Disciplinas de
la organización inteligente
En una fría y clara mañana de diciembre de 1903, en Kitty Hawk, Carolina
del Norte, la frágil aeronave de Wilbur y Orville Wright demostró que era
posible volar con máquinas de motor. Así se inventó el aeroplano, pero
pasaron más de treinta años hasta que la aviación comercial pudiera servir
al público en general.
Los ingenieros dicen que se ha “inventado” una idea nueva cuando se
demuestra que funciona en el laboratorio. La idea se transforma en
“innovación” sólo cuando se puede reproducir sin contratiempos, en gran
escala y a costes prácticos. Si la idea tiene suficiente importancia —
como en el caso del teléfono, el ordenador digital o el avión comercial—,
se denomina “innovación básica” y crea una industria nueva o transforma la
industria existente. Según estos términos, las organizaciones inteligentes
ya se han inventado pero aún no se han innovado.
En ingeniería, cuando una idea pasa de la invención a la innovación,
confluyen diversas “tecnologías de componentes”. Estos componentes,
nacidos de desarrollos aislados en diversas áreas de investigación,
configuran gradualmente un “conjunto de tecnologías que son fundamentales
para el mutuo éxito. Mientras no se forme este conjunto, la idea, aunque
posible en el laboratorio, no alcanza su potencial en la práctica”.
Los hermanos Wright demostraron que el vuelo con motor era posible, pero
el DC-3 de McDonnell Douglas, introducido en 1935, inauguró la era del
viaje aéreo comercial. El DC-3 fue el primer avión que se mantenía no sólo
aerodinámica sino económicamente. En ese ínterin de treinta años (un
período típico para la incubación de innovaciones básicas), habían
fracasado muchísimos experimentos con el vuelo comercial.
Como los primeros experimentos con las organizaciones inteligentes, los
primeros aviones no eran confiables ni tenían un coste efectivo en la
escala apropiada.
El DC-3, por primera vez, eslabonó cinco tecnologías de componentes
decisivas para formar un conjunto de éxito. Se trataba de la hélice de
inclinación variable, el tren de aterrizaje retráctil, un tipo de
construcción ligera llamada monocaparazón, el motor radial enfriado por
aire y los alerones.
El DC-3 necesitaba las cinco: cuatro no eran suficientes. Un año antes se
había introducido el Boeing 247, que incluía todo esto salvo los alerones.
La falta de alerones volvía al Boeing inestable durante el despegue y el
aterrizaje, y los ingenieros tuvieron que reducir el tamaño del motor.
En la actualidad, cinco nuevas “tecnologías de componentes” convergen para
innovar las organizaciones inteligentes. Aunque se desarrollaron por
separado, cada cual resultará decisiva para el éxito de las demás, tal
como ocurre con cualquier conjunto. Cada cual brinda una dimensión vital
para la construcción de organizaciones con auténtica capacidad de
aprendizaje, aptas para perfeccionar continuamente su habilidad para
alcanzar sus mayores aspiraciones.
Pensamiento sistémico
Se espesan las nubes, el cielo se oscurece, las hojas flamean, y sabemos
que lloverá. También sabemos que después de la tormenta el agua de desagüe
caerá en ríos y lagunas a kilómetros de distancia, y que el cielo estará
despejado para mañana. Todos estos acontecimientos están distanciados en
el espacio y en el tiempo, pero todos están conectados dentro del mismo
patrón. Cada cual influye sobre el resto, y la influencia está
habitualmente oculta. Sólo se comprende el sistema de la tormenta al
contemplar el todo, no cada elemento individual.
Los negocios y otras empresas humanas también son sistemas. También están
ligados por tramas invisibles de actos interrelacionados, que a menudo
tardan años en exhibir plenamente sus efectos mutuos. Como nosotros mismos
formamos parte de esa urdimbre, es doblemente difícil ver todo el patrón
de cambio. Por el contrario, solemos concentrarnos en fotos instantáneas,
en partes aisladas del sistema, y nos preguntamos por qué nuestros
problemas más profundos nunca se resuelven. El pensamiento sistémico es un
marco conceptual, un cuerpo de conocimientos y herramientas que se ha
desarrollado en los últimos cincuenta años, para que los patrones totales
resulten más claros, y para ayudarnos a modificarlos.
Aunque las herramientas son nuevas, suponen una visión del mundo
extremadamente intuitiva; experimentos realizados con niños demuestran que
ellos aprenden rápidamente el pensamiento sistémico.
Dominio personal
Dominio puede sugerir la dominación de personas o cosas. Pero dominio
también alude a un nivel muy especial de habilidad. Un maestro artesano
domina la alfarería o el tejido, pero no “ejerce dominación” sobre estas
actividades. La gente con alto nivel de dominio personal es capaz de
alcanzar coherentemente los resultados que más le importan: aborda la vida
como un artista abordaría una obra de arte. Lo consigue consagrándose a un
aprendizaje incesante.
El dominio personal es la disciplina que permite aclarar y ahondar
continuamente nuestra visión personal, concentrar las energías,
desarrollar paciencia y ver la realidad objetivamente. En cuanto tal, es
una piedra angular de la organización inteligente, su cimiento espiritual.
El afán y la capacidad de aprender de una organización no pueden ser
mayores que las de sus miembros. Las raíces de esta disciplina se nutren
de tradiciones espirituales de Oriente y Occidente, así como de
tradiciones seculares.
Asombrosamente, sin embargo, pocas organizaciones alientan el crecimiento
de sus integrantes. Esto genera un gran derroche de recursos. “Las
personas ingresan en los negocios como individuos brillantes, cultos y
entusiastas, rebosantes de energías y deseos de introducir cambios — dice
Bill O'Brien, de Hanover Insurance—. Cuando llegan a los treinta años,
algunos se concentran sólo en su propia promoción y los demás reservan su
tiempo para hacer lo que les interesa en el fin de semana. Pierden el
compromiso, el sentido de misión y el estímulo con que iniciaron su
carrera. Aprovechamos muy poco de sus energías y casi nada de su
espíritu.“
Muy pocos adultos se afanan por desarrollar rigurosamente su dominio
personal. Cuando preguntamos a los adultos qué quieren de la vida, la
mayoría habla primero de aquello que querrían quitarse de encima: “Ojalá
mi suegra se mudara a otra parte”, “Ojalá se me fuera esta molestia de la
espalda”. La disciplina del dominio personal, en cambio, comienza por
aclarar las cosas que de veras nos interesan, para poner nuestra vida al
servicio de nuestras mayores aspiraciones.
Aquí interesan ante todo las conexiones entre aprendizaje personal y
aprendizaje organizacional, los compromisos recíprocos entre individuo y
organización, el espíritu especial de una empresa constituida por gentes
capaces de aprender.
Modelos mentales
Los “modelos mentales” son supuestos hondamente arraigados,
generalizaciones e imágenes que influyen sobre nuestro modo de comprender
el mundo y actuar. A menudo no tenemos conciencia de nuestros modelos
mentales o los efectos que surten sobre nuestra conducta. Por ejemplo,
notamos que una compañera del trabajo se viste con elegancia, y nos
decimos: “Ella es típica de un club campestre”. Si vistiera con desaliño,
diríamos: “No le importa lo que piensan los demás”. Los modelos mentales
de conducta empresarial también están profundamente arraigados. Muchas
percepciones acerca de mercados nuevos o de prácticas organizacionales
anticuadas no se llevan a la práctica porque entran en conflicto con
poderosos y tácitos modelos mentales,
Royal Dutch/Shell, una de las primeras organizaciones grandes que
comprendió las ventajas de acelerar el aprendizaje organizacional, llegó a
reparar en la profunda Influencia de los modelos mentales ocultos, sobre
todo los compartidos por gran cantidad de personas. El extraordinario
éxito administrativo de Shell durante los drásticos cambios en el
imprevisible mundo petrolero de los años 70 y 80 se debió en gran medida a
que aprendió a revelar y desafiar los modelos mentales de los directivos.
(A principios de los 70 Shell era la más débil de las siete grandes
compañías petroleras; a fines de los 80 era la más fuerte.) El retirado
Arie de Geus, ex coordinador de Planificación de Grupo de Shell, declara
que la adaptación continua y el crecimiento en un ámbito cambiante
dependen del “aprendizaje institucional, que es el proceso mediante el
cual los equipos de management modifican modelos mentales compartidos
acerca de la compañía, sus mercados y sus competidores. Por esta razón,
pensamos que la planificación es aprendizaje y la planificación
empresarial es aprendizaje institucional”.
La disciplina de trabajar con modelos mentales empieza por volver el
espejo hacia adentro: aprender a exhumar nuestras imágenes internas del
mundo, para Llevarlas a la superficie y someterlas a un riguroso
escrutinio. También incluye la aptitud para entablar conversaciones
abiertas donde se equilibre la indagación (actitud inquisitiva) con la
persuasión, donde la gente manifieste sus pensamientos para exponerlos a
la influencia de otros.
Construcción de una visión compartida
Si una idea sobre el liderazgo ha inspirado a las organizaciones durante
miles de años, es la capacidad para compartir una imagen del futuro que se
procura crear. Cuesta concebir una organización que haya alcanzado cierta
grandeza sin metas, valores y misiones que sean profundamente compartidos
dentro de la organización. IBM tenía “servicio”; Polaroid tenía fotografía
instantánea; Ford tenía transporte público para las masas; Apple tenía
informática para las masas. Aunque muy diferentes en especie y contenido,
estas organizaciones lograron unir a la gente en torno de una identidad y
una aspiración común.
Cuando hay una visión genuina (muy opuesta a la familiar “formulación de
visión”), la gente no sobresale ni aprende porque se lo ordenen sino
porque lo desea. Pero muchos líderes tienen visiones personales que nunca
se traducen en visiones compartidas y estimulantes. Con frecuencia, la
visión compartida de una compañía gira en torno del carisma del líder, o
de una crisis que acicatea a todos temporariamente. Pero, dada la opción,
la mayoría de la gente prefiere perseguir una meta elevada, no sólo en
tiempos de crisis sino en todo momento. Lo que faltaba era una disciplina
para traducir la visión individual en una visión compartida: no un
“recetario”, sino un conjunto de principios y prácticas rectoras.
La práctica de la visión compartida supone aptitudes para configurar
“visiones del futuro” compartidas que propicien un compromiso genuino
antes que mero acatamiento. Al dominar esta disciplina, los líderes
aprenden que es contraproducente tratar de imponer una visión, por sincera
que sea.
Aprendizaje en equipo
¿Cómo puede un equipo de managers talentosos con un cociente intelectual
de 120 tener un cociente intelectual colectivo de 63? La disciplina del
aprendizaje en equipo aborda esta paradoja. Sabemos que los equipos pueden
aprender; en los deportes, en las artes dramáticas, en la ciencia y aun en
los negocios, hay sorprendentes ejemplos donde la inteligencia del equipo
supera la inteligencia de sus integrantes, y donde los equipos desarrollan
aptitudes extraordinarias para la acción coordinada. Cuando los equipos
aprenden de veras, no sólo generan resultados extraordinarios sino que sus
integrantes crecen con mayor rapidez.
La disciplina del aprendizaje en equipo comienza con el “diálogo”, la
capacidad de los miembros del equipo para “suspender los supuestos” e
ingresar en un auténtico “pensamiento conjunto”. Para los griegos, dia-logos
significaba el libre flujo del significado a través del grupo, lo cual
permitía al grupo descubrir percepciones que no se alcanzaban
individualmente. Es interesante señalar que la práctica del diálogo se ha
preservado en muchas culturas “primitivas”, tales como las del indio
norteamericano, pero se ha perdido totalmente en la sociedad moderna. Hoy
se están redescubriendo los principios y la práctica del diálogo, y se
procura integrarlos a un contexto contemporáneo. (Diálogo difiere de
“discusión”, que tiene las mismas raíces que “percusión” y “concusión”, y
literalmente consiste en un “peloteo” de ideas en una competencia donde el
ganador se queda con todo.)
La disciplina del diálogo también implica aprender a reconocer los
patrones de interacción que erosionan el aprendizaje en un equipo. Los
patrones de defensa a menudo están profundamente enraizados en el
funcionamiento de un equipo. Si no se los detecta, atentan contra el
aprendizaje. Si se los detecta y se los hace aflorar creativamente, pueden
acelerar el aprendizaje.
El aprendizaje en equipo es vital porque la unidad fundamental de
aprendizaje en las organizaciones modernas no es el individuo sino el
equipo. Aquí es donde “la llanta muerde el camino”: si los equipos no
aprenden, la organización no puede aprender.
Sí la organización inteligente fuera una innovación en ingeniería, como el
aeroplano o el ordenador personal, los componentes se denominarían
“tecnologías”. Para una innovación en conducta humana, es preciso ver los
componentes como disciplinas. Por “disciplina” no aludo a un “orden
impuesto” o un “medio de castigo”, sino un corpus teórico y técnico que se
debe estudiar y dominar para llevarlo a la práctica. Una disciplina es una
senda de desarrollo para adquirir ciertas aptitudes o competencias. Al
igual que en cualquier disciplina, desde la ejecución del piano hasta la
ingeniería eléctrica, algunas personas tienen un “don” innato, pero con la
práctica cualquiera puede desarrollar un grado de habilidad.
La práctica de una disciplina supone un compromiso constante con el
aprendizaje. “Nunca se llega”: uno se pasa la vida dominando disciplinas.
Nunca se puede decir: “Somos una organización inteligente”, así como nadie
puede decir: “Soy una persona culta”. Cuanto más aprendemos, más
comprendemos nuestra ignorancia. Una empresa no puede ser “excelente”, en
el sentido de haber alcanzado una excelencia permanente; siempre está
practicando las disciplinas del aprendizaje, al borde de ser mejor o peor.
No es novedad que las organizaciones se puedan beneficiar merced a las
disciplinas. A fin de cuentas, las disciplinas de administración — tales
como la contabilidad— existen desde hace tiempo. Pero las cinco
disciplinas de aprendizaje difieren de las disciplinas más tradicionales
de la administración por ser “personales”. Cada cual se relaciona con
nuestro modo de pensar, con lo que queremos y con nuestra manera de
interactuar y aprender mutuamente. En este sentido, se parecen más a las
disciplinas artísticas que a las disciplinas administrativas
tradicionales. Más aún, aunque la contabilidad es buena para “contar el
puntaje”, nunca hemos abordado las tareas más sutiles de construir
organizaciones, de realzar su aptitud para la innovación y la creatividad,
de modelar la estrategia y diseñar políticas y estructuras mediante la
asimilación de disciplinas nuevas. Por ello las grandes organizaciones son
a menudo fugaces: disfrutan su momento bajo el sol y luego se repliegan en
silencio hacia las filas de los mediocres.
Practicar una disciplina es diferente de emular un “modelo”. A menudo las
innovaciones en administración se describen haciendo referencia a las
“mejores prácticas” de las llamadas empresas líderes. Aunque estas
descripciones son interesantes, causan más daños que beneficios y generan
una copia fragmentaria y el afán de alcanzar a los demás. No creo que las
grandes organizaciones se construyan mediante el intento de emular a
otras, así como la grandeza individual no se logra tratando de copiar a
otra “gran persona”.
Cuando las cinco tecnologías convergieron para crear el DC-3, nació la
Industria de las líneas aéreas comerciales. Pero el DC-3 no fue el final
del proceso, sino el precursor de una nueva industria. Análogamente,
cuando las cinco disciplinas que componen el aprendizaje hayan confluido,
no crearán la organización inteligente, sino una nueva oleada de
experimentación y progreso.
Peter Senge, La Quinta Disciplina
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