Las diferencias básicas
En cierta ocasión, atendiendo una consulta de una
persona sobre comprensión lectora, le entregué un texto expositivo
en el que se hablaba de la sugestión hipnótica y le solicité leer
una parte. Al terminar de leer el fragmento, esta persona se mostró
algo perturbada. Inmediatamente, le pregunté qué le sucedía. Me
respondió que le pareció algo grosero. Indagando el origen de su
impresión descubrimos que había interpretado equivocadamente la
expresión bazo “canijo” como una referencia al pene. El texto
hablaba de experimentos en los que se intentaba influenciar mediante
hipnosis el funcionamiento del bazo pero esta persona había
interpretado de una manera totalmente extraña la sugerencia de leer
el fragmento.
Siempre es posible que alguna persona nos abrume con "soluciones"
extrañas para tratar con problemas o dificultades evidentes;
problemas adicionales surgen debido a que tal persona interpreta
equivocadamente la existencia de diferencias al pensar acerca de un
problema.
Y las formas de interpretar las situaciones pueden ser muy
diferentes. Hasta una palabra puede interpretarse de distintas
maneras.
Seguramente todos entendemos las diferencias entre hechos y
opiniones. Pero en lo particular no siempre es así.
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Un hecho es algo que siempre puede ser comprobado por
evidencia concreta. Y aquí hay algo que considerar con tacto: un
hecho no siempre puede ser comprobado por cualquier persona; por
poner un caso extremo: es muy difícil que la existencia de un
agujero negro la pueda corroborar el portero del edificio, a menos
que también sea astrofísico.
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Una opinión es algo que puede o no basarse en
cualquier hecho. Y una mera opinión puede tenerla cualquier persona:
un ama de casa, un niño, e incluso un experto.
Una persona puede ser muy negligente si no tiene la
intención de percibir las diferencias entre hecho y opinión. Incluso
una autoridad o un administrador, ante un problema concreto, podría
comunicar dictámenes que honestamente intenta hacerlos pasar por
hechos, siendo sólo opiniones.
El caso es que muchas personas no ven diferencia alguna entre hechos
y opiniones (sean suyas o de otros) y alegremente asignan a ambas
cosas el mismo estatus.
Cuando es evidente que existe un problema y se actúa en base a meras
opiniones entonces tenemos medidas impracticables o ineficaces; las
que, con certeza, originarán nuevos problemas o aumentarán la
magnitud del existente. Un emprendedor, directivo, ejecutivo, o
cualquier administrador en una empresa o institución, puede estar en
una condición de derrumbe progresivo si no es capaz de discernir lo
obvio y lo no tan obvio de los diferentes enfoques. Y no es nada
extraño; si no fuera un tema de riesgo, el éxito sería más fácil de
alcanzar para todos.
En principio, siendo algo muy elemental, habría que percibir
claramente las diferencias básicas:
1) Las cosas iguales no son similares.
2) Las cosas similares no son iguales.
3) Las cosas diferentes no son ni idénticas ni similares.
Si hay problemas con cualquiera de los tres ítems entonces hay
problemas para discernir opiniones de hechos.
Un principio, una ley básica, no es lo mismo que un hecho
incidental, aislado. Ambas cosas no tienen la misma categoría.
Cuando se les trata en un mismo nivel surgen opiniones y en cuanto
uno se deja llevar por opiniones, se pierde de vista lo esencial: un
principio surge de una sumatoria de hechos evidentes. Establecer un
enfoque en base a principios no es lo mismo que hacerlo en base a
opiniones sobre un hecho incidental, incluyendo a las opiniones de
expertos.
Patricio Jorge Vargas
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