viernes, abril 27, 2007

Aclarando turbulencias

A veces entramos en una turbulencia en las relaciones con alguna persona sin conocer realmente cuál es el motivo. Cuando es así, si existió una buena relación previa, o una relación no turbulenta, nos encontramos con una tensión que es bastante difícil de manejar. El otro puede estar ofendido por algo de nuestro accionar o decir, o simplemente llegó a no gustarle algo que ahora no tolera bien. El hecho es que no hay una declaración frontal de conflicto y se perciben hostilidades encubiertas que se manifiestan como:

  • Observaciones ofensivas disimuladas con humor

  • Insolencias indirectas

  • Sugerencias veladas de incompetencia

  • Compromisos no cumplidos

  • Preguntas insolentes amparadas en una falsa ingenuidad

Ciertamente si una persona actúa así está generando las condiciones de un conflicto real. La enemistad está en plena construcción. Sus consideraciones sobre uno están llenas de turbulencia. Es fuertemente negativo continuar así, sea en la vecindad o en la convivencia laboral. Para el ofensor como para el aludido. Además, dada la naturaleza humana, las “gentilezas” tienden a devolverse, empeorando la situación exponencialmente.


Veamos algunas vías de acción posibles:

  • Buscar un tercero que sea quien haya puesto la semilla de la discordia y desenmascararle. Se corre el riesgo de que no exista.

  • Encontrar un modo de minar al otro silenciosamente y exponer su mal comportamiento a otros, para quitarle influencia. Se corre el riesgo de incrementar las hostilidades.

  • No hacer caso de las hostilidades indirectas; tomándolas como el problema del otro en vez de tomarlas personalmente, y con la esperanza de que la turbulencia se diluya si no le prestamos atención. Se corre el riesgo de eternizar la situación.

  • Hacer arreglos para una reunión privada con el otro para averiguar cuál es el problema y lo que podemos hacer para ayudar a resolverlo, sea lo que sea que le molestara al otro. Se corre el riesgo de ponerle a la defensiva y hasta de llevarle a elevar la temperatura.

  • Comentar nuestras experiencias con quienes se pueda para alertarles del problema, ganar su apoyo, e impedir al otro seguir llevando sus acciones a más. Se corre el riesgo de perder credibilidad por no enfrentar y resolver la situación directamente.

  • Encontrar un tercero en buenos términos reales con ambas partes, para averiguar cuál es el problema. Sin riesgos.

La resolución de tales conflictos siempre es complicada, porque tratamos con comportamientos encubiertos e indirectos. Lo seguro es que si no tomamos medidas esto puede interferir cada vez más con el resto de las relaciones buenas.


En otras circunstancias una conversación directa es el mejor acercamiento. Preguntamos a la otra persona si hicimos algo para ofenderla y así tener una discusión productiva para aclarar la situación. Otras veces, ante la clara evidencia de la intervención de un tercero malintencionado sembrando discordia, lo mejor es desenmascararle. Pero, si no existe instigador, y especialmente si la otra persona es furtiva, es mejor hacer participar de la posible solución a alguien que conozca bien a ambos. Asegúrate de saber bien cuál es la situación.

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