tiempo reinventando la rueda. En esa
oportunidad, busqué en las publicaciones ganaderas, que
habitualmente tenían muy poca información, y en mi videoteca de
recuerdos, que solamente contaba con malos diseños. De mi
experiencia con otros tipos de instalaciones, como las rampas para
desembarcar ganado de camiones, yo sabía que los animales descienden
sin problemas si la rampa tiene ranuras que ayudan a que el animal
pise con seguridad y no se resbale. Los resbalones les generan
pánico y los inducen a retroceder. El desafío era para mí diseñar
una entrada al bañadero que los incitara a avanzar de buen grado y a
zambullirse en el agua, que era lo suficientemente profunda como
para que los animales se sumergieran totalmente, de modo que los
parásitos, incluyendo los que se les instalan en las orejas, fueran
eliminados.
Comencé a hacer simulaciones visuales tridimensionales en mi
imaginación. Experimenté con distintos diseños de la entrada,
haciendo que el ganado pasara por ellos en mi imaginación. Tres
imágenes se fusionaron para conformar el diseño definitivo: el
recuerdo de un bañadero de inmersión de Yuma, Arizona; un bañadero
portátil que había visto en una revista; y una rampa de entrada que
había visto en un dispositivo de inmovilización de la planta de
faena de Swift en Tolleson, Arizona. La nueva entrada al bañadero de
inmersión era una versión modificada de esta rampa. Mi diseño
contenía tres elementos que nunca habían sido usados antes: una
entrada que no asustaría a los animales, un sistema mejorado de
filtrado químico, y el uso de principios de comportamiento animal
para impedir que el ganado se pusiera demasiado nervioso al salir
del bañadero.
Lo primero que hice fue cambiar el piso de la rampa, que era de
acero, a uno de cemento. El diseño definitivo tenía una rampa con
piso de hormigón armado, con un ángulo de descenso de 25o. Se
hicieron surcos profundos en el cemento, para darles un piso firme a
los animales. La rampa daba la apariencia de entrar gradualmente al
agua, pero en realidad tenía una caída abrupta bajo la superficie.
Los animales no podían ver esta caída porque el agua del bañadero no
era transparente. Una vez que perdían pie dentro del agua, caían
suavemente, porque su centro de gravedad había pasado el punto de
no-retorno.
Antes de construir el bañadero, puse a prueba este diseño de la
entrada muchas veces en mi imaginación. Muchos de los vaqueros de
este corral de engorde eran escépticos, y no creían que mi diseño
pudiera funcionar bien. Una vez construido, lo modificaron a mis
espaldas, porque estaban seguros de que estaba mal: le adosaron una
plancha de metal sobre el piso de la rampa antideslizante,
reconvirtiéndola en la antigua rampa deslizante. El primer día que
la usaron, dos animales se ahogaron porque entraron en pánico y se
cayeron al agua de espaldas.
Cuando vi la plancha metálica, hice que los vaqueros la retiraran.
Se quedaron atónitos cuando vieron que la nueva rampa funcionaba
perfectamente. Cada ternero bajaba caminando al agua hasta que daba
un paso y se encontraba que el piso bajaba súbitamente, y se
sumergía suavemente en el bañadero. Me gusta referirme a este diseño
como "el ganado que camina por las aguas".
A lo largo de los años, he observado que muchos rancheros y
engordadores a corral piensan que la única forma de inducir a los
animales a entrar a las instalaciones de manejo es forzándolas a
hacerlo. Los propietarios y los encargados de los corrales de
engorde tienen a veces muchas dificultades para entender que si se
diseña adecuadamente los dispositivos de trabajo, tales como los
bañaderos de inmersión y las mangas de inmovilización, el ganado
entrará voluntariamente a los mismos. Yo puedo imaginar las
sensaciones de los animales: si tuviera el cuerpo y las pezuñas de
un ternero, me daría mucho miedo caminar por una rampa metálica
resbaladiza.
Pero todavía quedaban problemas a resolver luego de que los animales
salieran del bañadero. La plataforma a la cual salen está
generalmente dividida en dos corrales, de modo que los animales se
puedan ir secando de un lado mientras se llena el otro lado. Nadie
entendía por qué los animales que iban saliendo del bañadero a veces
se ponían muy nerviosos, pero a mí se me ocurrió que era porque
querían seguir a sus compañeros más secos cuando se los soltaba, de
manera similar a niños apartados de sus compañeritos de clase en un
patio de juegos. Instalé una pared cerrada entre los dos corrales,
para impedir que los animales de un lado vieran a los del otro. Era
una solución muy simple, y me sorprendió que nunca nadie la hubiera
pensado antes.
El sistema que diseñé para filtrar y limpiar los pelos y otros
residuos del bañadero se basó en los sistemas de filtrado de
piscinas de natación. Mi imaginación pasó revista a dos filtros de
agua específicos que yo había usado, uno en el rancho de mi tía Ann
Brecheen en Arizona y otro en la casa de mis padres. Para evitar que
el agua rebasara los costados del bañadero debido al movimiento de
los animales, copié el reborde superior de cemento que había visto
en piscinas de natación. Esta idea, como muchos de mis mejores
diseños, me vino claramente a la cabeza justo antes de quedarme
dormida una noche.
Siendo autista, no asimilo naturalmente información que la mayoría
de las personas da por supuesta. En cambio, almaceno información en
mi mente como si se tratara de un CD-ROM. Cuando recuerdo algo que
he aprendido, vuelvo a pasar el video en mi imaginación. Los videos
de mi memoria siempre son específicos; por ejemplo, recuerdo cómo
trabajé con el ganado en la manga veterinaria del Corral de Engorde
de los Productores o de la Compañía Ganadera McElhaney. Recuerdo
exactamente cómo se comportaron los animales en esa oportunidad, y
cómo estaban hechas las mangas y otras instalaciones. La forma
exacta en que estaban soldados los postes y los caños de acero en
cada uno de los casos también forma parte de mi memoria visual.
Puedo recordar estas imágenes una y otra vez a fin de estudiarlas
para resolver problemas de diseño.
Si dejo que mi mente vague, el video salta en una especie de
asociación libre, desde la estructura de los postes y caños a un
taller de soldadura donde vi cómo cortaban postes, y al viejo John,
el soldador, haciendo portones. Si sigo pensando en John soldando
caños, la imagen de video cambia a una serie de escenas cortas sobre
la fabricación de puertas en varios proyectos en los que he
trabajado. En mi forma de asociar, cada imagen visual desencadena
otras, y me pueden llevar lejos del problema inicial de diseño de
instalaciones. La siguiente imagen puede ser sobre el buen rato que
pasé escuchando al viejo John y a sus ayudantes contar historias de
la guerra o cuando la pala mecánica cavó un nido de víboras de
cascabel y la máquina quedó parada dos semanas porque nadie se
atrevía a acercarse a ella.
Esta secuencia asociativa es un buen ejemplo de la forma en que mi
mente puede viajar lejos del tema inicial. Las personas con un
autismo más grave tienen problemas para detener estas asociaciones
sin fin. Yo puedo hacerlo y volver al camino original. Cuando
descubro que mi mente se ha desviado demasiado lejos del problema de
diseño que estoy tratando de resolver, simplemente me digo a mí
misma que hay que volver al tema del comienzo.
Las entrevistas a autistas adultos con buena capacidad para
conversar y para articular sus procesos de pensamiento indican que
la mayoría de ellos piensan en imágenes visuales. Las personas más
gravemente afectadas, que pueden hablar pero no explicar cómo
piensan, tienen patrones de pensamiento muy asociativos.
Charles Hart, autor de Without Reason (Sin razón), un libro sobre su
hijo y su hermano, ambos autistas, resume el pensamiento de su hijo
en una sola frase: "Los procesos de pensamiento de Ted no son
lógicos, son asociativos". Eso explica, por ejemplo, su afirmación:
"No temo a los aviones. Es por eso que vuelan tan alto". En su
mente, los aviones vuelan alto porque él no les tiene miedo; así
combina dos piezas de información, que los aviones vuelan alto y que
él no teme a las alturas.
Otro indicador del pensamiento visual como método primario de
procesar información es la notable capacidad que muchos autistas
tienen para resolver rompecabezas, para orientarse en una ciudad o
para memorizar con una sola mirada cantidades enormes de datos. Mis
propios patrones de pensamiento son semejantes a los que describe A.
R. Luria en The Mind of a Mnemonist (La mente de un memorioso). Este
libro cuenta la historia de un hombre que trabajaba como reportero
en un diario y que podía realizar actos sorprendentes de memoria.
Como yo, el memorioso tenía una imagen visual de todo lo que había
oído o leído. Escribe Luria: "Para cuando había oído o leído una
palabra, ya la había convertido instantáneamente en una imagen
visual que correspondía al objeto que la palabra significaba para
él". El gran inventor Nikola Tesla era también un pensador visual.
Cuando diseñaba turbinas para la generación de electricidad,
construía cada turbina en su cabeza. La hacía funcionar en su
imaginación y corregía las fallas. Sostenía que no importaba si la
turbina había sido probada en sus pensamientos o en el taller: el
resultado era el mismo.
En los comienzos de mi carrera, tendía a pelearme con otros
ingenieros en las plantas de faena. No entendía cómo podían ser tan
tontos de no ver los errores de los diseños hasta que los equipos ya
estaban instalados. Ahora me doy cuenta de que no eran tontos sino
que carecían de capacidad de visualizar. Literalmente, no podían
ver. Una vez fui despedida por una compañía que fabricaba equipos
para plantas de faena, porque me peleé con los ingenieros a raíz del
mal diseño de un riel de transporte elevado para reses de 540 kg,
que terminaría por caerse. A medida que cada animal salía de la
línea de matanza, caía casi un metro hasta que quedaba colgado de
una cadena sujeta al riel elevado. La primera vez que hicieron
funcionar el equipo, el riel fue arrancado de sus soportes en el
techo. Los empleados arreglaron esto poniendo pernos más gruesos y
agregando más columnas de sostén al riel. Esto resolvió el problema
sólo por un tiempo, pues la fuerza de las reses dándole ese tirón a
las cadenas era enorme. El refuerzo del riel elevado servía para
tratar el síntoma del problema pero no su causa. Traté de hacerles
entender que era como doblar muchas veces un clip para papeles:
después de un tiempo se corta.
Temple Grandin, Thinking in Pictures, Nueva York, Vintage
Press, 1995.
Traducción del Dr. Marcos Giménez-Zapiola
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