Emergencia: el
remolino y el arco iris
Un sistema es una entidad cuya existencia y funciones
se mantienen como un todo por la interacción de sus partes.
De nuestra simple definición de sistema se infieren algunas
implicaciones curiosas. En primer lugar un sistema funciona como un
todo, luego tiene propiedades distintas de las partes que lo
componen. Estas propiedades se conocen con el nombre de propiedades
emergentes, pues emergen del sistema mientras está en acción.
Imaginemos cien dibujos ligeramente distintos de Mickey Mouse. No
parece que susciten demasiado interés. Ahora bien, pasémoslos muy
deprisa, uno detrás de otro, y veremos a Mickey en movimiento: ya
tenemos un dibujo animado. Si las fotografías se diferencian en una
progresión escalonada, el movimiento resultará también escalonado.
Entonces diremos que el escalonamiento es una propiedad emergente.
Vivimos de forma cotidiana con las propiedades emergentes, por eso
apenas las tenemos en cuenta. Sin embargo, muchas veces son
impredecibles y sorprendentes. (Consideramos que la palabra más
apropiada en este contexto sería «emergencia», y no el término más
largo e incómodo de «propiedades emergentes». Es una lástima que el
uso de nuestra lengua prefiera «emergencia» para los sucesos, por lo
general accidentes, que sobrevienen de forma inesperada.)
Las propiedades emergentes sobresalen de los sistemas al igual que
las imágenes tridimensionales que surgen de repente entre las
franjas aleatorias de figuras geométricas coloreadas que hay en esos
libros tan atractivos y exasperantes del «ojo mágico». No hay forma
de predecir la imagen que saldrá de la geometría en que uno se
encuentra inmerso. Ocurre lo mismo cuando observamos la corriente
turbulenta de un río: el hecho de que sepamos mucho de la estructura
molecular del agua no nos prepara para un remolino (ni tampoco a
predecir que el agua es líquida). Uno puede estudiar durante años
acústica y física de los sonidos sin por ello llegar ni a sospechar
la belleza y el poder evocador de la música. Con los dos ojos no
obtenemos una imagen más grande, sino una imagen tridimensional. Con
los dos oídos no sólo oímos el doble de bien, tenemos la capacidad
de oír en estéreo Al combinar todos los colores del espectro
cromático, no se obtiene luz de color marrón pardusco, sino luz
blanca. Ciertamente no reparamos en ninguno de estos milagros
cotidianos, pero ¿habríamos sido capaces de predecirlos si no los
conociéramos de antemano? Estas propiedades emergen al igual que la
belleza del arco iris cuando la lluvia, la atmósfera y el ángulo del
sol se encuentran en la posición adecuada.
Nuestro cerebro parece deleitarse en la creación de estas
propiedades emergentes. No olvidemos que somos parte del sistema y,
por tanto, sin nosotros estas propiedades no existirían.
También la conciencia es una propiedad emergente. ¿Quién habría sido
capaz de predecir que los billones de interconexiones de nuestro
cerebro nos permitirían ser conscientes de nosotros mismos?
Asimismo, todos nuestros sentidos son parte del conjunto de nuestro
ser. Somos nosotros los que vemos, no los ojos. Si ponemos un ojo
encima de una mesa, no verá nada. En ninguna parte de un organismo
podremos encontrar el tacto, el olfato, el gusto, el sentido de la
vista o el del oído. Nuestra vida depende del funcionamiento
conjunto de las partes que nos forman. Cuando las partes están
separadas del cuerpo, se mueren. Y los que se van al más allá no
descubren el secreto de la vida, sino la muerte.
Otro ejemplo: el movimiento de un coche también es una propiedad
emergente. Para desplazarse, un coche necesita el carburador y el
depósito de gasolina, pero pongamos el carburador y el depósito en
medio de la carretera y veremos lo lejos que llegan.
El equilibrio de la naturaleza es otra propiedad emergente. Las
plantas, los animales y las condiciones climatológicas funcionan en
combinación para crear un medio ambiente floreciente, aun cuando
algunos animales de ese entorno sean presas de otros. Si perturbamos
el medio ambiente, ese equilibrio corre el nesgo de romperse,
algunas especies tal vez se extingan, otras se convertirán en
dominantes, pero al final, surgirá otro equilibrio.
En resumen:
Los sistemas tienen propiedades emergentes que no se encuentran en
las partes que los componen. No se pueden predecir las propiedades
de un sistema entero dividiéndolo y analizando sus partes.
Si descomponemos un sistema, no encontraremos sus propiedades
esenciales en ninguna de las piezas resultantes. Estas propiedades
sólo surgen cuando el sistema entero actúa. Sólo poniendo en
funcionamiento el sistema podremos saber cuáles son sus propiedades
emergentes.
Propiedades emergentes
He aquí una lista de propiedades emergentes. ¿Se le ocurre alguna
otra?
• la vida
• los remolinos
• los tornados
• a temperatura
• la presión
• los «bugs» de los programas informáticos
• las emociones
• la música
• las composiciones del «ojo mágico»
• el arco iris
• la cultura
• las llamas
• la conciencia
• el espíritu de equipo
• las nubes
• la salud y el bienestar
• el hambre
• la risa
• los recuerdos
• los sueños
• el dolor
Una ventaja de las propiedades emergentes es que no hace falta
comprender el sistema para beneficiarse de él. No es necesario saber
electrónica para encender la luz ni saber de mecánica para conducir
un coche. No hace falta comprender millones de líneas de un programa
informático para jugar con el ordenador. ¿Sabe usted qué ocurre para
que los gráficos aparezcan en el monitor de un ordenador? Joseph no
habla pensado nunca en esto hasta un día en que, nada más apagar el
ordenador, su hija de ocho años le preguntó:
- Papá, ¿dónde se van los dibujos cuando apagas?
- No se van a ningún sitio, simplemente el ordenador deja de
hacerlos
- Pero, cuando lo vuelves a encender, ¿cómo se acuerda de hacer
exactamente los mismos dibujos?
- Se quedan almacenados en la memoria del ordenador.
- ¿Qué? ¿Todos esos dibujos?
- No. Más bien se acuerda de cómo hacerlos cuando se lo volvemos a
pedir.
- ¿Y dónde está su memoria?
Joseph empezó a quedarse sin respuestas.
- El ordenador almacena cada dibujo como una serie de bits que
marcan la posición exacta de todos los elementos. Así, luego puede
reproducirlo entero cuando se lo pedimos
- ¿Dónde almacena los bits?
- En unos trocitos de plástico y de metal que tiene dentro y que se
llaman chips.
- Si miras dentro de los chips, ¿se ven los dibujos?
Ya habían llegado a la barrera entre el mundo del silicio y el mundo
de la visión.
- No. Son demasiado pequeños.
- ¿Y no pedemos verlos con una lupa?
- No, son series de bits, como una especie de puzzle que el
ordenador vuelve a unir igual que cuando tú separas las piezas de un
puzzle y después lo vuelves a hacer.
La niña no se quedó muy convencida, pero haberle explicado que los
flujos eléctricos que se producen en el interior de un ordenador
cuando aparecen los dibujos en el monitor son una propiedad
emergente habría sido peor. Del mismo modo que no podemos desmontar
un piano para buscar el sonido que produce, tampoco podemos abrir un
ordenador y buscar dentro los dibujos.
También a los «bugs» informáticos podemos darles el apelativo
cariñoso de «propiedades emergentes». ¿Le ha ocurrido alguna vez que
el ordenador empiece a funcionar de forma extraña sin ninguna razón
aparente al hacer algo que había hecho antes miles de veces sin el
menor problema? A nosotros sí. Parece como si el ordenador se
estuviera confundiendo adrede, como si tuviera verdaderamente mala
intención. Al poco de mecanografiar este texto, el ordenador decidió
darnos una demostración «en directo»: el programa dejó de funcionar.
No había modo alguno de escribir, borrar o guardar nada. Menos mal
que habíamos hecho una copia de seguridad hacía unos minutos. Tras
insultar al inerte montón de silicio, no hubo más remedio que apagar
y volver a encender.
La segunda característica fundamental de los sistemas es la imagen
especular de la primera. Dado que las propiedades de un sistema
surgen del conjunto del sistema, y no de sus partes, sí lo
descomponemos perderemos sus propiedades Si desmontamos un piano,
por ejemplo, no sólo no encontraremos el sonido, sino que será
imposible producirlo hasta que no esté montado otra vez. No se puede
encontrar el arco iris en la lluvia ni la imagen dentro del
televisor. Si dividimos un sistema en dos, no tendremos dos sistemas
más pequeños, sino un sistema defectuoso o muerto.
Análisis es el nombre que damos a la separación de las partes de un
todo para ver cómo funciona. Resulta un método muy útil para
resolver cierto tipo de problemas o para saber los elementos o
subsistemas de que se compone un sistema mayor. El análisis sirve
para conocer. Sin embargo, no es posible comprender las propiedades
de un sistema entero si lo descomponemos en las panes que lo forman.
El complementario del análisis es la síntesis: composición de un
todo por la reunión de sus partes. La síntesis sirve para
comprender. La única forma de saber cómo funciona un sistema y
cuáles son sus propiedades emergentes es verlo en acción como un
todo.
Joseph O'Connor, Ian McDermott, Introducción al
Pensamiento Sistémico
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