Lección 4
“¿Quién soy yo?” es la única pregunta que vale la
pena hacerse y la única que nunca se responde.
Nuestro destino es representar una infinidad de papeles, pero esos
papeles no somos nosotros mismos.
El espíritu no tiene lugar pero deja tras de sí una huella a la cual
llamamos cuerpo.
Un mago no se considera a sí mismo un suceso local que sueña un
mundo más grande.
Un mago es un mundo que sueña sucesos locales.
Merlín desapareció del mundo de Arturo durante muchos años; sin
embargo, un buen día reapareció y salió del bosque en dirección a
Camelot. Dichoso de ver a su maestro, el rey Arturo ordenó un gran
banquete en su honor, pero Merlín se mostró perplejo y miró a su
antiguo pupilo como si nunca lo hubiera visto.
"Tal vez podría asistir, si eres la persona que creo que eres", dijo
Merlín. "Pero, dime la verdad, ¿quién eres?". Arturo quedó
desconcertado, pero antes de que pudiera protestar, Merlín se
dirigió a la corte reunida y dijo en voz alta: "Le doy esta bolsa de
polvo de oro al que pueda decirme quién es esta persona". E
inmediatamente apareció en su mano una bolsa repleta de oro en
polvo. Aturdidos y mortificados, ninguno de los caballeros de la
Mesa Redonda se adelantó. Entonces un joven paje se aventuró a
decir: "Todos sabemos que él es el rey". Merlín sacudió la cabeza y
expulsó bruscamente al joven de la sala.
"¿Ninguno de ustedes sabe quién es él?", repitió.
''Es Arturo", gritó otra voz. 'Hasta un idiota sabe eso". Merlín
identificó el sitio de donde venía la voz — del rincón donde estaba
una anciana sirvienta — y también le ordenó que abandonara el
recinto. Toda la corte zumbaba de confusión, pero el reto del mago
no tardó en convertirse en juego.
Comenzaron a oírse varias respuestas: el hijo de Uther Pendragon, el
gobernante de Camelot, el soberano de Inglaterra. Merlín no aceptó
ninguna de ellas, como tampoco algunas más ingeniosas como hijo de
Adán, flor de Albión, un hombre entre los hombres, y así
sucesivamente. Finalmente le llegó el turno a la reina Guinevere.
"Es mi amado esposo", murmuró. Merlín solamente sacudió la cabeza.
Uno por uno, todos abandonaron el gran salón hasta que quedaron
solos el mago y el rey. "Merlín, nos has puesto a todos en una
situación embarazosa", admitió Arturo.
"Pero estoy seguro de saber quién soy. Por lo tanto, mi respuesta es
ésta: Soy tu viejo amigo y discípulo". Tras vacilar unos segundos,
Merlín desechó también esta última respuesta, y al rey no le quedó
otra alternativa que salir.
Sin embargo, movido por la curiosidad, se dirigió hacia una puerta
abierta desde donde podía ver el gran salón. Para su asombro, vio
cómo Merlín iba hacia una ventana y lanzaba el oro al aire.
'¿Por qué hiciste eso?", gritó sin poder reprimirse.
Merlín alzó la vista. "Tuve que hacerlo", replicó. "El viento me
dijo quién eres".
"¿El viento? Pero si no dijo nada".
"Precisamente".
Para Comprender la Lección
Los magos y los de su especie con frecuencia han preferido no tener
nombre ni pertenecer a sitio alguno. No es de su agrado permanecer
en un solo lugar, donde podrían llegar a acostumbrarse demasiado a
los mortales. "Quien quiera que me llama por mi nombre es un
extraño", decía Merlín. "El hecho de que reconozcas mi rostro no
significa
que me conozcas".
Los magos se consideran ciudadanos del cosmos. Por lo tanto, el
sitio exacto donde se les pueda encontrar es irrelevante.
En la vida mortal, lo que nos limita en primero y último lugar son
los nombres, los rótulos y las definiciones. Tener un nombre es útil
— nos permite saber cuál es el certificado de nacimiento que nos
pertenece — pero no tarda en convertirse en una limitación. El
nombre es un rótulo. Define un lugar y una hora de nacimiento, en
una determinada familia. Al cabo de unos años, el nombre define que
vayamos a una determinada escuela, y que después sigamos una
determinada profesión. Cuando llegamos a los treinta años, nuestra
identidad está encerrada en un cajón de palabras. Las paredes del
cajón podrían estar hechas de lo siguiente: "Abogado tributario
católico, educado en x universidad, casado, padre de tres hijos y
con una hipoteca''. Aunque es probable que esos hechos sean exactos,
son engañosos. Atrapan a un espíritu incondicionado dentro de unas
condiciones.
Muchas de esas limitaciones parecen pertenecemos a nosotros, cuando
en realidad se refieren únicamente a nuestro cuerpo — y todos somos
mucho más que un cuerpo. El mago tiene una relación peculiar con su
cuerpo. Lo ve como un haz de consciencia que adopta una forma en el
mundo, de la misma manera como las piedras, los árboles, las
montañas, las palabras, los deseos y los sueños fluyen y adoptan una
forma. El hecho de que un deseo o un sueño no tenga sustancia
mientras que el cuerpo es sólido, no perturba al mago. Los magos no
tienen el prejuicio común que nos lleva a pensar que 'sólido" es
sinónimo de "realidad".
El mago no se ve a sí mismo como un suceso local que sueña con un
mundo más grande. El mago es un mundo que sueña con sucesos locales.
No hay fronteras que lo limiten. Los mortales no podrían vivir sin
fronteras. Sus cuerpos definen el lugar donde se encuentran — sin
cuerpo no podrían ni siquiera saber cuál es su hogar, puesto que el
hogar es el sitio a donde va el cuerpo para refugiarse y descansar.
Sin embargo, Merlín no se consideraba un ser sin hogar. Decía: "Este
cuerpo es como un nido al cual llegan mis pensamientos, pero entran
y salen tan rápidamente que bien podría decirse que viven en el
aire:'. Suponemos que nuestros pensamientos van y vienen dentro de
nuestra mente, pero, nuevamente, no podemos demostrarlo. ¿Quién ha
visto un pensamiento antes de que aflore? ¿Quién sigue un
pensamiento hasta el sitio a donde va después?
Merlín no comprendía por qué los mortales deseaban aferrarse a sus
cuerpos. "Está bien decir que esta envoltura de carne y hueso soy
yo", decía, "pero sólo si esa colina, esa pradera y ese castillo
también son yo". A los ojos de Merlín, el cuerpo mortal no era mejor
que un perchero para colgar las creencias, los temores, los
prejuicios y los sueños. Si se cuelgan demasiados abrigos en un
perchero, éste desaparece de la vista. Eso es lo que los mortales
han hecho con sus cuerpos, decía Merlín. Es imposible ver la verdad
del cuerpo humano — que es un río de consciencia que corre a través
del tiempo —, debido al exceso de peso del pasado que se ha
acumulado sobre él.
Para Vivir la Lección
Para experimentar esta lección, olvide su nombre durante un tiempo.
Digamos que la pregunta ¿Quién soy yo? es real en este momento.
Escapar del nombre y de la forma implica descubrir quiénes somos en
realidad. La mayor parte del tiempo nos experimentamos a través de
la limitación. Representar un papel es una limitación y, aun así,
todo el mundo asume y descarta papeles todo el tiempo. Recuerde
cuando usted era pequeño y su madre era lo más importante del mundo.
Usted no imaginaba que ella tuviera otra vida aparte de ser su mamá;
la identidad de ella estaba grabada en su mente. Sólo cuando usted
creció, se dio cuenta de que ella representaba otros papeles como el
de esposa, hermana, hija, profesional y demás. A la mayoría de los
niños les es difícil aceptar el hecho de que su mamá tenga una vida
propia, y que ésta no gire totalmente alrededor de la maternidad —
ése es el egoísmo natural de todos los niños pequeños. Pero con el
tiempo aprendemos a meternos en nuestros propios papeles, siguiendo
el ejemplo de nuestros padres.
Asumir un gran número de papeles nos parece una forma de ampliar
nuestra experiencia. Una mujer que se limita a ser madre podría
sentirse abrumada por la vida. En nuestra sociedad, ser "completos"
significa representar tantos papeles como sea posible. Pero el mago
no ve la situación de esa manera. Para él, ser completo significa
liberarse de todos los papeles. "Soy un espíritu libre reducido a la
apariencia de este pequeño cuerpo", diría Merlín. "Podemos tapar el
Sol con un dedo, ¿pero acaso su luz no llena todo el cielo?"
Dejar de representar papeles no es fácil; sin embargo, para entrar
en el mundo del mago es necesario prescindir de los papeles que
jugamos. ¿Cuál es, entonces, la experiencia de estar totalmente
liberados de los papeles? En realidad es bastante simple. Cuando
despertamos en las mañanas, hay un instante antes de comenzar a
pensar en las cosas
del día, un momento para sentirnos despiertos sin ningún pensamiento
en la mente. Somos apenas nosotros mismos, en un estado de
consciencia simple. Esta experiencia de simplicidad se repite a
intervalos durante el día, pero son pocas las personas que toman
nota, porque estamos acostumbrados a identificarnos con el proceso
de pensamiento, el cual también tiene lugar durante todo el día. Sin
embargo, en realidad no somos lo que pensamos.
Quizás le resulte difícil creer esto, pero los pensamientos que
pasan por su cabeza no son suyos — le pertenecen al nombre, a los
papeles que usted representa. Si usted es una mujer que piensa en su
hijo, en cómo le va en la escuela, en qué prepararle para la cena,
etc., no es usted la que tiene esos pensamientos. Es la madre.
Cuando en mí consulta pienso en los diagnósticos, las fórmulas y
demás, es el médico el que está pensando. Los papeles de madre y
médico son útiles, claro está, pero llega el momento en que terminan
y entonces todos debemos confrontar el enigma de quién somos —
enigma que jamás desciframos, independientemente de cuan bien
hayamos representado nuestros papeles.
Sin embargo, si usted lo desea, puede trascender el nivel de los
papeles en un segundo. Mientras lee, dirija su atención a quien está
leyendo. O mientras escucha música, dirija su atención a quien está
escuchando. O si ve un arco iris, trate de ver a quien lo está
mirando. En todos los casos sentirá inmediatamente una consciencia
alerta, despierta, desprendida, silenciosa y, no obstante,
intensamente viva. ¿Qué es lo que usted ha hecho en realidad? Ha
interrumpido el acto de la observación para vislumbrar al
observador. Esta maniobra arroja una luz sobre la certeza absoluta
de la existencia, porque más allá de la observación está el
observador inmodificable. Este observador es el
factor sin tiempo presente en todas las experiencias limitadas por
el tiempo; este observador es usted.
La idea de existir fuera del tiempo puede ser atemorizante para
quien se identifica fuertemente con el papel que representa. Es
enorme el número de personas que se sienten devastadas cuando
pierden el empleo, cuando los hijos crecen y se van, cuando fallece
su cónyuge amado. Su sentido del yo' está tan ligado a los nombres,
los rótulos y
los papeles, que no han dedicado tiempo para averiguar quiénes son
en realidad.
El hecho de ser totalmente humanos nos hace reales. Pero la realidad
no se puede definir, sólo se puede experimentar. Manténgase alerta a
esos breves momentos durante el día cuando experimenta su yo
fundamental detrás de una respiración, un sentimiento, una
sensación. Antes de saltar de la cama mañana, trate de capturar esa
fugaz insinuación del ser puro y simple, antes de que la mente
comience a conversar. Ese estado quieto, silencioso, sin nombre, es
muy gratificante. No es afectado por el pensamiento, la conversación
o la acción. Es el castillo cuyos muros inexpugnables protegen la
bóveda donde se encuentra el verdadero tesoro de la vida.
Deepak Chopra, El sendero del Mago
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