La naturaleza del estímulo
Un estímulo es un diminuto paquete de energía que desencadena un gasto de
energía muy superior. La liberación de las energías motivacionales
requiere ese estímulo.
"Con frecuencia es una leve inflexión de la batuta del director lo que
genera una interpretación sobresaliente en una orquesta. O quizá sea
suficiente con que el director levante su ceja para que cada ejecutante
sienta el estímulo capaz de movilizar toda su alma y ponerla en una frase
musical. Además, puede ser la audiencia la que estimula al director para
que estimule una interpretación superior de esa orquesta. Aunque el
director esté de espaldas al público, la calidad del silencio es
decididamente importante para brindar un estímulo al director."
Howard Shelley, pianista y director de orquesta.
El requisito del estímulo
El inicio de todo movimiento requiere un estímulo. Su automóvil puede
tener el motor más poderoso y el tanque de combustible lleno pero no se
moverá sin el estímulo de la chispa que se genera con el encendido. Un
leve movimiento del volante o una suave presión sobre el pedal del
acelerador o del freno brindarán el estímulo adicional para que el auto se
mueva.
Para que una persona se mueva, hace falta ese mismo estímulo. Usted puede
tener mucha energía, un corazón fuerte y una mente prodigiosa, pero no se
moverá en ninguna dirección hasta que no reciba el estímulo que provoque
ese movimiento. El mismo principio se aplica a cualquier organización. Una
empresa no se moverá en una dirección determinada hasta que no exista un
estímulo específico que brinde energía a su gente.
Un estímulo es un diminuto paquete de energía que desencadena un gasto de
energía muy superior. Es como una chispa o como un catalizador. El
estímulo pone en marcha el movimiento. Por eso, la recomendación de un
amigo para que pruebe un nuevo restaurante es el estímulo que lo lleva a
visitarlo. En el entorno laboral, las quejas de los clientes por demoras
en la entrega puede ser el estímulo que derive en una revisión importante
de los procedimientos de distribución para introducir las mejoras que
hagan falta.
En casi todos los aspectos de la vida -y también en el trabajo-,
generalmente ignoramos el impacto de uno o varios estímulos. Solemos
concentrar nuestra atención en cómo se gasta la energía y no en qué es lo
que la pone en movimiento. Por eso, en el mundo de los negocios,
concentramos nuestra atención en los grandes temas como la productividad,
la cantidad de personal, los salarios y la logística (todos los cuales se
relacionan con la forma en que usamos la energía), pero dejamos de lado
los factores desencadenantes esenciales que motivan a la gente.
Todas nuestras decisiones, acciones, conductas y comunicaciones son el
resultado de los estímulos que recibimos y de los movimientos que ellos
generan. Si consideramos, por ejemplo, al lenguaje corporal, toda
expresión de nuestro rostro y todo movimiento de nuestros dedos, manos,
brazos y piernas constituyen la respuesta a un conjunto de estímulos que
hemos recibido, sean internos o externos. Cuando escuchamos atentamente a
otra persona, nos cruzamos de brazos si en nuestro subconsciente no
resistimos a lo que está diciendo. Cualquiera sea la frase utilizada, es
un estímulo lo que genera el movimiento que nos lleva a cruzarnos de
brazos, colocándolos en una actitud defensiva. Todas las comunicaciones
tienen su origen en un estímulo o conjunto de estímulos específicos y lo
mismo se aplica a todas nuestras conductas.
En consecuencia, para comprender a la gente no sólo es necesario
comprender su comportamiento, sino también aquello que lo estimula. Por
ejemplo, Jonathan McMillan, gerente de proyectos clínicos de Schering-Plough,
opinó lo siguiente cuando lo entrevisté: "Uso corbata de lazo porque sirve
para enviar la señal de que no soy como todo los demás. Dice: soy un
individuo. La mayoría de las personas usan corbatas convencionales en
cambio yo uso corbata de lazo. Eso significa que no estoy en un todo de
acuerdo”.
La corbata de lazo que usa Jonathan McMillan es un estímulo que alerta a
los demás de que en él hay algo diferente. En este caso, el estímulo es
consciente y, en consecuencia, se busca un efecto determinado, pero en
muchos casos es subconsciente e involuntario. Por lo tanto, para
comprender el impacto que tenemos sobre los demás debemos recoger de
nuestro subconsciente los diversos estímulos que emitimos y considerar de
manera consciente su impacto sobre nosotros.
David Freemantle, El factor estímulo
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